Trump maneja en África la zanahoria del comercio y el palo de los aranceles

Un grafiti que representa el impacto de los aranceles del 30% impuestos por el presidente estadounidense Donald Trump se ve en un muro del centro de Johannesburgo, Sudáfrica

François Bougon (Mediapart)

Donald Trump, bravucón él, había alardeado de su capacidad para resolver cualquier tipo de conflicto en veinticuatro horas una vez de vuelta en la Casa Blanca, ya fuera en Gaza o en Ucrania. Evidentemente, mientras una de sus obsesiones desde el inicio de su segundo mandato es conseguir el Premio Nobel de la Paz —si Barack Obama lo consiguió, ¿por qué yo no?, se dice—, nada de eso ha sucedido.

No es de extrañar por tanto que el acuerdo de paz que la República Democrática del Congo (RDC) y Ruanda firmaron el 27 de junio en Washington, en presencia del secretario de Estado estadounidense Marco Rubio, y que abre el camino al fin de una guerra de más de treinta años, ocupe ahora un lugar muy especial en la gesta trumpista.

“No ve a ningún jefe de Estado, a ningún líder, sin que le mencione este asunto como un éxito personal”, subraya Rama Yade, directora para África del laboratorio de ideas Atlantic Council en Washington, a Mediapart. “Ha sido como un detonante para él, se ha producido un cambio. Se ha dicho a sí mismo que África puede ser un terreno propicio para el éxito.”

El presidente americano, siempre al acecho de un buen acuerdo, supo aprovechar el que ofrecía a Estados Unidos y a la Unión Europea el presidente de la RDC, Félix Tshisekedi, en febrero en una entrevista al New York Times: acceso a los vastos recursos mineros de su país a cambio de ayuda para presionar a Ruanda a retirarse del este de su país. Donald Trump envió en abril a la RDC a uno de sus asesores, Massad Boulos, que además es el suegro de su hija Tiffany, para impulsar las negociaciones.

Cinco presidentes del África Occidental en la Casa Blanca

Teniendo en cuenta su primer mandato, durante el cual no realizó ni un solo viaje al continente africano y con el que tuvo palabras hirientes, no se esperaba mucho del segundo, pero, según señala Rama Yade , el acuerdo de paz entre la República Democrática del Congo y Ruanda y la reunión celebrada a principios de julio en la Casa Blanca con cinco jefes de Estado africanos han demostrado que Trump “es mucho más intervencionista en África de lo que se pensaba”.

Esta reunión en Washington con los presidentes de Liberia, Senegal, Gabón, Mauritania y Guinea-Bissau permitió a Trump confirmar las prioridades de su política africana, ahora centrada en el comercio y no en la ayuda (trade, not aid, como ya había explicado en Abiyán, Costa de Marfil, el principal diplomático estadounidense en África, Troy Fitrell).

Nos gustaría llegar a acuerdos con Estados Unidos, pero las restricciones de visado constituyen obstáculos no arancelarios para los acuerdos

El ministro de Asuntos Exteriores de Nigeria, Yusuf Tuggar

“Estamos pasando de la ayuda al desarrollo al comercio”, explicó Trump a sus invitados, subrayando que su administración había cerrado la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). “Trabajamos sin descanso para crear nuevas oportunidades económicas que involucren a los Estados Unidos y a muchos países africanos. África tiene un potencial económico considerable, como pocas otras regiones del mundo”.

El presidente estadounidense elogió a sus países como “lugares muy dinámicos, dotados de tierras de gran valor, importantes yacimientos minerales y petrolíferos, y una población formidable”, mientras que los presidentes de Liberia, Senegal, Gabón, Mauritania y Guinea-Bissau destacaron los recursos naturales de sus respectivos países y elogiaron al presidente americano, agradeciéndole en particular su ayuda para resolver el largo conflicto entre Ruanda y la República Democrática del Congo.

Pero nadie mencionó, durante la parte del almuerzo abierta a la prensa, las consecuencias del fin de los presupuestos de la USAID y las prohibiciones de entrada o restricciones impuestas desde principios de junio en Estados Unidos a los nacionales de varios países africanos (travel ban). En junio, el ministro de Asuntos Exteriores nigeriano, Yusuf Tuggar, advirtió a Washington tras los rumores sobre la posible inclusión de su país en la lista de países prohibidos. “Nos gustaría llegar a acuerdos con Estados Unidos, pero las restricciones de visado constituyen obstáculos no arancelarios a los acuerdos”, había declarado. “Llegaremos a acuerdos... la única cuestión es con quién”.

Según el Wall Street Journal, Washington también intentó convencer a los cinco jefes de Estado para que acogieran en sus países a personas objeto de una orden de expulsión de Estados Unidos, pero que sus países de origen se niegan a readmitir. Sudán del Sur y Esuatini (anteriormente Suazilandia, ndt) acogieron en julio a ocho y cinco migrantes irregulares expulsados por Washington, respectivamente.

Halagos y polémicas

Sin embargo, el ambiente de la minicumbre de la Casa Blanca —aunque Trump, demostrando su desconocimiento del continente, pero también de la historia de Estados Unidos, elogió el "buen inglés" del presidente liberiano, Joseph Boakai— no tuvo nada que ver con la humillante recepción del jefe de Estado sudafricano en mayo en la Casa Blanca. Trump había retomado las acusaciones infundadas de un genocidio de granjeros blancos en Sudáfrica. Una emboscada de la que Cyril Ramaphosa salió bastante bien parado, sin perder la calma.

Un periodista le preguntó por los aranceles que quiere imponer a partir del 1º de agosto y le preguntó si sus cinco comensales los iban a sufrir. “No lo he pensado, pero quizá, no sé”, respondió. “Ya veremos. Me caen bien él, él, él y él. No, no creo. No demasiados. Está muy bien. Ahora son mis amigos.”

Esta forma de comportarse y los halagos de los dirigentes africanos no han sido del agrado de todo el mundo en el continente. En la web de Al Jazeera, un columnista vio en la reunión entre los cinco dirigentes de África Occidental y Trump en la Casa Blanca "una lección magistral de teatro colonial moderno".

En Senegal, la propuesta del presidente Bassirou Diomaye Faye a Donald Trump de invertir en un campo de golf para demostrar su talento en este deporte suscitó críticas. En TV5 Monde, el exalcalde de Dakar, Barthélémy Dias, se mostró sorprendido por esta propuesta y subrayó que Senegal “no es un país de golfistas”. “En Senegal tenemos otros problemas que resolver; problemas de salud, educación, desarrollo sostenible y, sobre todo, de buena gobernanza...”.

Un continente, muchos competidores

El regreso del presidente gabonés, Brice Clotaire Oligui Nguema, a Libreville, con una gorra roja con el lema Make America Great Again, también ha suscitado numerosas reacciones negativas.

En cualquier caso, el África que Trump conoció durante su primer mandato ya no es la misma. Si bien China sigue tan presente como siempre, han surgido otros actores, como Rusia, Irán, Turquía, Qatar, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos... “Hoy en día, el primer inversor en África ya no es China, sino los Emiratos Árabes Unidos”, afirma Rama Yade, directora para África del laboratorio de ideas Atlantic Council.

Prueba de esta nueva situación, frente a Donald Trump, es que el presidente Oligui Nguema se congratuló por las posibles inversiones americanas, pero advirtió: “Nuestro país es libre y está abierto a todos. Son ustedes bienvenidos a venir a invertir. De lo contrario, otros países podrían ocupar su lugar”.

Dos fechas también van a mostrar si esta política africana de Trump resiste las decisiones unilaterales impuestas por Washington. En primer lugar, el 1º de agosto, con el fin de la pausa en los aranceles impulsada por el presidente estadounidense, mientras que, al mismo tiempo, China anunció en junio su intención de eliminar los aranceles sobre todas las importaciones procedentes de África.

La siguiente será en septiembre, con la renovación o no de la Agoa (African Growth and Opportunity Act), la ley sobre el crecimiento y las oportunidades en África, aprobada bajo la presidencia de Bill Clinton y que permite a una treintena de países africanos exportar numerosos productos a Estados Unidos sin derechos de aduana, siempre que cumplan una serie de condiciones (pluralismo político, respeto de los derechos humanos, lucha contra la corrupción, etc.).

Uno de los países que más se ha beneficiado de esa ley al desarrollar su sector textil, Lesoto, ya ha declarado el estado de catástrofe nacional para los dos próximos años debido a la incertidumbre sobre la renovación de la Agoa. En abril, la administración estadounidense impuso un arancel punitivo del 50 % a las exportaciones de Lesoto —el segundo más alto después del de China— antes de anunciar una pausa de tres meses. Pero sigue vigente un arancel residual del 10 %.

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Sudáfrica también podría verse gravada con un impuesto elevado, de hasta el 30 %, si no se alcanza un acuerdo antes del viernes. El martes, el presidente estadounidense indicó que “probablemente no asistirá” a la cumbre del G20 en Sudáfrica, prevista para noviembre, al tiempo que reiteró sus afirmaciones sobre una supuesta persecución de los granjeros blancos. Difícil cambiar la naturaleza supremacista, siempre vuelve a salir a relucir...

 

Traducción de Miguel López

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