Desde la tramoya

Palacio de la Moncloa, 19 de abril de 2004

El nuevo presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, presenta a su nuevo Gobierno. Se valora dentro de España, y también fuera, la formación del primer Ejecutivo paritario de España, y el único del mundo junto con el sueco. Se aprecia la experiencia territorial de algunos de los elegidos, como la ministra de Vivienda, María Antonia Trujillo, o la de Fomento, Magdalena Álvarez, que han sido consejeras en Extremadura y Andalucía, respectivamente.

Se alaba también el reconocido prestigio profesional de otros, como el diplomático Miguel Ángel Moratinos en Exteriores, el juez José Antonio Alonso en Interior, o la catedrática María Jesús Sansegundo en Educación. Se señala el papel fundamental de la vicepresidenta de la Vega, de impecable currículo.

El mundo entero admira los audaces anuncios iniciales, como la retirada de las tropas españolas de Irak o la aprobación del matrimonio homosexual, que simbolizan el contraste con el Gobierno de Aznar.

Pero las alegrías iniciales duran poco. La oposición del PP, bajo el liderazgo nuevo de Mariano Rajoy, aturdida por la pérdida del poder tras el atentado del 11 de marzo, se atrinchera y comienza a hacer una oposición de extrema dureza.

Algunos de los ministros sufren pronto traspiés. Ningún problema sustancial, pero sí controversias simbólicas de esas que llenan los informativos y las conversaciones de cafetería. Que si las ministras se han hecho una foto para Vogue posando en las columnas del edificio del Consejo en Moncloa, que si la secretaria de Estado de Bush ha humillado al ministro español en una entrevista demasiado breve, que si la ministra de Fomento ha dicho no sé qué sobre las predicciones meteorológicas tras una nevada abundante... Se dice que es un Gobierno hueco que solo piensa en el marketing. Que solo actúa por “ocurrencias”.

El Gobierno empieza a trabajar con ilusión y lo constatan sus miembros al recibir las carteras de sus antecesores. Pero también surgen pronto las dificultades internas. Los ministros y las ministras descubren que no tienen tanta interlocución con el presidente como creían y que han de despachar asuntos con la vicepresidenta o con el director de Gabinete. Entre estos dos surgen rápidamente fricciones, precisamente por esa labor de coordinación que a ambos les corresponde. Los ministerios observan que no hay sitio para todos en los medios de comunicación y comienzan a competir por su atención, saltándose el control del secretario de Estado responsable y sorprendiendo al mismísimo presidente con noticias como una supuesta iniciativa para construir “minipisos” con dinero público.

La labor del Gobierno pasa así de ser la promesa inspiradora de las tomas de posesión con los breves discursos de agradecimiento y sus humildes palabras, a convertirse en el prosaico trabajo del día a día, con todas sus limitaciones y sus miserias personales.

Pero Zapatero y sus ministras y ministros sobreviven, toman iniciativas de calado que van aprobando con el apoyo de grupos parlamentarios diversos, a pesar de los ataques despiadados del PP. La primera Legislatura de Zapatero es premiada con su reelección en 2008.

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