Continuará

'Mrs. America', gozosa aproximación a la lucha feminista

Cartel promocional de 'Mrs.America'

Piedad Sancristóval

Mrs. America está siendo una de las sensaciones de la temporada. En medio de un aluvión de ofertas y con la derecha española queriendo culpar al feminismo de la tragedia del coronavirus, las redes sociales y la prensa han celebrado esta miniserie de nueve episodios disponible ya completa en HBO sobre la lucha feminista de los años 70 en Estados Unidos.

Entre sus numerosos fans en España se encuentra Cristina Boscá, primera mujer en dirigir Los 40, escritora, Dj y feminista. Boscá destaca esta propuesta en conversación con infoLibre, entre todas las que ha consumido gracias a la cuarentena.

La propuesta es obra de Dhavi Waller, guionista canadiense con una hoja de servicios que incluye episodios de Mujeres desesperadas, Mad men, o la interesantísima y ahora disponible en Filmin Halt and cath fire. Esta serie sobre el mundo de la informática ochentera fue adquiriendo una deriva feminista durante sus cuatro temporadas y es otra propuesta que recomendamos desde Continuará.

Cuando finalmente Dhavi Waller se planteó hacer su propia serie tenía claro que quería que fuera política. La había mamado en su casa y era la conversación que apasionaba a sus padres y a ella desde niña. Y también decidió que fuese femenina. Documentándose encontró la lucha por la ratificación de la enmienda de la igualdad de derechos en Estados Unidos durante los años 70. En aquel momento se dio la segunda ola feminista, con figuras que han quedado como grandes referentes en el movimiento, Gloria Steinem, Betty Friedan, Bella Abzug o Shirley Chisholm. La lucha incluía la diversidad racial, derechos laborales, derecho al aborto, visibilización de las mujeres homosexuales… Frente a estas feministas históricas que tuvieron una presencia estelar en la década, emergió el personaje al que Waller terminó dando el protagonismo de su guion, Phillis Schlafly. Una líder conservadora que se oponía a las conquistas de sus coetáneas. Waller supo ver en este contraste una veta de conflicto e interés para su serie. Una mujer que se oponía virulentamente a las feministas pero se comportaba como ellas en muchos aspectos, aunque usando más laca. Luchaba por su lugar en el mundo, su crecimiento personal y por tener una vida más allá de la cocina de su hogar.

La guionista y productora ha declarado que descubrió que en este momento de la historia abundaban personajes con una fuerza tremenda. Y no le importó poner el foco también en el ala reaccionaria. “Trato de acercarme a cada personaje con cariño, como lo haría una terapeuta. Busco las debilidades, miedos e inseguridades que les impulsan. Me inspira mucha compasión la gente que tiene miedo. No sólo hay que mirar sus actos” dice. Por ejemplo, es cierto, como se refleja en un episodio, que la implacable abanderada de la oposición a los logros feministas tuvo un hijo gay que salió del armario. A partir de este dato, Waller se interesa por “cómo se puede vivir esto en un hogar que está luchando contra los derechos de los homosexuales, que pasa en un ambiente en el que no se puede ser como eres”.

Jeffrey Epstein, desmontando a un asqueroso

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Precisamente, una de las hijas de la reaccionaria protagonista, Anne, reconoce que la ambientación de la serie es tan buena que le apabulla ver en pantalla su casa de la infancia reproducida fielmente, incluida su tetera y el que su hogar fuera un centro de trabajo en pura ebullición, pero afirma que su madre era más cálida de lo que aparece en ficción. “Tenía una opinión fuerte sobre todo, nunca decía “no lo se” y con ella sabías a qué atenerte”. También se queja de que en la serie el sexo bueno y divertido es para las feministas. Por su parte, recientemente, una de las líderes feministas tratada con más cariño por esta serie, la activista Gloria Steinem, también se ha quejado. En su caso porque el peso de Phillis Schlafly está exagerado. Según ha declarado, no fue tan importante en obstaculizar la lucha feminista. De hecho, Steinem dice que las mujeres, incluidas las conservadoras, no tienen el poder suficiente para cambiar los hechos determinantes, y que las compañías de seguros iban a perder con la igualdad de la mujer y su presión fue mucho más dañina para la lucha que Phillis Schlafly e ignorada en la serie.

Pero como decía Mariano Barroso hace unas semanas en esta misma sección, cada versión de una historia es una entre cientos de miles, y no parece que la serie iguale el poder de ambos “bandos”, simplemente los retrata y contrapone. De hecho, la ficción señala en su final muy claramente lo que Steinem no ve, el ninguneo que sufre una auténtica luchadora como fue Phillis Schlafly, víctima de sus contradicciones y de un patriarcado implacable. Es un viaje a ninguna parte de la protagonista, de mujer objeto que no consigue ser escuchada a mujer ignorada y frustrada. Es precisamente el final una de las piezas más interesantes de la serie, nos saca de esta lucha por la enmienda y nos hace volver a repensar la serie. Hemos estado presenciando el nacimiento de una derecha “alternativa”, que coquetea con los extremismos y que desde entonces cambió para siempre el partido republicano americano, con las implicaciones que esto ha significado para todo occidente y las resonancias que tiene actualmente.

Mrs. America es visualmente muy atractiva, con un grano y una saturación de color que recuerdan a la época en la que suceden los hechos y una cabecera que nos pone a bailar. Es una famosa versión disco de la quinta sinfonía de Beethoven con unas ilustraciones que nos sacan de nuestros pensamientos y nos llevan a los 70 de golpe. Y el reparto es un derroche de talento. Cate Blanchett vuelve a sacar matrícula de honor con su interpretación y es una de las productoras de la serie. Lógico, teniendo en cuenta la riqueza de su personaje, una mujer poderosa que a duras penas se hace la sumisa y que experimenta contradicciones de las que ni siquiera es consciente. La acompañan varias probables candidatas a los próximos Emmys, Sarah Paulson entre ellas. La ambientación de las oficinas, casas, convenciones políticas, vestuarios… es un festival estético. Incluso el material de promoción de la serie es puro pop. En resumen, se trata de un curso sobre la historia del feminismo, sobre las dificultades del activismo, sobre las tensiones que se experimentan en la sociedad cuando se avecinan cambios. Comienza el relato con algunos momentos confusos porque da por hecho que los espectadores sabemos más de lo que sabemos sobre temas muy específicos y administrativos de la política de los setenta, pero una vez ajustado el tono, cada vez va quedando más clara la intención de su autora. Por supuesto es un relato de parte, como todos los que han existido y existirán, pero propuesto por una mujer inteligente que ha sabido escoger un ángulo que enriquece la historia.

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