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El bulo del pucherazo que adulteró el 28M: cómo el PP y sus medios armaron con éxito un engaño electoral

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Semiosfera Digital quiere ser un blog que, con una mirada crítica, se interrogue acerca de los fenómenos relativos a los espacios digitales. En este sentido, se abordarán aquí cuestiones como la circulación del sentido en los nuevos medios; la relación entre estos y los medios de comunicación de masas tradicionales; la tipología de los públicos y la configuración de la opinión pública en un mundo cada vez más hipermediatizado; o cómo estos espacios propician la viralización de rumores y bulos.

'Fakejóo' y la fundamental importancia del periodismo

Este no pretende ser un artículo sobre el debate cara a cara del pasado diez de julio. Pues sobre las exigencias del PP y la falta de capacidad negociadora del PSOE a la hora de acordar los distintos aspectos del programa ya se ha hablado; sobre la falta de respeto a la ciudadanía que supone la privatización de un acontecimiento de tanto interés público como es el único debate entre los principales candidatos a la presidencia, que se emitió por imposición del líder de la oposición en una cadena privada, también; del mismo modo que se han comentado las inexplicables ausencias en los bloques elegidos o el enorme despliegue de mentiras pronunciadas por Fakejóo y la incapacidad de reacción de Sánchez. Dicho lo cual, no queda nada más que decir acerca del debate, porque si entendemos por debate hablar de propuestas, de rendición de cuentas y de la idea de país que tiene cada uno, el debate no existió. 

Sin embargo, creo que se puede aprovechar esta ocasión perdida para ampliar la necesaria reflexión acerca del papel que tiene el periodismo en la democracia, que en este caso fue representado por Ana Pastor y Vicente Vallés como moderadores. 

Empecemos por recordar lo obvio, el debate no se realizó en el Parlamento, ni en el canal de alguna plataforma o red social (no me cabe duda de que pronto los veremos ahí también), ni tampoco en una sala de conferencias, sino en el plató de uno de los medios de comunicación más importantes de este país. Del mismo modo que tampoco fue moderado por juristas, ni por youtubers, ni por politólogos, ni por académicos, por poner sólo algunos ejemplos plausibles entre las muchas profesiones posibles, sino por dos periodistas, de hecho, dos de los periodistas más importantes de Atresmedia y representantes de la profesión. 

Esto fue así porque, en teoría, es el periodismo, y no otras profesiones, quien tiene encomendada la función de contrapoder de la democracia. Y son los periodistas quienes tienen la responsabilidad de garantizar a los ciudadanos su derecho de recibir información veraz, fiscalizando a los gobernantes y representantes de otros poderes cuando se presenta necesario. Y esto no ocurrió en el debate cara a cara.

Con respecto a Vicente Vallés me limitaré a la locución “no se le pueden pedir peras al olmo”. Sólo apareció cuando se le esperaba, esto es, para interrumpir a Pedro Sánchez en el único momento en el que parecía controlar el discurso, que fue cuando se le preguntó a Feijóo por la violencia machista. Pregunta, por cierto, que dejó sin contestar. 

Mientras que la dejación de funciones de Ana Pastor es, desde mi punto de vista, aún más inexcusable. Desde luego no porque se la presuponga progresista, sino porque dirige una de las empresas de fact checking más importantes de este país. Lejos de ser yo una firme defensora de esta herramienta, he señalado sus limitaciones en varias publicaciones, está claro que si había un momento idóneo para demostrar su utilidad a la hora de contrastar fuentes y verificar datos era durante el debate, en directo. Y sin la necesidad de interrumpir a los candidatos, como pareció justificar Pastor en una entrevista posterior, era suficiente con rotular las mentiras que se iban vertiendo. Sin embargo, se permitió que un candidato a la presidencia del Gobierno de España soltase bulo tras bulo, y a cuál más burdo, permaneciendo absolutamente impasibles. 

En contraposición a esta actitud de los moderadores está la ejemplar entrevista que le realizó este lunes en la televisión pública Silvia Intxaurrondo al líder del PP. La periodista contrasta y rectifica las mentiras de Feijóo y repregunta cuando este intenta eludir los asuntos concretos por los que se le está cuestionando. Por supuesto se trata de formatos diferentes, pero no deja de ser periodismo y aquí Intxaurrondo cumple con su función.

Queriendo ensanchar la reflexión sobre la importancia del periodismo y su estado en la actual sociedad de la (des)información, cabe destacar que, además de ejercer de contrapoder, el periodismo tiene la función de hacernos comprensible el mundo complejo en el que vivimos. Esto es algo que ya teorizaba Walter Lippmann en 1922, cuando explicaba la imposibilidad de los ciudadanos de mantener una relación constante y directa con el entorno real, viéndonos en la necesidad de reconstruirlo, a través de imágenes, símbolos y estereotipos, en modelos más asequibles que denominó el pseudoentorno. Y exponía que la prensa (hoy los medios de comunicación) hacen, o deberían hacer, de “puente” entre el mundo exterior y las imágenes que tenemos en nuestras mentes y que dan lugar al pseudoentorno.

En este sentido, en un momento en el que proliferan las fake news, los rumores y las teorías conspirativas de todo tipo y en un contexto de desarrollo digital que permite que circulen más rápido que nunca y con mayor eficacia gracias a los deepfakes, los trolls y la inteligencia artificial en general; los periodistas, además de verificar, contrastar y desmentir fuentes y noticias falsas o engañosas, han de ser capaces de producir relatos que por supuesto sean veraces, pero también verosímiles

Al respecto, he trabajado junto a otros investigadores como Miguel Martín, Álex Costa y José A. Ruiz San Román en un artículo, que se publicará próximamente, en el que destacamos la necesidad de prestar más atención a la dimensión discursiva del periodismo. Esto es atender a los mecanismos enunciativos y a las estrategias de persuasión a la hora de configurar los discursos. Porque para que sean percibidos como verdaderos no basta con la labor informativa realizada por el periodista, ese sería el hacer-saber, sino que también se han de poner en acción unas estrategias persuasivas que permitan el hacer-creer.

Es por ello que apostamos por la figura del periodista como “historiador del presente”. Con esto se enfatiza tanto en la labor de los periodistas de generar noticias veraces y creíbles sobre los acontecimientos del presente como en la necesidad de distanciamiento de otro tipo de figuras en las que prevalece el “yo”, como son los influencers, los tertulianos o los opinadores. Pues el objetivo es demostrar que, además de saber exponer sus opiniones, son capaces de camuflar su propia subjetividad en el discurso. De esta forma, el crédito del periodismo cobra valor por la credibilidad de los periodistas, pero también por la credulidad que generan las noticias que producen. 

Lecturas sugeridas:

Fior, A. (2023). “Más allá del fact checking. Algunas propuestas para combatir la desinformación desde la perspectiva semiótica”. R. Suárez-Álvarez, M. Á. Martín-Cárdaba, & L. M. Fernández-Martínez (Eds.), Vulnerabilidad digital. Desafíos y amenazas de la sociedad hiperconectada (pp. 25-35). Dykinson, S.L. Fecha publicación: 23 de marzo de 2023. https://doi.org/10.2307/jj.1866697.5 

Lozano, J. (2013). “El discurso periodístico: entre el discurso histórico y la ‘fiction’. Hacia una semiótica del acontecimiento”. Estudios sobre el Mensaje Periodístico, 19(1), 165-176. https://doi.org/10.5209/rev_ESMP.2013.v19.n1.42514

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Publicado el
17 de julio de 2023 - 20:51 h
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