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'Democracias en extinción'

'Democracias en extinción', de Steven Forti.

Steven Forti

En su nuevo libro, bajo el título Democracias en extinción, Steven Forti analiza los últimos acontecimientos y movimientos políticos –nacionales e internacionales– de las extremas derechas para mostrar cómo desmantelan el Estado de derecho y de bienestar. Con ello, denuncia la amenaza que nos acecha y nos advierte de que en nuestras manos está la posibilidad de detener al espectro de la autocracia, antes de que acabe con las bases mismas de nuestras democracias. El presente está en el aire y el futuro, aún por escribir.

infoLibre publica la introducción de este ensayo, editado por Akal, que llega a las librerías el próximo lunes 21 de octubre.

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Introducción

En 1986, en medio del segundo mandato presidencial de Ronald Reagan, los Dead Kennedys sacaban el que sería su último disco, Bedtime for Democracy, que podríamos traducir en castellano como «Hora de acostarse para la democracia». El título del álbum hacía referencia a una película cómica de principios de la década de 1950, Bedtime for Bonzo, protagonizada por el mismo Reagan –por aquel entonces solo un actor de películas de serie B en Hollywood– y un chimpancé llamado Bonzo. Una de las canciones del álbum, de hecho, se titulaba Rambozo the Clown: como en otras canciones de la banda punk de San Francisco, se ironizaba sobre el presidente republicano, comparado con un payaso que era la mezcla entre Rambo y el citado Bonzo. Con su estilo provocador, el líder de los Dead Kennedys, Jello Biafra, no solo se mofaba de Reagan, sino que ponía bajo la lupa los retrocesos democráticos que se estaban dando en el país norteamericano. Retrocesos que los de Biafra estaban también sufriendo en sus propias carnes al ser llevados a juicio por una asociación conservadora por haber incluido en su anterior disco una ilustración considerada amoral y pornográfica.

En realidad, Biafra había sacado el título del disco de una obra del ilustrador Winston Smith con quien los Dead Kennedys venían colaborando desde finales de los años setenta. En 1983, de hecho, Smith había elaborado un collage en el que, debajo de las palabras Bedtime for Democracy, un Reagan en traje y corbata apuntaba con una pistola a una masa de trabajadores rendidos que caminaban con los brazos levantados en un paisaje postapocalíptico. También la cubierta del disco de los Dead Kennedys de 1986 era una obra de Winston Smith. En ella se veía una Estatua de la Libertad humanizada que, atacada por todos lados, acababa desfigurada. Un cohete de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) le cegaba un ojo; una cinta le tapiaba la boca; en la nariz se le metía la Constitución de la cual salían fajos de billetes de dólares que se embolsaban unos yuppies de Wall Street; desde un helicóptero con una esvástica pintada una mezcla de rambos y nazis le disparaban con metralletas, dejándole destrozado un hombro; desde otro helicóptero, marcado por el símbolo de los dólares y la palabra «Lies» (Mentiras), le plantaban una jeringuilla en el brazo, mientras tiraban unas cruces al aire… El mensaje era claro: la democracia estaba siendo atacada por tierra, mar y aire en la llamada Land of Freedom y los principios de la Constitución eran un lejano recuerdo que la derecha en el gobierno se pasaba literalmente por el forro. O que solo utilizaba para enriquecerse.

No hace falta decir que no era la primera vez ni sería la última que, tanto en Estados Unidos (EEUU) como en otras latitudes, un gobierno conservador había provocado una reacción por parte de la izquierda y, más en concreto, de artistas comprometidos con la democracia y la libertad. Para quedarnos al otro lado del Atlántico, solo un par de años antes, durante la campaña electoral que le daría la segunda victoria a Reagan, el poeta y músico afroamericano Gil Scott-Heron le había dedicado al líder republicano una ácida canción, Re-Ron. En aquellos años fueron muchos los artistas –desde Frank Zappa a Joni Mitchell, por mencionar solo a dos de los más conocidos– que criticaron al presidente republicano por su belicismo y su defensa de los valores ultraconservadores cristianos. A mediados de la década anterior, tras el escándalo del Watergate y los años de las presidencias de Richard Nixon, marcados por el reflujo de los movimientos de 1968 y la dura represión gubernamental en el contexto de la Guerra de Vietnam, en otra canción, titulada sintomáticamente Winter in America, el mismo Scott-Heron apuntaba que la Constitución ya no era nada más que «un noble pedazo de papel» y que la democracia era «un ragtime en la esquina». Se estaba viviendo una involución de los valores democráticos, sugería en síntesis el autor de The Revolution Will Not Be Televised, comparando la estación del invierno con los años en la presidencia de Nixon.

Unos años más tarde de la publicación de Bedtime for Democracy, Leonard Cohen titulaba una canción justamente Democracy. La del bardo canadiense es, como de costumbre, una letra que permite diferentes lecturas, tanto espirituales como más políticas. Pero de ella se percibía claramente un poso optimista debido a la esperanza de que la democracia habría llegado por fin a EEUU. El álbum, The Future, salió pocos días después de la victoria del demócrata Bill Clinton en las presidenciales de 1992. Forzando un poco la interpretación, o quizá no tanto, se deducía que durante la década larga de gobiernos republicanos –los de Reagan y George Bush padre– la democracia había brillado por su ausencia en la tierra de Abraham Lincoln.

Podríamos seguir con otros tropecientos ejemplos en la gran mayoría de los países occidentales entre la década de 1960 y el comienzo del nuevo milenio. Baste pensar aquí en las canciones o las declaraciones de cantautores y artistas del más variado tipo en la Italia de los tiempos de los ejecutivos de la Democracia Cristiana y de Silvio Berlusconi, en el Reino Unido de Margaret Thatcher, en la Francia de Charles De Gaulle y Nicolas Sarkozy o la España de José María Aznar. Para muchos el riesgo de una vuelta por la puerta trasera del fascismo y del autoritarismo o, por lo menos, de un recorte de la democracia era real.

Ahora bien, en la última década, sobre todo tras la llegada a la presidencia de EEUU de Donald Trump en 2017, estos gritos de alarma se han multiplicado. Un rápido vistazo a las principales plataformas digitales de música nos lo muestra claramente. No es solo que la democracia ya no es lo que era o no es lo que debería ser teóricamente –como apuntaba sagazmente Javier Krahe en ¡Ay, Democracia!–, sino que su debilitamiento es cada vez más profundo y general. Esos fantasmas del pasado, evocados aún con cierta sorna en los tiempos de Reagan, Thatcher, Berlusconi o Sarkozy, se han convertido en monstruos con caras y ojos que no solo recortan derechos o atacan a las clases trabajadoras para favorecer a los ricos, sino que cambian las reglas del juego democrático, no respetan la separación de poderes, destruyen el pluralismo informativo y acaban instaurando sistemas autocráticos donde la democracia, la libertad y la igualdad han, literalmente, desaparecido.

Este libro no va de canciones ni de cantautores. Su contenido tampoco tiene que ver con las preocupaciones que en los últimos setenta años los artistas o, más en general, las heterogéneas izquierdas del mundo occidental han mostrado frente a los retrocesos democráticos –reales o temidos– que se estaban viviendo cuando la derecha –una derecha que no daba golpes de Estado, ni instauraba regímenes autoritarios, vale la pena matizar– ocupaba el gobierno. El volumen que el lector tiene en sus manos va de la amenaza que representan las nuevas extremas derechas para el futuro y la mera supervivencia de los sistemas democráticos. Sé muy bien que el título puede parecer desmedido y excesivamente pesimista, pero la cuestión que plantea está sobre la mesa: ¿se están extinguiendo las democracias? Vale la pena preguntárselo seriamente y analizarlo con detenimiento.

'Lucha de tribus'

Este libro, pues, habla de la democracia, de sus crisis, las causas de estas y sus consecuencias, pero sobre todo se centra en uno de los actores –el principal actor, todo sea dicho– que la está amenazando, a saber, las extremas derechas a nivel global. En las siguientes páginas, consecuentemente, se hablará de su paulatino avance, su normalización, su desdiabolización, su discurso, sus políticas, sus estrategias y sus objetivos. En él he querido ampliar el análisis que he desarrollado en mi anterior monografía, Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla, abordando cuestiones que ahí había solo mencionado de pasada y otras a las cuales no le había prestado la debida atención, así como temáticas que han surgido o se han potenciado después de la publicación de ese libro. Como aquel, en este también se utilizan las herramientas de la investigación histórica con el objetivo de mostrar tanto el desarrollo de una serie de procesos en una perspectiva de long durée, así como la existencia de analogías y diferencias con el pasado. Junto a las herramientas históricas se utilizan también las de otras ciencias sociales, como la politología, la sociología y el derecho principalmente, así como los trabajos periodísticos, fuentes primarias imprescindibles cuando se estudia la actualidad. Como el lector puede fácilmente comprobar, se trata, pues, de un libro de historia del tiempo presente –o historia actual, si se prefiere– que debe lidiar con las dificultades de estudiar y analizar dinámicas que se están desarrollando hoy y que no sabemos cómo ni cuándo terminarán.

Si fuese cierto lo que el líder comunista chino Zhou Enlai dijo a principios de la década de 1970 sobre la Revolución francesa –«es demasiado pronto para valorarla»–, este libro no tendría sentido. Ahora bien, por un lado, Zhou Enlai jamás lo afirmó o, mejor dicho, malinterpretó la pregunta que le hicieron, pensando que querían saber su opinión sobre los acontecimientos de 1968, y no sobre la revolución de 1789. Por otro lado, no solo todo trabajo historiográfico se refleja y dialoga con el presente, sino que buena parte de la historia es también historia del tiempo presente, desde los tiempos de Tucídides que en Las guerras del Peloponeso estaba describiendo unos hechos que había vivido. Como apuntó acertadamente Timothy Snyder, «la historia es y debe ser pensamiento político, en el sentido de que abre una brecha entre la inevitabilidad y la eternidad, impide que oscilemos entre una y otra, y nos ayuda a ver el instante en el que podemos cambiar la situación». En El camino hacia la no libertad, el historiador estadounidense se proponía «recuperar el presente para el tiempo histórico y, de esa forma, recuperar el tiempo histórico para la política. Eso significa tratar de comprender una serie de hechos interrelacionados dentro de la historia del mundo en nuestra propia época». En cierto sentido, y humildemente, este libro también tiene un propósito y unos objetivos similares.

Es menester aclarar inmediatamente que no se cree que las extremas derechas representadas por líderes como Trump, Bolsonaro, Milei, Orbán, Meloni, Le Pen o Abascal son «la causa inicial del deslizamiento de la democracia hacia la posdemocracia»; más bien, como apuntó acertadamente Carlo Galli, son un síntoma o, más precisamente, «el resultado más evidente de la crisis interior de la democracia». Dicho esto, es ya evidente que el principal riesgo para que nuestras democracias se extingan lo representan justamente las extremas derechas, ya que, en palabras de Anne Applebaum –que no es exactamente una peligrosa bolchevique–, sus líderes, que gobiernan cada vez más países, «quieren derrocar, sortear o socavar las instituciones existentes, destruir todo lo que existe».

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