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El artífice del milagro económico español vuelve al trullo. Cuatro años y nueve meses le han echado a Rato por tres delitos contra la Hacienda Pública, otro de corrupción entre particulares (la corrupción buena, la de proximidad) y un quinto de blanqueo de capitales. Con la de prebostes del gobierno Aznar que han acabado en la gloria (¿Zaplana?, talego; ¿Jaume Matas?, chirona, ¿Mayor Oreja?, creacionismo) aún hay quien sigue repitiendo que ha sido nuestro mejor presidente desde Cánovas del Castillo. Mojigatos, maricomplejines, ¡desde Don Pelayo!

La llamada a filas del señor don Rodrigo coincide con el cuartelillo que le han dado a Bárcenas, que podrá pasear su cabello engominado bajo las luces navideñas en calidad de liberto provisional. Me imagino que los responsables del sistema penitenciario habrán hecho sus cábalas para que siempre haya un pepero entre rejas y así España no pierda su esencia. Con tanto ajetreo carcelario a cuenta de las corruptelas partitocráticas, me he acordado de aquella vez que en Génova se pusieron a jugar con un martillo y unos cuantos discos duros. ¡Alerta, bulo! Es que no nos dejan tener cosas bonitas: ni un cachiporrazo, oiga, solo treinta y cinco formateos (ni una, ni dos ni tres) y unos cuantos rayajos para asegurar la fechoría. Esta semana nos hemos enterado de otro borrado oportunista: la Guardia Civil ha encontrado "cero mensajes pertenecientes a cualquier tipo de aplicación de mensajería" en el móvil del Fiscal General del Estado en los días relativos a la filtración del email del picapleitos de González Amador. Ni un emoticono, ni unos buenos días, ni un triste meme. ¡Niente! Leyendo lo que los periódicos cuentan del asunto parece que García Ortiz habría renovado el terminal hace pocas semanas y que el teléfono que usaba por entonces se habría limpiado siguiendo las normas domésticas de protección de datos. Ni un cachiporrazo, ni un triste arañazo: la superioridad moral de la izquierda ataca de nuevo.

Seré de la generación de cristal, pero chico, qué peligro tiene un 'baby boomer' con acceso a internet

El sainete continúa, porque a los investigadores de la UCO les constan los mensajitos de don Álvaro por los teléfonos de sus interlocutores. La policía no es tonta: si hay colillas, es que han fumado. En fin, da gusto ver cómo la fiscalía colabora con la benemérita. Orgullo de país, etcétera etcétera. Con todo, da un poco de vergüencita que, con la de aplicaciones encriptadas y con autolimpieza por pirólisis que tenemos a un clic, los conspiradores más destacados de nuestro país sigan enviándose las cosas por Gmail. Seré de la generación de cristal, pero chico, qué peligro tiene un baby boomer con acceso a internet.

Sin embargo, todo esto me ha dado una idea buenísima de cara al sorteo navideño que se avecina. Como vivo en Madrid y en mi familia se conserva la sacrosanta costumbre de pedir loterías allende Despeñaperros, tengo el escritorio tapizado con décimos comunales a cuenta de accionistas muy diversos. Malo será que antes de mi regreso alguno resulte agraciado y me vea obligado a dejar el iPhone (rojos con smartphones, la contradicción, ¿eh?) con cero unidades de mensajes relacionados con la materia. Lo mismo me voy a la República Dominicana, como el tontolaba ese que vende gofres con forma de pene. En este país se persigue a los empresarios, ya hagan postres lascivos o apliquen la mentalidad de tiburón con sus allegados.

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