Cine contra trumpismo

Fernando Granda

La película que recibió el premio del público en el Festival de Sevilla, El ministro de propaganda, es un pequeño intento de paliar los efectos de la invasión de propaganda de ultraderecha que se extiende por el mundo. La propaganda que llamamos nazi pero que ya merece una denominación más actual. Y la película ya es muy poca cosa para lo que se nos viene encima. Hoy ofrecen mil dólares por denunciar a un inmigrante sin documentos. El trumpismo (que ya quiere manipular el cine) entra con pleno derecho en el diccionario.

Ochenta años parecen muchos pero quizá no sean nada en la Historia. Una vida humana o poco más. El filme de Joachim Lang nos recuerda que la maquinaria nazi que acabó con decenas de millones de muertos en mitad del siglo XX se renueva ahora en gran parte del mundo como trumpismo y el peligro vuelve aunque los humanos inventemos mecanismos para mejorar nuestras condiciones de vida. 

Hasta la venerada Inteligencia Artificial (IA) puede contribuir a esa vuelta atrás, a propagar una ignorancia que deberíamos haber hecho desaparecer, ya que parece estar cargada con datos inocuos (caso del Holocausto, por ejemplo) pero lo está también con datos mentirosos que desvirtúan hechos nefastos para la Humanidad. “Somos fieles a la verdad en la medida en que nos convenga”, afirma Joseph Goebbels sin el mínimo rubor en la película. Recuerdo que una vez le envié una noticia a un amigo  que podría estar interesado en el tema de la información. Pero recibí una respuesta que me indica hasta qué punto estamos dispuestos a informarnos realmente de lo que pasa. Su rechazo fue: “Es uno de los periódicos que yo no leo”, y el mensaje terminaba con la rotunda constatación de que le iba muy bien no leerlo para su salud mental. La ignorancia parece que nos cura. Pregunten por Taiwán a la nueva IA china.

El filme de Joachim Lang nos recuerda que la maquinaria nazi que acabó con decenas de millones de muertos en mitad del siglo XX se renueva ahora en gran parte del mundo como trumpismo

“La IA, como cualquier tecnología, puede significar una mejora muy notable en la sociedad, pero también una eficaz herramienta de sometimiento. Todo dependerá de la aproximación que se haga y de las medidas que se adopten. El estudio sobre el Holocausto demuestra, por si faltaran pruebas, que la desinformación, una de las principales amenazas a las que se enfrentan las democracias, se está aprovechando de este cambio, y el debate público va muy por detrás de la velocidad de esta realidad”, señalaba un editorial periodístico hace unos meses (El País), cuando llegó el filme a las salas de cine.

Dos legisladores de los Estados norteamericanos de Misuri y Misisipi han propuesto la creación de cazarrecompensas para contribuir a la política de Donald Trump en su campaña de deportaciones masivas. Si hace veinte siglos un emperador romano (siglo I d.C), Nerón, programó la eliminación de los cristianos, y hace ocho décadas Adolf Hitler hizo lo mismo con los judíos y los gitanos, ahora el mandatario estadounidense proclama lo mismo contra los inmigrantes mientras su colega israelí, se supone descendiente de los perseguidos por los seguidores de Hitler, intenta lo mismo con los gazatíes, sus hermanos semitas.

El senador republicano por Misuri David Gregory presentó un proyecto en la sesión legislativa que se celebró el reciente 27 de enero en el Comité de Seguridad Pública con el siguiente texto: “Si un extranjero ilegal es arrestado y encarcelado bajo esta sección como resultado de un informe al sistema de información, la persona que realizó el informe será elegible para recibir una recompensa de mil dólares por proporcionar dicho informe”. Y si resulta cierta su denuncia, a la persona denunciada se la acusaría de “invasión ilegal” y podría ser condenada a cadena perpetua sin libertad condicional si no es deportada. Nerón era un excéntrico, ególatra, mandó realizar muchísimas atrocidades, según le atribuye el relato del historiador Tácito. Pero veló por la salud y el arte de los ciudadanos romanos. Trump parece querer lo contrario no solo a los ciudadanos estadounidenses sino a los de todo el Planeta.

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Fernando Granda es socio de infoLibre.

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