¿Quién pagará la restauración de la Mezquita?
Con el parón de noticias más políticas y el veraneo de los españoles más costoso de este agosto, cobran especial noticia los incendios. Y no es porque los incendios no sean materia política. Con el arbolado y pinares que se queman, pastos, terrenos de cereales y frutales que se abrasan, un edificio histórico tan singular y valioso como la Mezquita de Córdoba nos ha sobrecogido. El incendio en la Mezquita es un suceso suficientemente preocupante y oportuno, como para que se debata sobre la propiedad, la apropiación y el uso de este bien histórico excepcional enclavado en Córdoba, capital del califato omeya de al-Andalus en la Hispania musulmana.
Algunos dirán de inmediato que es oportunista, pero el debate está servido. La mezquita de Córdoba tiene valor e importancia histórica mundial por su valor arquitectónico, reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco por el hecho de ser mezquita. Lo de unir mezquita a catedral con guion no hace otra cosa que falsear su realidad original y única, a la que mucho más tarde se unió el pastiche de la catedral. Solo pretende dar apoyo a un edificio histórico construido entre los siglos VIII y X del que la Iglesia católica, con una oportunidad manifiesta, se ha hecho propietaria. Y esto debido a unas condiciones favorables ya que se permitió a la iglesia católica su inmatriculación por el módico precio de 30 euros, usando la potestad atribuida por el art. 206 de la Ley Hipotecaria. Desde entonces, la iglesia administra y gestiona en exclusiva y con sus normas ultracatólicas, la entrada a la mezquita disfrazando con ese lenguaje religioso e hipócrita, lo que es una entrada a un cine, teatro u otro espectáculo, con el concepto de “donativo”, y que le reporta más de diez millones al año. Dos experiencias personales confirman lo que digo: el 6 de diciembre del año 2005 asistí a la visita nocturna guiada, recomendada por amigos. Con una temperatura de 6-8 grados, iba cubierto con una gorra, de la que se me conminó insistentemente a desprenderme so pena de expulsarme. Tras una discusión fuerte y argumentada, no tuve más remedio que ceder. En el año 2016, ahora en agosto y 38 grados, a las mujeres y hombres no se les permitía la visita ni en el pantalón corto ni en manga corta o camisetas sin mangas. Creo saber que estas normas están en vigor.
La Iglesia católica administra y gestiona en exclusiva y con sus normas ultracatólicas, la entrada a la mezquita con la catedral, disfrazando con ese lenguaje religioso e hipócrita, lo que es una entrada a un cine, teatro u otro espectáculo, con el concepto de “donativo”, y que le reporta más de diez millones al año
Inmediatamente a la rápida extinción del incendio, han surgido las declaraciones sobre quienes tienen que pagar los gastos de la necesaria reparación de los daños, sin una evaluación todavía de su probable cuantía y de las responsabilidades que pueda tener en el mismo la gestión de ese patrimonio por parte del Obispo y el Cabildo catedralicio. El Ayuntamiento se ha manifestado con rapidez a través de su alcalde, José María Bellido favor de que sea el propio Ayuntamiento, la Junta de Andalucía y el Gobierno de España los que aporten los recursos necesarios para su reconstrucción. Me imagino que Juanma Moreno se mostrará dadivoso y Ernest Urtasun no querrá quedarse rezagado, ahora que ha suprimido la subvención a los toros. El deán de la catedral ha manifestado que el Cabildo guarda un fondo para las incidencias que pudieran producirse, pero, al mismo tiempo, ha dado cuenta del suceso a la Unesco, se supone que para que se muestre generosa. Total, que imperará la mano izquierda de Dios —"que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha"— y la diplomacia episcopal y catedralicia. Al final, al Cabildo le saldrá gratis la restauración. Y aquí paz y después gloria. La iglesia seguirá con la propiedad, la gestión y los donativos, sin que mueva un dedo para su autofinanciación.
Yo estoy convencido que los sucesos de índole parecida se encadenan en el tiempo con facilidad. A una caída de avión, sucede otro, y a un helicóptero otro más, como a un incendio otro. ¿Qué pensarán los musulmanes de Torre Pacheco, de Jumilla, los gazatíes, del trato tan humillante y criminal que reciben cuando sus antepasados han dejado testimonios históricos tan valiosos? ¿Y de la pérdida de la memoria que puede suponer su discriminación humana y la destrucción del legado de esos antepasados suyos?
Felipe Domingo Casas es socio de infoLibre