Los diablos azules

Un Día del Teatro con los teatros vacíos

El Teatro EDP Gran Vía, cerrado por la crisis sanitaria del coronavirus.

En el segundo viernes de confinamiento por la crisis sanitaria provocada por el coronavirus, los colaboradores de Los diablos azules proponen lecturas que sirvan de compañía durante la cuarentena. Aquí puedes leer todas las recomendaciones de este número y aquí, los contenidos de números anteriores. Aquíaquí

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En esta nueva semana de confinamiento celebramos del Día Internacional del Teatro con los teatros vacíos. El día 27 de marzo es un día un poco más triste porque nuestros titiriteros no subirán al escenario. No es banalidad celebrar la literatura, el teatro, cuando estamos frente a una crisis sanitaria sin precedentes con unas consecuencias que aún no nos atrevemos a prever. Que me disculpe aquel que se sienta ofendido, pero hoy más que nunca siento que el arte nos salva, nos identifica como seres humanos, nos lleva al silencio, que es el lugar de la reflexión y de las palabras pensadas, y nos hace solidarios.

La primera vez que asistí como espectadora a una obra teatral tenía ya 17 años. Soy de un pueblo pequeño y tuve que esperar a ir al instituto del pueblo de al lado para que un profesor nos llevase a ver Divinas palabras, de Valle-Inclán. Recuerdo este hecho porque para mí resultó vital. Tanto es así que he dedicado mi vida al estudio y a la enseñanza de la literatura. Todo gracias a ese profesor que me invitó al teatro e iluminó el enmarañado camino de la adolescencia despertando en mí lo que supe que sería mucho más que una afición o una vocación. Que sería "mi pasión volcada y sin salida", como diría el poeta Ángel González. Por supuesto, en aquel lejano año de 1987 no entendí nada de la obra, pero llegó a mí el desgarro profundo de los actores, me conmovió hasta las lágrimas lo que intuí grotesco, supe como si estuviera en presencia de un oráculo que esas palabras dichas en hora y media eran realmente divinas. Aunque después he visto esta obra muchas más veces, nunca ha dejado de acompañarme aquello que me sacudió, que me agitó tan profundamente.

Estos días de aislamiento, acatando obedientemente el #Quédateencasa, decidí volver a ver teatro amparada por las nuevas tecnologías. Esta vez soy yo la profesora y he compartido con mis alumnos la obra de Antonio Buero Vallejo. Se fían de mí porque vamos juntos al teatro los fines de semana del curso. Ahora lo hemos visto a través de la pantalla del ordenador y lo hemos comentado por correo electrónico. Pero de algún modo hemos seguido yendo al teatro. Rodrigo me habló de la frustración que sintió cuando terminó Historia de una escalera. Vio en esa escalera el símbolo de la pobreza no sólo física de los personajes. "No han sido capaces de luchar por sus sueños, su triste realidad es su escalera”"me escribió. Leyre "flipó" con La Fundación. "Profesora, creo que Tomás nos recuerda a todos que nos inventamos un mundo ficticio para no afrontar lo que nos duele, todos lo hacemos en algún momento. Quiero volver a ver esta obra con mi madre. Me encantó el final, porque yo los quiero salvar y puedo hacerlo". Alberto me comentó que hay una frase en El tragaluz que le dio la pista para entender todas las obras que hemos visto juntos de Buero Vallejo: "Es mejor saber la verdad, aunque duela”"Estoy pensando que voy a buscar el contacto de mi profesor de bachillerato.

Buero Vallejo, que tan bien supo reflejar la sociedad y los problemas de su propio momento histórico, llega ahora a estos alumnos que son parecidos a mí cuando también tenía 17 años y los deslumbra. Porque los grandes autores como él se hacen universales, porque en sus obras podemos encontrar nuestra cotidianeidad, o mejor, lo que nos resulta actual. Por eso voy al teatro con mis alumnos a ver a Buero Vallejo, a Federico García Lorca, a Valle-Inclán, a Miguel Mihura. Y en sus ojos abiertos me vuelvo a ver yo, sabiendo que el teatro será para siempre parte de su vida. Y que los salvará como nos está salvando en estos momentos tan difíciles, tan ruinosos, tan preocupantes, tan angustiosos.

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Volveremos a llenar los teatros y volveremos a aplaudir a nuestros "teatreros", como dice mi amiga y directora artística María Elena Diardes. Mientras tanto, aplaudimos y aplaudiremos de pie, con firme corazón y agradecimiento, a todos aquellos que nos cuidan cada día con una generosidad que espero sepamos agradecer por siempre.

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Sonia Asensio es profesora de Literatura.

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