Sobre Noah Higón y la sanidad pública

Pedro Carlos Rojo Alique

El pasado 7 de enero, durante la presentación con que se inicia La Revuelta, el programa de David Broncano en La 1 de TVE, subió al escenario una joven, desconocida entonces para la mayoría, que reivindicaba la inversión en ciencia mientras explicaba que padecía siete enfermedades raras.

Unos días más tarde, el lunes 13, Noah Higón, que así se llama la joven —quien en realidad tenía ya larga presencia en redes y había publicado dos libros en los que hablaba de sus miedos y esperanzas— vuelve al programa, en esta ocasión para protagonizar la entrevista que ocupa la parte central del mismo. La conversación mantenida por Noah y Broncano pasará, sin duda, a la historia del programa y de la televisión como una de las mejores jamás emitida y como uno de los mayores alegatos en favor de la sanidad pública española, gracias a la cual una persona como Noah sigue viva y, entre otras muchas cosas, puede seguir reclamando, siempre con una sonrisa en los labios, la importancia de invertir en ciencia y de integrar sin menoscabar ninguno de sus derechos a las personas con minusvalía.

La conversación mantenida por Noah y Broncano pasará, sin duda, a la historia del programa y de la televisión como una de las mejores jamás emitida

Ese mismo martes, 14 de enero, acudo al centro de especialidades de un barrio madrileño para solicitar una cita médica. Mientras espero a ser atendido, escucho con sorpresa las conversaciones entre los pacientes y los administrativos que los atienden: los unos quejándose de citas en un futuro lejano, los otros repitiendo que no encuentran huecos antes. Llegado mi turno, ni tan siquiera tengo la suerte de encontrar ese resquicio horario en la agenda de mi especialista: su agenda está cerrada y ya se me avisará por carta cuando se vuelva a abrir.

Me fui del ambulatorio con sensación agridulce. Por un lado, recordando mi orgullo ante un sistema sanitario público capaz de sacar adelante a Noah Higón y a tantas y tantas Noahs que en cualquier otro país del mundo no tendrían opción ninguna de no contar con un importante respaldo económico que poder dedicar a sus tratamientos. Por otro, con la importancia de ver cómo la primera atención médica de tantos y tantas pacientes se pospone indefinidamente en el tiempo.

Se da así la paradoja de que mientras como sociedad aplaudimos a un sistema sanitario capaz de salvar a Noah o de extraer un hígado en Burgos para trasplantarlo dos horas después en Cádiz, a la vez permitimos que este sistema público sea incapaz de garantizar una cita en atención primaria en menos de siete días, de asegurar la correcta atención ginecológica de sus usuarias o de acabar con las interminables listas de espera quirúrgicas. 

Por eso, el mensaje de Noah de denuncia del maltrato y acoso a que se ve sometida a diario la sanidad pública, de reivindicación orgullosa de la importancia y valores de esta y de la apuesta por el aumento en la inversión para mantener y mejorar sus servicios es más importante que nunca.

Bravo, Noah. Y bravo por la Sanidad Pública.

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Pedro Carlos Rojo Alique es socio de infoLibre.

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