California se prepara para la devolución masiva de migrantes a México

Archivo - Migrantes en la frontera de México y Estados Unidos

Nejma Brahim (Mediapart)

Bakersfield (California, EEUU) —

En el aparcamiento de la tienda de bricolaje Home Depot de la avenida Ming de Bakersfield, al norte de Los Ángeles, Carlos espera a que alguien le ofrezca un trabajo. Si le contratan, podría ganar 150 ó 160 dólares al día en una obra. El jueves 16 de enero, no había tantos como de costumbre allí plantados. Un poco más allá, sólo se atrevió a aparecer un pequeño grupo. Allí mismo fue donde, la semana anterior, irrumpió la policía de fronteras para detener a los trabajadores inmigrantes, pillándolos sorprendidos y aterrorizados.

“Uno de los policías se me acercó para preguntarme por los jornaleros, pensando que yo era uno de ellos”, relata Gustavo, guardia de seguridad, mencionando de paso el prejuicio racial al que fue sometido por sus rasgos hondureños de ojos almendrados y tez morena. “Pensé que eran los servicios de control de la inmigración [ICE -ndr] o la lucha contra la droga”. A las 11.30 de la mañana, el policía de paisano se apartó a un lado de la carretera e invitó al resto de vehículos policiales a hacer lo mismo.

Carlos lleva veintiún años viviendo en Estados Unidos, pero sigue sin papeles. Aquel día escapó por los pelos de la policía de fronteras gracias a Gustavo, que le avisó por teléfono. Fue “tan triste”, dice el guardia de seguridad. “De los veinticinco trabajadores que había, se llevaron a quince”. Carlos dice que no tiene miedo, pero está alerta. Su mirada se desvía en cuanto oye el ruido de un motor, para comprobar quién se acerca. “Si te cruzas con la policía, no debes mostrar que tienes miedo. Es como cuando te encuentras con un perro: si tienes miedo, es cuando te muerde”.

Con una gorra negra y gafas de sol, este hombre de 40 años cuenta cómo se libró de un control de tráfico, a pesar de no tener carné ni papeles. “Miré al policía directamente a los ojos y le dije que lo había dejado todo en casa.” Denunció el racismo, que considera tan fuerte en Estados Unidos, y arremetió contra los inmigrantes que son “criminales” o “delincuentes”.

Y llega a defender a Donald Trump: “Tiene mano dura”, dice, imitando un puñetazo sobre la mesa. “Quiere echar una red y recoger todos los peces posibles, pero no tocará a gente sin historial como yo.”

Deportaciones a México

Su amigo Gustavo le interrumpe, algo molesto: "Sí, claro. Si no te hubiera avisado tú ya estarías en El Salvador” Carlos se ve obligado a admitir que las redadas del condado de Kern el martes 7 de enero y los días siguientes no perdonaron a nadie y que afectaron a simples trabajadores inmigrantes. “Conozco a personas que fueron detenidas”, admite. No pudieron ser deportados a tiempo porque presentaron un recurso, así que los soltaron con una pulsera electrónica”.

En un grupo de Facebook para trabajadores agrícolas latinos en Estados Unidos, Víctor, un joven mexicano, relata su deportación: “Me llevaron el 7 de enero sobre las 9 de la mañana. Una furgoneta nos paró sin motivo y otras dos nos rodearon. Nos pidieron los papeles, pero no teníamos. Nos apuntaron con sus armas y nos obligaron a salir del coche”. El resto fue “bastante rápido”, toma de huellas dactilares y un viaje forzado en autobús hasta Calexico, en la frontera con México, sin poder recurrir ante los tribunales.

Gustavo, que tiene el estatus “DACA” (reservado a las personas que llegaron a suelo estadounidense siendo menores de edad), y cuya madre está intentando regularizar su situación, no se atreve a imaginar cómo será la situación con la nueva administración Trump. “Estoy seguro de que fue una prueba para la policía fronteriza, para ver a cuánta gente podían detener y deportar, y luego ajustar las operaciones bajo su mandato”.

Esta opinión es compartida por muchos en Bakersfield, a quienes les cuesta entender cómo se ha podido organizar una redada así en un llamado “Estado santuario», y mucho menos por parte de la policía de  fronteras, que suele actuar en zonas fronterizas, y no aquí, 400 kilómetros tierra adentro.

Oficialmente han sido detenidas 78 personas, pero el sindicato United Farm Workers calcula, basándose en los testimonios recibidos, que han sido detenidas más de 180. También se ha informado de varias expulsiones. “Desde el punto de vista jurídico, es difícil decir que han sido deportados, porque se les obligó a firmar un formulario de retorno voluntario, pero bajo intimidación”, explica Antonio de Loera-Brust, responsable de comunicación.

No sólo las mujeres y los niños pierden de repente a sus cónyuges y padres, sino que “también pierden una fuente de ingresos”, insiste. “Se ha difundido mucha información falsa”, añade la abogada Sara López, miembro de la Rapid Response Network, creada en 2018, durante la primera era Trump, para ayudar a los inmigrantes y documentar violaciones de derechos.

“La policía de fronteras también dijo que era una operación dirigida a narcotraficantes y criminales”, cuando la mayoría de las detenciones se produjeron en lugares públicos o en la carretera, de camino al trabajo. Recuerda a una madre que fue deportada a México y tuvo que dejar a sus dos hijos en suelo estadounidense. “Una amiga los ha recogido y va a intentar llevarlos con ella. Son situaciones terribles”.

Una “prueba” para prepararse para el mandato de Trump

Según la red de abogados y activistas, que se prepara sobre todo para el 20 de enero (día de la toma de posesión de Donald Trump), se trata de una de las mayores operaciones llevadas a cabo por la policía de fronteras en los últimos tiempos. La policía la denominó “Devolver al remitente” y, al parecer, actuó “por iniciativa propia”, utilizando todos sus efectivos. Los controles continuaron hasta el viernes.

“Sin duda es una prueba para ver qué pueden hacer con Trump. Quiere deportar a millones de personas y de momento no hay suficientes agentes, así que requiere organización”, apunta Sara López, cuya red organizó el viernes 10 de enero una manifestación en Bakersfield para protestar contra esos métodos, así como dos talleres de sensibilización sobre derechos para prevenirlos.

A la espera de Fresno y Sacramento, donde ya han anunciado que intervendrán, la policía fronteriza también ha puesto en su punto de mira el Mercado Latino, un lugar emblemático de la ciudad donde acuden muchos inmigrantes latinos, algunos de ellos indocumentados.

Desde el garaje que poseen junto al colorido mercado, Karina y Chris aún no se lo pueden creer. “Han detenido a gente inocente. Muy mal lo que han hecho”, dice Karina. Su marido añade: “Entendemos que tienen que hacer su trabajo, pero no así.”

Era un día normal en Bakersfield y surgieron de la nada

Karina, inmigrante y residente en Bakersfield

La pareja cuenta cómo un inmigrante que había obtenido la nacionalidad estadounidense y su amigo, titular de un permiso de trabajo, fueron acosados mientras se encontraban en su vehículo. “Los agentes querían que bajaran la ventanilla del todo, pero sólo la bajaron hasta la mitad. Acabaron pinchándoles las ruedas, diciéndoles que no podrían moverse de aquí. Y se los llevaron, aunque estaban en regla”. La policía también detuvo al abuelo de una amiga de su hija que no tiene papeles y del que no se sabe nada desde entonces.

“Era un día normal en Bakersfield y surgieron de la nada”, señala Karina, que añade que desde entonces “la gente tiene miedo y ha abandonado la zona”, hasta el punto de afectar a su negocio y al de los comerciantes del mercado.  Karina, inmigrante salvadoreña, sin papeles durante dieciséis años, se siente afortunada de haber escapado a esta angustia. “No conseguí mis papeles hasta hace cinco años, porque me casé con un americano”.

Cuando conoció a Chris, veinte años antes, ella no hablaba ni una palabra de inglés y él no hablaba ni una palabra de español. Así que aprendieron el idioma del otro, escribiéndose cartas y traduciéndolas palabra por palabra. Karina ha animado a sus dos hermanos a reunirse con ella en Estados Unidos, pero están en situación irregular. “Entre el 60 y el 70% de la gente de aquí son inmigrantes. Trabajan en el campo, no están aquí para cobrar ayudas sociales”, asegura.

Consecuencias económicas

Durante la pausa para comer, en la estación de servicio Chevron de la 7ª Standard Road de Bakersfield, Jack coincide con ella y recuerda lo mucho que el condado “necesita a estos trabajadores agrícolas”. “Los lugareños ya no quieren hacer estos trabajos, las condiciones laborales y los horarios son demasiado difíciles”, dice Jack, barba y pelo blanco, con aspecto de hombre “semiretirado” a sus 80 años.

Desde hace años, los latinos pasan por la tienda de la gasolinera, a menudo por la mañana, para comprar algo de comer antes de dirigirse a los campos donde machacan sus cuerpos. El martes 7 de enero, la patrulla fronteriza sólo se fijó en “los que parecían hispanohablantes o vestían como trabajadores del campo”, lamenta. Los agentes sacaron a los trabajadores de la tienda para detenerlos.

“No tenían derecho a detenerlos delante de nuestra entrada, ya que se trata de una propiedad privada. Pero mis empleados no conocían esa norma”. El propietario del negocio lo considera una “trampa” tendida a los inmigrantes, y cree que los agentes habían venido a explorar la zona la mañana anterior, para asegurarse de “pillar a mucha gente”. “Es tan injusto”.

A Richard Gearhart, economista y profesor asociado de la Universidad de Bakersfield, le preocupan los efectos nocivos de una redada de este tipo en la economía local, la educación (algunos padres han dejado de llevar a sus hijos al colegio) y la salud (algunos inmigrantes han renunciado a recibir tratamiento hospitalario por miedo a ser detenidos).

En su despacho, nos recuerda las características de un condado como éste, que cuenta con 70.000 inmigrantes indocumentados, es decir, el 7% de la población. “En un Estado donde se produce el 20% de los alimentos de Estados Unidos, por un valor de casi 10.000 millones de dólares cada año, la mitad de los trabajadores agrícolas son indocumentados. Eso es enorme.”

Y esta caza del hombre ya está teniendo repercusiones: una caída drástica de la actividad de las pequeñas empresas, un 50% menos de mano de obra y pérdidas financieras significativas. “Equivale a unas pérdidas de 20 millones de euros en una semana para todas las explotaciones de la zona”, estima el economista, que menciona también el sector de la construcción, donde entre el 20% y el 25% de los trabajadores no tienen papeles, y los de restauración y mantenimiento. La policía de fronteras se cuida de no mencionarlos en sus comunicados contra la inmigración.

“Hay que ser ignorante para creer que se puede deportar a la gente y que vas a seguir como antes. No tenemos suficiente mano de obra y nunca la hemos tenido. Todo esto acabará disparando la inflación, la tasa de pobreza y, en consecuencia, la tasa de criminalidad. Si Trump aplica su plan de deportaciones masivas, será una devastación económica.” Ironías del destino, quienes votaron a Trump también sufrirán las consecuencias ... “Algunos están ahora rogando al próximo presidente que no se meta con las granjas de Bakersfield.”

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Traducción de Miguel López

 

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