El régimen iraní se queda solo en la región y sumido en una crisis sin precedentes

Es como un país petrificado. Están sufriendo unas temperaturas invernales que las autoridades no parecen haber previsto, y que han sido especialmente bajas en todo Irán, sobre todo en diciembre, cuando alcanzaron los 20°C bajo cero en algunos lugares. También se ha producido una escasez de energía sin precedentes, tanto de gas como de electricidad, debido en parte a los caprichos del tiempo en la mayoría de las provincias, provocando el cierre de escuelas, universidades y oficinas gubernamentales durante varios días, y dando lugar a manifestaciones en varias localidades.
La contaminación también cuenta, cada vez más insoportable en las grandes ciudades, y la parálisis de la economía, con una inflación cercana al 35%, y la interminable caída de la moneda (hoy 800.000 riales equivalen a un dólar) como consecuencia de la pérdida de Siria, la derrota de Hezbolá y, sobre todo, la inminente llegada al poder de Donald Trump.
“Cuando las escuelas y las administraciones no cierran por falta de calefacción, se ven obligadas a hacerlo por la contaminación”, se queja Afsaneh, una residente en Teherán cuyo negocio familiar de confección sólo funciona al 30% de su capacidad por falta de electricidad. “Eso es lo que ocurrió de nuevo el sábado y el domingo pasados. Siempre hay una razón para que el país esté parado. Cuando la gente se encuentra en la calle o en cualquier otro lugar, lo primero que se dice es: ¿Te das cuenta de lo que nos está pasando?”
“Incluso el régimen está completamente petrificado”, continúa Afsaneh. “A pesar de que la situación es totalmente dramática desde todos los puntos de vista, no toma ninguna decisión. Ninguna autoridad se pronuncia sobre los problemas de Irán. Se puede sentir al nizem [régimen -ndr] paralizado por la idea del regreso de Donald Trump al poder y un posible ataque israelo-americano”.
“Todo el mundo dice que esto no puede seguir así”, añade Maryam, otra iraní. “Nos decimos que algo va a pasar, pero nadie sabe qué”.
Industrias paralizadas
Esta escasez de energía, con un déficit diario de al menos 260 millones de metros cúbicos de gas, según cifras oficiales, está asestando un golpe terrible a una economía ya exhausta. Mientras los políticos callan, los dirigentes de ciertos sectores económicos dan la voz de alarma. En una entrevista concedida a la televisión estatal a finales de diciembre, un responsable del enorme complejo industrial de Abbas Abad, al sureste de Teherán, declaró que las industrias allí instaladas sufrían cortes de electricidad de hasta catorce horas diarias.
En la industria siderúrgica, las pérdidas anuales debidas a la escasez energética se estiman en unos 4.000 millones de dólares, según Amir Kashani, director de la Cámara de Comercio de Isfahan, citado por la agencia económica iraní Bourse Press. Y según el representante de la patronal en el Consejo Supremo del Trabajo, Ali-Asghar Ahaniha, “el 50% de los parques industriales iraníes se han visto obligados a cesar su actividad debido a los cortes de electricidad”.
También han cerrado no menos de 80 centrales eléctricas, añadió en una entrevista el 11 de enero con Tasnim, agencia de prensa controlada por los Pasdaran (Guardias de la Revolución). Las granjas industriales de pollos y las centrales lecheras también se han visto gravemente afectadas.
Irónicamente, este año –que terminará el 20 de marzo según el calendario iraní– ha sido bautizado por las autoridades como “el año del gran salto en la producción”.
Lo que enfurece a gran parte de la población es el hecho de que Irán posea la segunda mayor reserva de gas del mundo y la tercera de petróleo. Pero no señala a las sanciones económicas internacionales, en particular americanas, como causa de su desgracia, a pesar de que son en gran parte responsables de la falta de inversiones en el sector energético, empezando por las refinerías, y de que no se hayan renovado las anticuadas infraestructuras del país –su obsolescencia está provocando la pérdida de casi el 25% del gas producido en el país–.
Como se puede ver en algunos titulares de la prensa iraní, lo que está denunciando es la enorme ayuda, a fondo perdido, que el régimen ha prestado al régimen de Bashar al-Assad para garantizar su supervivencia durante los últimos quince años. Los periódicos dan cifras: unos 30.000 millones de dólares en préstamos y ayuda militar. Incluso 50.000 millones de dólares, según los economistas occidentales.
Servicios de seguridad en alerta máxima
A esto hay que añadir los miles de millones invertidos en el proyecto de hegemonía regional, incluida la financiación de lo que el régimen llama el “eje de resistencia”, que va de Teherán a Beirut, pasando por Bagdad, e incluye Sanaa, la capital de Yemen, controlada por los rebeldes hutíes, un eje que parece completamente desarticulado desde el cambio de régimen en Siria. Unas sumas considerables para Irán.
Curiosamente, fue el ministro de Justicia Islámica, el clérigo ultraconservador Gholamhossein Mohseni-Ejei, quien tomó la palabra para deplorar la situación actual, en particular la incapacidad de algunas empresas afectadas por la escasez de energía para pagar a sus empleados –las huelgas no paran de aumentar–. Ya ha alertado a los servicios de seguridad en caso de que la situación se deteriore aún más, para sofocar cualquier levantamiento por hambre, como ocurrió en 2019-2020.
Pero esta no es la única preocupación del mando de la Guardia Revolucionaria Islámica. Ahora muestra su temor a que, una vez instalado Donald Trump en la Casa Blanca, Irán sea objeto de un ataque israelo-americano a gran escala. Los recientes ataques de Tel Aviv contra las defensas antiaéreas iraníes y su capacidad de producción de misiles balísticos han causado gran inquietud en Teherán.
La estrategia revolucionaria está dando paso a una estrategia de defensa nacional, organizada desde suelo iraní
De ahí el anuncio, el 25 de diciembre de 2024, por el general Gholamali Rachid, que dirige la Jatam al-Anbiya, el órgano que supervisa las operaciones militares de la República Islámica, de maniobras “masivas” previstas a escala nacional, tanto “ofensivas como defensivas”, en tierra, mar y aire, llevadas a cabo tanto por los Pasdaran como por el Artesh, el ejército regular.
Denominadas “Eqtedar”(“poder” en persa), estas operaciones durarán varios meses (hasta mediados de marzo). Son una forma de que Irán muestre “el poder de su equipo militar frente a las amenazas israelíes”. Pero al tratar de utilizar estas maniobras como “disuasión” y darles amplia publicidad, el régimen está demostrando más bien su debilidad.
Estas maniobras son las primeras desde el giro estratégico decidido por la República Islámica, que ha abandonado el concepto de “defensa avanzada” que propugnaba hasta ahora, es decir, la protección del territorio desde el exterior, a través de sus proxies. Ahora, la estrategia revolucionaria dará paso a una estrategia de defensa nacional, organizada desde suelo iraní, algo que el régimen ya había empezado a poner en marcha antes de la derrota siria, como demostró el lanzamiento, por primera vez desde territorio iraní (y no por Hezbolá), en la noche del 13 al 14 de abril de 2024, de unos 350 misiles y drones contra Israel.
En un sistema de lo más opaco, también están surgiendo las primeras disensiones jamás vistas entre los partidarios más leales del Guía Supremo y la línea más dura. Aunque cualquier crítica a Alí Jamenei está estrictamente prohibida y castigada con penas de cárcel, Bisimchimedia, un pequeño medio de comunicación próximo a los servicios de inteligencia de los Pasdaran, se tomó la libertad, al parecer por primera vez, de acusarle de pasividad en su respuesta a los ataques israelíes. En respuesta, Tasnim News, la agencia más oficial del brazo ideológico del régimen, advirtió públicamente contra cualquier falta de lealtad al régimen.
Suspensión de la ley “hiyab y castidad”
Todo indica que el poder se mantiene alerta. Existe un silencio sin precedentes entre los funcionarios iraníes respecto a Estados Unidos, e incluso las declaraciones del Guía Supremo al respecto han perdido parte de su soberbia. Recientemente lamentó que Washington siga guardando un “rencor de camello” (los camellos suelen ser muy rencorosos) a la República Islámica, dando a entender que las autoridades iraníes no le guardaban ningún agravio grave y que él mismo no se opondría a negociar con Donald Trump. La reanudación de las negociaciones nucleares en Viena el 12 de enero también da fe de las preocupaciones de Teherán.
La fragilidad del gobierno también se explica por el temor a que las calles se despierten, como ocurrió en otoño de 2022 tras la muerte de Mahsa Amini. Por supuesto, la represión sigue siendo absolutamente feroz, como demuestra la condena a muerte dictada hace unos días de Pakhshan Azizi, joven humanitario kurdo, por actividades relacionadas con los derechos humanos más elementales, como la asistencia a mujeres y niños desplazados.
Sin embargo, para sorpresa de todos, el 15 de diciembre de 2024, el Consejo de Guardianes de la Constitución Islámica (el equivalente a un Consejo Constitucional) suspendió la nueva “ley sobre el hiyab y la castidad”, aprobada por amplia mayoría en el Majlis (Parlamento) el año anterior, especialmente represiva para las bi-hijab, las mujeres que se niegan a llevar el velo obligatorio.
“Cualquiera” que cometa el delito de “no llevar pañuelo en la cabeza o llevar ropa inadecuada en cooperación con gobiernos, medios de comunicación, grupos u organizaciones extranjeras u hostiles” a la República Islámica, “o de forma organizada, será condenado a una pena de prisión de cuarto grado”, es decir, de cinco a diez años, según el texto, aprobado para provocar a las mujeres iraníes en el primer aniversario de la muerte de la joven kurda.
El hecho de que el Guía Supremo aceptara la suspensión de una ley que él mismo había pedido, y que dicha suspensión fuera validada por el Consejo de Seguridad Nacional, máxima autoridad encargada de la seguridad interior y exterior, muestra un régimen a la defensiva. La obligación de llevar velo es la piedra angular del sistema, pero el régimen no ha renunciado en absoluto a ella.
“Mientras tanto, las mujeres iraníes sin pañuelo son ahora mayoría en las calles de Teherán, sea cual sea el barrio”, afirma Afsaneh. “Pero yo lo llevo. Ya tengo bastantes problemas con ellos.”
Grito de socorro de Olivier Grondeau, detenido en Irán
El pasado 9 de enero, el rehén francés Olivier Grondeau, cuyo nombre se había mantenido en secreto hasta entonces, hizo un dramático llamamiento de ayuda desde la prisión de Evin, cerca de Teherán, para llamar la atención sobre la difícil situación de sus dos compañeros de prisión y de la suya propia, y pedir su liberación. Para ello, autorizó a su familia a difundir en Radio France extractos de conversaciones telefónicas mantenidas con ella. El ministerio de Exteriores autorizó la emisión.
Detenido en octubre de 2022 y condenado a cinco años de cárcel, este turista francés de 34 años decidió romper su silencio tras ser rechazada su petición de libertad condicional: “Me llamo Olivier y llevo dos años y tres meses secuestrado por el gobierno iraní. En mi situación, hablar significa correr un riesgo. Pero donde hay riesgo hay esperanza, aunque me quede ya muy poca. Estoy muy cansado.”
“Ustedes que tienen el poder de influir en este asunto, escuchen esta verdad: las fuerzas de Cécile, las fuerzas de Jacques y las fuerzas de Olivier se están agotando”, declaró también, refiriéndose a sus dos compatriotas Cécile Kohler y Jacques Paris, también detenidos en Irán desde 2022.
Irán: un régimen agotado, una represión que no afloja y unas protestas que pierden fuerza
Ver más
Su salida del anonimato ocurrió unas horas antes del anuncio por su familia de la liberación de la germano-iraní Nahid Taghavi, tras cuatro años detenida. Y se ha producido pocos días después de la excarcelación y regreso a casa de la periodista italiana Cecilia Sala, detenida cuando se encontraba legalmente en Irán con un visado de prensa. Su liberación siguió a la de Mohammad Abedini, iraní detenido en Milán por orden de Estados Unidos, que le acusaba de eludir las sanciones americanas contra Irán.
Traducción de Miguel López