Ucrania, la OTAN y China

José Enrique de Ayala

Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea no han defendido militarmente a Ucrania por temor a desencadenar una guerra total (¿la tercera guerra mundial?) que podría ser una guerra nuclear dada la enorme cantidad de estas armas que tiene Rusia. Tal vez si hubieran garantizado la seguridad de Ucrania, si hubieran desplegado unidades de la OTAN en la frontera —para eso no hace falta que el país sea miembro de la Alianza, recordemos Afganistán—, el gobierno ruso no se hubiera atrevido a atacar. O sí. No se quiso correr ese riesgo y ya nunca sabremos qué habría pasado. Tal vez esta prudencia ha salvado muchas vidas, aunque para los ucranianos ha sido un abandono que les ha condenado.

Pero lo que no tiene ninguna explicación es que se esté dejando sola a Ucrania en la negociación de la paz, o —para ser más precisos— de las condiciones para la detención de la masacre. ¿Por qué la OTAN —o en su defecto la UE— no hace una oferta pública de paz a Rusia en base a aspectos que Kiev ya parece haber aceptado, como la neutralidad, poniendo sobre la mesa un nuevo esquema de seguridad en Europa con garantías por ambas partes, que pudiera no solo detener la guerra sino sentar las bases de una estabilidad duradera? ¿Por qué la OTAN —o en su defecto la UE— no se sientan en la mesa, al lado de Ucrania, para apoyarla en su negociación? ¿Putin no lo admitiría? Recordemos que en diciembre de 2021 el gobierno ruso envió cartas con sus exigencias de seguridad a EEUU y a la OTAN, no a Ucrania. 

O, dicho de otro modo, la invasión de Ucrania es una guerra proxy o subsidiaria: los verdaderos adversarios de Rusia son los países occidentales, no Ucrania, y las condiciones del fin de la agresión deberían ser discutidas con ellos, no con Ucrania, que está en clara inferioridad de condiciones. No se trataría de una mediación, sino de un apoyo a Kiev. Si Rusia rechazara cualquier intervención de la OTAN o la UE en las conversaciones, sería su responsabilidad, y de alguna manera tendría que justificarlo, porque iría en contra de todo su discurso anterior. Pero, ¿es que acaso se ha intentado?

La posición de Pekín en este asunto es difícil y compleja. Su política exterior se ha basado siempre, desde la creación de la República Popular China, en el respeto a la soberanía y la integridad territorial de todos los Estados

Como consecuencia de esa inhibición, todas las miradas se vuelven a China, la única —tal vez la última— posibilidad de forzar al Kremlin a detener la invasión, aceptar un alto el fuego y negociar una salida justa con las armas en silencio. China es, en efecto, el único gran apoyo que le queda a Rusia, la única potencia que le ayuda a paliar el efecto de las sanciones comerciales y financieras que los países occidentales le han impuesto y, por tanto, tiene una gran capacidad de influencia sobre ella. El enigma es si quiere usarla, en qué grado, cuándo.

La posición de Pekín en este asunto es difícil y compleja. Su política exterior se ha basado siempre, desde la creación de la República Popular China, en el respeto a la soberanía y la integridad territorial de todos los Estados —sea cual sea su sistema político—, entre otras razones porque su principal preocupación es mantener su unidad interna frente a los intentos separatistas de los uigures de Sinkiang y del Tíbet. Por eso el gobierno chino no puede apoyar en ningún caso la invasión de Ucrania, y no lo ha hecho. Ni tampoco la división del país o la separación de alguna parte de su territorio, ni siquiera ha reconocido la anexión de Crimea por parte de Rusia. Además, se trata de una potencia comercial cuyo objetivo es la expansión económica, que no se ve favorecida precisamente por la existencia de conflictos, y menos aún en Europa, que es uno de sus principales objetos de deseo. Esa es la razón por la que el gobierno chino está a favor de que el conflicto termine cuanto antes, lo que sí ha hecho púbico varias veces. 

Por otra parte, a China le interesa tener a Rusia de su lado, tanto —al menos— como pasa en sentido contrario. La guerra en Europa es el pasado, aunque sea un terrible presente para los ucranianos. El futuro es la pugna China-EEUU, y del mismo modo que estos necesitan el apoyo de la UE para tener alguna posibilidad de ganar esa carrera en las próximas décadas, a China le puede venir bien contar con Rusia, aunque no signifique mucho desde un punto de vista económico y demográfico, eso ya lo ponen los chinos. Un desgaste de Occidente siempre es bueno para China, esa es sin duda para ellos la única ventaja de esta guerra, pero no parece que EEUU esté sufriendo mucho. En los últimos años se ha forjado una alianza entre Moscú y Pekín, unidos por un mismo adversario, que fue ratificada en el encuentro entre Putin y Xi Jinping en Pekín al inicio de los Juegos Olímpicos de invierno, después de la cual se emitió un comunicado en el que figuran —además de mucha retórica— algunos aspectos muy interesantes de la cooperación mutua, que tendrán repercusiones en el futuro.

No es probable que China alimente el conflicto entregando armas o equipos militares a Rusia, tal como parece temer Washington. Tal vez sí algún apoyo logístico, que Moscú necesita más ahora. Tampoco veremos una condena pública de Pekín a la actuación de Rusia. Incluso una mediación abierta entre ambas partes no es algo que encaje con la diplomacia china, siempre tan discreta, aunque no puede descartarse. Lo que es muy verosímil es que China ejerza una influencia discreta sobre Rusia para que detenga cuanto antes el conflicto. Incluso es posible que lo esté haciendo ya, y buena parte de los avances —insuficientes— que se han producido hasta ahora en las negociaciones respondan a esa presión. Pero si Xi Jinping cree en algún momento que esto ha llegado demasiado lejos y se lo hace saber a Putin, éste no tendrá más remedio que escucharle y obrar en consecuencia.

Uno de los efectos globales de la guerra de Ucrania es que se está empujando definitivamente a Rusia en brazos de China, mientras que en occidente se refuerza la OTAN y con ella la unión entre la UE y EEUU, dibujando así de nuevo un mundo bipolar, dos bloques enfrentados, en el que los europeos tenemos muy poco de ganar. La UE debería mantenerse ajena al enfrentamiento entre China y EEUU y crear su propio polo de poder geopolítico para defender, con la mayor autonomía posible, los intereses y valores de sus ciudadanos. Desde luego esa Europa fortalecida y autónoma debería restablecer las relaciones con Rusia, una vez que el conflicto actual hubiera acabado, si es que la reconciliación es todavía posible después de lo que ha pasado, o cuando lo sea, para estabilizar el escenario europeo. Ese esquema sería radicalmente diferente del que se plantea ahora: Este-Oeste, y seguramente serviría mucho mejor a la paz y estabilidad futura de Europa y del planeta.

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José Enrique de Ayala es analista de la Fundación Alternativas

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