José Luis López Bretones rompe su silencio

Antonio Fructuoso

Otra vez la poesía -José Luis López Bretones

Sonámbulos Ediciones (2024)

 

Los lectores de poesía estamos de enhorabuena y celebramos que José Luis López Bretones (Almería, 1966) haya roto un silencio de veinte años con su último libro, Otra vez la poesía, publicado por Sonámbulos Ediciones en 2024. Como ya conocíamos por anteriores entregas (la anterior fue Ayer & mañana, que obtuvo el accésit del Premio Jaime Gil de Biedma en 2004), es la suya una poesía que busca la excelencia intelectual y estética, la belleza y la transcendencia, la musicalidad, la indagación juanramoniana de la palabra precisa y su poder evocador, así como su exacto encaje en el pentagrama del verso.

Y por supuesto, como pedía Guillermo Carnero, el hallazgo afortunado de imágenes que cristalizan e ilustran, con su resonancia sensible, el contenido intelectual del poema, la carga metafísica de las ideas. Considero asimismo un acierto el tono elegíaco y desengañado que impregna las páginas de Otra vez la poesía, fruto de la sabia y lúcida mirada que otorga el paso de los años.

La primera parte del libro, cuyos poemas sirven en cierto modo de "poética", inciden en la perplejidad y el vértigo que nos depara, en la madurez, la certeza del inasible paso del tiempo. Y la búsqueda de un sentido, una justificación y una huella perdurable a través de la palabra poética; pero asimismo la dificultad de esa pesquisa, las dudas sobre el valor y la capacidad del lenguaje para expresar la esencia y la verdad de las cosas, para estar a la altura de la experiencia y comprensión directa del mundo (La mirada y las palabras), e incluso el valor del silencio para estar a la altura de la música del mar (en el hermoso y decantado Nocturno en Tamariu).

La segunda y la tercera parte ahondan en la metafísica del tiempo, la existencia y los recuerdos, con poemas tan memorables como Der Kessel, cuya lectura impresiona hondamente, con imágenes que dejan sin aliento ("por qué no acuden nunca los refuerzos / que organizó el acaso en falsos mapas (…) Mira tu puesto rodeado / de cráteres y pozos que atestiguan / la intensidad sin tregua del asedio"), o con la belleza elegíaca y crepuscular de Nuestra vida jamás regresará, sublimación de la experiencia humana en torno a lo irrevocable del pasado y lo vivido.

La cuarta sección le depara al lector el feliz deslumbramiento del poema Nuestra casa, que introduce una metafísica de la luz y del amor, con esa casa que se convierte en una alegoría del amor de quienes han encontrado en ella el cobijo y la dicha, un íntimo refugio donde guarecerse de la mezquina intemperie del exterior. Y esa casa, que es un trasunto del universo entero, casi a modo de Aleph borgiano, está descrita pictóricamente con un ascetismo luminoso, propio de la paleta de Zurbarán. Esta cuarta sección nos regala también el rotundo mazazo ético de No quise, que ilustra con contundentes imágenes el precio de la dignidad del alma y de la nobleza de espíritu: "Nunca quise halagar a quien desprecio / y desde entonces sufro este destino". O el misterio inquietante, también casi borgiano, de Alguien que espera: "Hay alguien esperándote en la casa / (…) Es una habitación vacía y blanca. / Y alguna vez tendrás que abrir la puerta".

Parva naturalia, el poema que abre la quinta sección, nos ofrece la sabia lección del epicureísmo de Lucrecio, con su visión desmitificadora de la naturaleza: hay que tener el valor, la sabiduría y la grandeza de espíritu necesarias para desterrar los errores y los mitos y atreverse a contemplar el mundo y la existencia tal como son, "un reino de ciega indiferencia / frente al que siempre ha sido preciso batallar", que es también, por cierto, la concepción schopenhaueriana acerca de estos asuntos. Igualmente, en Estrellas errantes se pone de manifiesto que no nos vale la lección de las vidas y experiencias ajenas, con sus ejemplos de ascenso y caída; que el vanitas vanitatum del Eclesiastés no basta, no sirve de consuelo: "No obstante, nada de eso me consuela. / No he venido a vivir vidas ajenas: / mi suerte es sólo mía, y no le incumbe / el rastro de una estrella diferente".

Pero quizá es el magnífico poema que cierra el libro, Al acabar un año, el que mejor ilustra toda esta visión del mundo: la ética individual como único asidero para afrontar con fortaleza de ánimo las adversidades, para alcanzar la sabiduría y lucidez necesarias para ver las cosas como son y no esperar nada; y pese a ello ser capaz de mantener la serenidad de alma, la dignidad y el orgullo, la voluntad de seguir adelante con un humilde y callado heroísmo: "Detrás de ti no cunde ningún sueño / ni impulsa hacia delante meta alguna: / estás aquí tan sólo y es bastante / para mostrar tu orgullo ante la nada. (…) La voluntad de ser tú mismo te sostiene / y el ansia de ser digno ante los tuyos".

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Y he dejado para el final el que es, a mi juicio, uno de los mejores poemas del libro: Aerotransportada. Este poema retoma el tono épico de Der Kessel y su lectura provoca asimismo una honda impresión, con unas imágenes deslumbrantes. Un poema redondo, perfecto y demoledor en el cual el poeta despliega una sublimación de la sensación de desorientación y desamparo, de caos e incertidumbre ante la angustiosa inminencia de un ataque que no termina de producirse nunca. Se trata de un poema magistral, antológico; de esos poemas felices e inspirados que parecen dictados de un tirón por un numen propicio, y cuyo verso final adquiere una resonancia infinita, que perdura largo tiempo en la memoria y en el alma del lector: "Y no vienen refuerzos. Ni amanece".

En definitiva, José Luis López Bretones nos entrega en Otra vez la poesía el testimonio ‒largamente esperado‒ de una de las voces más genuinas de la poesía española actual.

* Antonio Fructuoso es profesor de Instituto en Alicante.

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