El precio que paga Netanyahu por firmar la paz con Hamás

El ambiente en Israel desde el jueves 16 de enero oscila entre la esperanza del regreso de los rehenes y una especie de normalidad, con una pausa en la guerra, y la amargura. Muchos israelíes rechazan el acuerdo, que consideran una rendición. La “erradicación” de Hamás prometida por Benjamin Netanyahu no se ha producido. Peor aún, para los partidarios de un “Gran Israel”, este acuerdo compromete la posibilidad de una anexión pura y simple de Gaza, o al menos de su parte norte.
Las familias de los soldados muertos en Gaza (407 desde el inicio de la ofensiva terrestre, 50 de ellos en los últimos tres meses) se concentraron el miércoles por la noche ante la residencia de Netanyahu, en la calle Balfour de Jerusalén, para protestar contra lo que consideraban un desastre.
A mediodía del viernes 17, el gabinete de seguridad israelí aprobó el acuerdo de alto el fuego y el intercambio de rehenes por prisioneros. Ahora el gobierno debe aprobarlo en una reunión que estaba prevista a última hora del día.
Pero el jueves por la noche, Itamar Ben Gvir, el ministro que dirige el partido supremacista Otzma Yehudit (“Poder Judío”), anunció que su partido abandonará la coalición si se aprueba el acuerdo de alto el fuego. Ben Gvir también se jactó de haber impedido en dos ocasiones un acuerdo con Hamás para la liberación de los rehenes, poniendo así en evidencia a Netanyahu, que siempre había culpado del fracaso de las negociaciones al movimiento palestino.
Sin embargo, desde que el partido de Gideon Saar se unió a su antiguo rival Netanyahu en septiembre, Ben Gvir ya no está en posición de hacedor de reyes. Aunque abandone el gobierno, el primer ministro israelí seguiría teniendo mayoría en la Knesset (Parlamento) y, por tanto, no se vería obligado a jugarse su futuro político en unas nuevas elecciones.
Amargura y alivio
Además, la supervivencia política de Ben Gvir no está en absoluto asegurada: si da un portazo podría quedar marginado por mucho tiempo, a menos que recurra a acciones violentas contra las instituciones israelíes. En una declaración realizada el jueves, afirmó que su partido estaría dispuesto a volver a formar parte del gobierno si se reanudaran los combates contra Hamás tras la tregua.
El partido del ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, representante del sionismo religioso y ferviente partidario de los colonos, anunció el jueves que permanecería en el gobierno durante la primera fase del acuerdo, pero que lo abandonaría si la guerra no se reanudaba al final del periodo de 42 días.
A pesar de esas fanfarronadas políticas, el ambiente en Israel está impregnado de emoción: el posible regreso de algunos de los rehenes suscita tanta esperanza como ansiedad ante la idea de que un escenario largamente esperado pueda derrumbarse en el último minuto. Este alto el fuego, aunque temporal, responde a un sentimiento de hastío tras quince meses de guerra, el conflicto más largo para Israel desde su creación en 1948. La economía israelí se ha resentido, la población está cansada y los reservistas son reacios a incorporarse a filas.
La perspectiva de un procesamiento internacional, como en el caso del soldado israelí implicado en un probable crimen de guerra y que tuvo que huir de Brasil, preocupa a los israelíes, que viajan con frecuencia tanto por placer como para evadirse –aunque sea brevemente– de la vida diaria del país. En consecuencia, la amargura por lo que muchos consideran un mal acuerdo se ve atenuada por una forma de alivio.
Lo que contiene el acuerdo y sus zonas grises
Pero este alivio parece que va a ser efímero. De hecho, ¿qué credibilidad y duración puede atribuirse a este acuerdo? La primera fase es la más detallada, lo que plantea dudas sobre la aplicación de las tres siguientes.
El acuerdo prevé un alto el fuego inicial de cuarenta y dos días, a partir de las 12:15 (hora israelí) de este domingo 19 de enero, con la suspensión de las operaciones militares y de los vuelos de vigilancia en Gaza. Los sobrevuelos diarios, así como la amenaza de los aviones no tripulados y los cazas de combate, están agravando el estrés postraumático que sufren los gazatíes. Mohand al-Ashram, un músico de Gaza, publicó un vídeo que se hizo viral en el que intentaba tranquilizar a los niños a su cargo transformando los rugidos de los aviones en música.
Esta fase irá acompañada de una retirada gradual de las fuerzas israelíes. Esos cuarenta y dos días estarán jalonados por la liberación gradual de 33 rehenes a cambio de prisioneros palestinos. Por cada mujer o niño liberado por Hamás, Israel liberará a 30 mujeres y niños palestinos, de acuerdo con las listas facilitadas por Hamás. Por cada adulto liberado, Israel liberará a 30 presos enfermos o con condenas inferiores a quince años.
Para Hamás, este alto el fuego supone una victoria simbólica
Los desplazados de Gaza podrán regresar gradualmente a sus hogares a partir del séptimo día. Desde el primer día se incrementará la ayuda humanitaria, con la entrada de 600 camiones diarios, que incluirán combustible y material esencial para la reconstrucción y los servicios hospitalarios.
La fase 2, más incierta, prevé un alto el fuego permanente, la liberación de los rehenes restantes y la retirada total de las fuerzas israelíes.
Por último, la fase 3 establece los principios fundamentales para la reconstrucción de Gaza durante un periodo de tres a cinco años, supervisada por la ONU, Qatar y Egipto.
Para Hamás, este alto el fuego es como una victoria simbólica. Sin embargo, no puede ocultar la magnitud del sufrimiento padecido por los gazatíes en los últimos quince meses: decenas de miles de muertos y heridos y la destrucción de más del 70% del enclave.
La ecuación regional ha cambiado
La ecuación regional ha cambiado considerablemente desde el 7 de octubre de 2023 y es la que determinará el futuro. Las armas se utilizan para cambiar el equilibrio de fuerza sobre el terreno en preparación de las negociaciones políticas, a las que no pueden sustituir en ningún caso. Porque la cuestión política planteada por los palestinos a Israel es la de su autodeterminación y, por tanto, la creación de un Estado palestino. Sin ello, ninguna de las partes podrá vivir en paz en la región. ¿Cómo está la situación hoy?
Aparece una paradoja: mientras Donald Trump se ha rodeado de figuras notoriamente pro-israelíes y favorables a la línea política defendida por Netanyahu, partidarias por tanto de una política anexionista, son ellos los que asumen ahora la responsabilidad política de este alto el fuego.
Durante muchos meses, el mundo ha observado con una mezcla de asombro y disgusto la impotencia de la administración Biden en este asunto, lo que ha suscitado muchas preguntas sobre la existencia real de influencias americanas sobre Israel. La lección que cabe extraer de la secuencia actual, o al menos de su relato, es que todo depende de la voluntad política. En este caso concreto, Trump está sacando partido de su estilo político directo y brutal.
Steve Witkoff, judío y notorio simpatizante del Likud (el partido de Netanyahu), nombrado por Trump enviado especial para Oriente Próximo, llegó a Jerusalén el sábado 11 de enero. El primer ministro le dijo que le recibiría después del sabbat, pero Witkoff le contestó que no esperaría. Netanyahu cedió y acudió al encuentro, demostrando así que no quiere quedar mal con el inquilino de la Casa Blanca. Hay que recordar que, tras el intento abortado de tomar el Capitolio, a Trump no le gustó nada la felicitación de Netanyahu a Joe Biden, que percibió como una falta de lealtad.
El efecto Trump en la cuestión iraní
Así pues las influencias americanas sí existen. Pero ¿cuáles han sido utilizadas para obtener un alto el fuego casi idéntico al propuesto la primavera pasada? Sólo podemos formular hipótesis, pero es probable que Trump, a través de Witkoff, haya utilizado tanto la zanahoria como el palo.
El palo, en este caso, es la colosal cantidad de ayuda militar de Estados Unidos, que asciende a 3.800 millones de euros al año, a los que se añaden partidas extraordinarias para cubrir los costes de la guerra y la compra de munición, principalmente americana.
La zanahoria sería la estrategia americana hacia Irán. Aunque Netanyahu puede presumir de haber debilitado a Hamás y a Hezbolá, y de haber precipitado la caída de Bashar al-Assad, sigue teniendo clavada una espina –una grande– en el costado: la posibilidad, o incluso la probabilidad, de un Irán nuclear. Para destruir militarmente el programa nuclear iraní, Israel necesita el apoyo activo de Estados Unidos. ¿Se habrá hablado de ello durante las negociaciones? Aunque nada hace pensar que Trump esté a favor de tal eventualidad.
El futuro inquilino de la Casa Blanca no ha digerido el hecho de que Barack Obama fuera galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2009, a pesar de que él mismo fue el artífice de los Acuerdos de Abraham, los de normalización entre Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos e Israel. Ya había intentado sacar partido internacional presentándose como el hombre que pondría fin al conflicto israelo-palestino, sobre todo con su intento del “acuerdo del siglo”, llevado a cabo con los auspicios de Jared Kushner.
Para su segundo mandato, ha anunciado claramente que quiere poner fin a dos guerras: la guerra ruso-ucraniana y la guerra en Oriente Medio. Y esto incluso antes de su toma de posesión, prevista para este 20 de enero.
Se ha planteado la idea de organizar una conferencia en Nueva York, copresidida por Francia y Arabia Saudí, sobre la creación de un Estado palestino
Esto forma parte de una puesta en escena casi “mágica” del triunfo de la voluntad política de Trump. A él le parece decisiva la perspectiva de un Premio Nobel de la Paz, y por eso es crucial la cuestión de la normalización con Arabia Saudí. Todas las miradas están puestas pues en Riad: ¿qué podría negociar Arabia Saudí a cambio de una normalización con Israel bajo los auspicios americanos?
Francia podría desempeñar un papel en esta secuencia diplomática. Tras la visita de Estado del presidente Macron a Riad, surgió la idea de organizar una conferencia en Nueva York, copresidida por Francia y Arabia Saudí, sobre la creación de un Estado palestino. Ese evento está previsto para el próximo mes de junio.
La resolución del conflicto le vendría muy bien a Mohammed ben Salmane (MBS), en el marco de su proyecto Visión 2030. La perspectiva de reconstruir Gaza y, por qué no, convertirla en una especie de nueva Dubai en el Mediterráneo, siempre que obtenga garantías sólidas (en particular, la creación de un Estado palestino), permitiría también a MBS asegurarse el apoyo de la juventud saudí, profundamente conmovida por el sufrimiento de los gazatíes difundido en las redes sociales y en los medios de comunicación.
Este escenario –por el momento utópico– presupone importantes concesiones por parte de Israel. Queda por ver si un Irán no nuclear puede canjearse por la creación de un Estado palestino o, como mínimo, por una vuelta al espíritu de los Acuerdos de Oslo.
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Amélie Férey es investigadora en el Centro de Estudios de Seguridad y responsable del Laboratorio de Investigación sobre Defensa (LRD) del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (Ifri). Trabaja principalmente sobre la ética y el derecho de la guerra y el conflicto israelo-palestino.
Traducción de Miguel López