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La batalla de las ideas y el trabajo de IU

Guillermo Ubieto López

Hace una par de sábados Izquierda Unida celebró su primera reunión federal de este 2017. Fue una Coordinadora Federal importante, fundamentalmente porque se dio un paso más en la apuesta política de la última asamblea de IU: la transformación del sujeto político.

Alberto Garzón, coordinador de IU, presentó un informe de coyuntura sintético con el objetivo de orientar los objetivos de la acción política, rompiendo con la dinámica previa de informes cargados de autocomplacencia y en los que la centralidad la ocupaba la descripción del trabajo parlamentario e institucional.

En el informe, que tiene la voluntad política de no quedarse en la mera abstracción estéril, se concreta la praxis con el documento de desarrollo de la campaña contra la precariedad 'Que no nos jodan la vida', y que acompañaba al texto.

Y es que, una vez acordada por la militancia la apuesta política de ruptura con el régimen del 78 y la centralidad estratégica de la concienciación, la movilización y el conflicto para la construcción un bloque político-social, el trabajo de la dirección política es la de desplegar y garantizar dicha tarea.

Recuperamos con esta metodología de trabajo la prioridad de afrontar la batalla de la ideas que la izquierda había relegado a un segundo plano y que es la única capaz de provocar procesos de acumulación para la transformación social: realizando análisis políticos que nos sirven como herramienta para contextualizar y plantear nuestra estrategia de intervención e inserción en el conflicto social.

Siendo así parece que un sector de nuestra organización, tal y como demostró en sus intervenciones, vuelve a evidenciar los síntomas de las patologías que han hecho fracasar proyectos anteriores. Y es que ahora que nadie se reivindica como carrillista, queda patente que no nos hemos desligado por completo de la aterradora cultura política del carrillismo.

En este sentido se constata que hay una parte de la organización que sigue entendiendo la visibilidad únicamente como aquella que te dan las instituciones y los grandes medios de comunicación, y no como la presencia de nuestra militancia y dirigentes en los espacios donde se desarrolla el conflicto capital trabajo, donde la clase social a la que pertenecemos y pretendemos servir vive, sufre y lucha.

Al mismo tiempo que se confunde la visibilidad, se construyen relatos identitarios con una gran carga folclórica, reduciendo la izquierda a una solemne pero estéril liturgia de logos y banderas. Convirtiendo el papel de una organización de izquierdas en el de tutores de la clase trabajadora con la que se relacionan de forma tangencial, externa e impersonal pasando del “Que no nos Jodan la Vida” al “Que no te Jodan la Vida” situándonos no como parte de la clase trabajadora sino como ajenos a ella.

A lo que añadir que se reivindica además una estrategia clásica, perfectamente asimilada y funcional al sistema capitalista de la clase política y económica que nos oprime, construyendo un relato y una propuesta defensiva que nos abocaría a la marginalidad, con un mensaje confuso y en ningún caso operativo en la realidad material de la mayoría social.

Y es que, en lugar de aplicar el programa político socialista de la izquierda marxista, se dedican a reivindicar la izquierda desde el atril y el despacho, mientras pactan presupuestos municipales con Ciudadanos o exigen aceptar la propuesta de PSOE y PP de Salario Mínimo Interprofesional que sólo servía para legitimar el régimen del 78 y sepultar la oportunidad de sacar adelante una propuesta más digna y operativa.

Este sector pretende bloquear la acción política y la intervención social que nosotros consideramos necesaria para disputarle el espacio político y social a la clase dominante explotadora. En su lugar, prefiere priorizar debates internos absolutamente estériles hacia fuera pero que, desde sus posiciones faccionales, le pueden permitir mejorar la correlación de fuerzas internas. En vez de pensar hacia fuera, piensan hacia dentro; en vez de pensar en las clases sociales, piensan en sus cupos internos.

Un ejemplo paradigmático es el caso de Gaspar Llamazares. Su etapa precedente está caracterizada por haber llevado a IU a la quiebra política y representativa durante su época como coordinador general, algo que fue consecuencia de habernos entregado a los brazos del PSOE y de la socialdemocracia. Fueron los tiempos de la llamada "oposición influyente". Tras un tiempo de relativa rectificación, iniciado a la par que los recortes de Zapatero, siempre se mantuvo al margen de la dirección de Cayo Lara. Incluso llegó a sustituir a Alberto Garzón como tertuliano de Hora 25, programa nocturno de la Cadena Ser, sin que ni la dirección de IU ni el propio Garzón sepan a día de hoy la razón. Y durante la última asamblea en 2016, la candidatura que apoyaba sufrió una abrumadora falta de apoyos, no llegando a alcanzar el 5%. Sin embargo, Llamazares ha aprovechado el cariño que le profesan algunos medios de comunicación, como El País o la Cadena Ser, para trasladar debates internos ya superados en IU al público general. Ello ha contribuido a generar confusión y una imagen de IU que no es de ninguna forma exacta. Nadie sabe bien a quién representa Llamazares, pues la sobrerepresentación mediática que tiene contrasta con los números en los órganos internos. Sus intervenciones en medios suelen estar centradas en la crítica a la actual dirección de IU y, en especial, al papel de Alberto Garzón como coordinador.

Especialmente perverso es que esta autodeclarada izquierda, profundamente anticomunista y declarada enemiga del PCE, ahora reivindique el papel del partido en la transición, reduciendo y revisionando su historia a sus fracasados postulados eurocomunistas, instrumentalizando una memoria de la que no son merecedores. No podemos olvidar que el propio PCE corrigió ya la posición del llamado eurocomunismo. Siempre hemos defendido que la democracia actual, con todas sus importantes limitaciones, la trajo la clase trabajadora luchando en la calle. Ya el PCE en 1996 se sintió liberado de defender la Constitución de 1978, al considerar que se había roto el pacto social por parte de la oligarquía. Y sin duda hemos avanzado en años posteriores al considerar que esta democracia es el resultado de una transición y no de una ruptura democrática, con todo lo que ello conlleva. Entre otras cosas, que los fascistas de ayer sean los demócratas de hoy... actuando como fascistas la mayor parte de las veces. La propia movilización del 15-M fue un ejemplo de cómo la sociedad también cuestiona el relato oficial de lo que significó la Transición. Y aquí es donde coincide el sector anticomunista con el sector carrillista de nuestra organización, que es capaz de utilizar una retórica obrerista que es paralela al deseo de pactar con el PSOE o ser la correa de transmisión de los sindicatos que pactaron la reforma de las pensiones con el Gobierno.

Y todo esto azuzado por la torpe estrategia común de construir los debates en base a la relación con otras organizaciones, agitando el monstruo de la liquidación como único argumento para ganar terreno en lo interno. ¿Cuál es el proyecto que esta gente defiende? No lo sabemos. Nunca lo han especificado. Quizás ni exista. En cualquier caso, han llegado a acusar a Alberto Garzón, obsesión ya enfermiza la de lancear al coordinador, de participar directamente en los documentos de Pablo Iglesias para el proceso asambleario de Podemos. Según ellos, habría una suerte de conspiración liquidacionista de la que participa activamente el propio coordinador, todo del gusto de la oligarquía de este país que se frota las manos con estos debates absurdos. Parece que la capacidad de convencer e influenciar a aliados, y a nuestra propia clase, posicionando nuestro discurso socialista en cada vez más espacios, a lo que Gramsci llamó hegemonía es, para esta minoría revanchista, una rendición liquidacionista inadmisible.

Todos estos elementos (identitarismo folclórico, instrumentalización de la memoria, batallas por la correlación de fuerzas interna, anticomunismo, crear antagonismos con aliados de clase, institucionalismo patológico etc..) sólo conducen a perpetuar un proyecto de izquierda funcional al régimen. Una izquierda amable con la clase explotadora. No es casualidad que los grandes grupos empresariales de comunicación y los partidos burgueses defiendan y reclamen la vigencia de esa Izquierda Unida domesticada e institucionalizada o ese PCE que abrazó el eurocomunismo para legitimar ese sistema neoliberal que hoy nos desahucia, precariza, expulsa y mata.

Pero por suerte la estrategia avalada por la militancia de base y la dirección a la que le han encomendado garantizar el desarrollo de estos acuerdos ha superado esa cultura política del carrillismo, y no solo tiene un sentimiento de pertenencia de clase expresado en la consigna “que no NOS jodan la vida” sino que lo practica de forma comprometida y estratégica.

Por eso cada día estoy más convencido y satisfecho de haber elegido esa Izquierda Unida que ha pasado de la crítica moral y la reivindicación anecdótica a la IU de la ofensiva contra el capitalismo, que forma parte de su clase social y nace en y del conflicto social, de la lucha por la dignidad. Este es el único camino para superar la comodidad de una marginalidad institucional tan rentable para algunos y situarnos como la herramienta necesaria para transformar, para construir socialismo y recuperar el programa de la izquierda.

____________________Guillermo Ubieto

López es responsable de la Red de Activistas de IU

Hace una par de sábados Izquierda Unida celebró su primera reunión federal de este 2017. Fue una Coordinadora Federal importante, fundamentalmente porque se dio un paso más en la apuesta política de la última asamblea de IU: la transformación del sujeto político.

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