Semiosfera Digital quiere ser un blog que, con una mirada crítica, se interrogue acerca de los fenómenos relativos a los espacios digitales. En este sentido, se abordarán aquí cuestiones como la circulación del sentido en los nuevos medios; la relación entre estos y los medios de comunicación de masas tradicionales; la tipología de los públicos y la configuración de la opinión pública en un mundo cada vez más hipermediatizado; o cómo estos espacios propician la viralización de rumores y bulos.
¿Cómo pedirán el voto mañana para alguien a quien hoy llaman traidora?
Sobre este blog
Semiosfera Digital quiere ser un blog que, con una mirada crítica, se interrogue acerca de los fenómenos relativos a los espacios digitales. En este sentido, se abordarán aquí cuestiones como la circulación del sentido en los nuevos medios; la relación entre estos y los medios de comunicación de masas tradicionales; la tipología de los públicos y la configuración de la opinión pública en un mundo cada vez más hipermediatizado; o cómo estos espacios propician la viralización de rumores y bulos.
El pasado domingo dos de abril se celebró en el polideportivo Magariños el acto más esperado de Sumar, aquel en el que Yolanda Díaz anunció su voluntad de presentarse a las elecciones para ser la primera presidenta de España. A ello le han seguido ríos de tinta con interesantísimos análisis políticos. No irá, por tanto, este artículo en esa misma dirección. Pero consecuencia del acto también ha sido el aumento exponencial del enorme lodazal polarizado que es Twitter, en concreto, de las cuentas de los fanáticos —lamentablemente creo que este es el adjetivo que les define mejor— del partido morado.
Quien estudia las dinámicas de las redes sociales, en este caso Twitter, pero también quien se pasea por ellas con un ojo crítico, habrá notado que desde hace ya varios meses las cuentas de algunos simpatizantes de Podemos —y de sus bots, que los tienen—, han desplegado distintas estrategias para aumentar el tráfico y la repercusión de sus interacciones y mensajes. Hemos visto la campaña para seguirse unos a otros, fomentando las cámaras de eco; la estrategia de identificación a través de la misma imagen de perfil, ya sea con el logo del partido o con otros símbolos que les acomunan; las campañas de hashtags, tanto a favor del partido, como el reciente #YoVotoPodemos, como en contra del enemigo elegido, por ejemplo, #CloacasDelPeriodismo; y también los ataques virulentos y cargados de odio coordinados contra la misma persona, a menudo señalada por un líder (aquí cabría decir por El líder).
En resumidas cuentas, si observamos la radicalización de estos usuarios con honestidad tendremos que admitir que, si bien el contenido de sus mensajes es obviamente diferente, sus formas y estrategias, la sintaxis que siguen en sus ataques, se distingue poco del modo de interaccionar de las cuentas de los simpatizantes y líderes de Vox.