Resistir es perder Cristina Monge

La otra tarde, Elon Musk se emocionó. Hay que entenderle: su más mejor amigo acababa de jurar como presidente de los Estados Unidos y él pillaba en la pedrea. Con los nervios, el flamante director del recién parido Departamento de Eficiencia Gubernamental quiso saludar a la concurrencia con unos golpes de pecho y unos estiramientos de brazo.
El simpático gestito ha desatado un frenesí interpretativo: ¿qué sutilezas se ocultan tras lo más parecido que se ha hecho al saludo nazi desde la invención del saludo nazi? Para no arrimar más combustible al fuego (bastante humo vamos a tener con la edad dorada del fracking que se nos viene encima), la prensa ha optado por titular con prudencia.
«Musk desata la polémica con un gesto que recuerda al saludo nazi», dicen en RTVE y en El Mundo (en el periódico, la polémica no se «desata» sino que se «levanta»). En El País, el «gesto se parece al saludo nazi»; en el Diario As, «lo calca». Para elDiario.es, Musk celebra «con el brazo en alto» haciendo un gesto «como el saludo nazi». Porque tengo mucho lío, si no me iría a las hemerotecas del 39 para comprobar si a nuestros amables antecesores en la prensa escrita les pareció que el Reich había hecho algo que recordaba a una invasión en la frontera de Polonia.
Algo me dice que a los fascistas no se les va a parar con disquisiciones sobre semiótica
Aprovechando el acontecimiento, algunos medios han optado por las clases de historia. ¡Los romanos no saludaban así! ¡Es una confusión! Tampoco bajaban el dedito para que los gladiadores se dieran matarile, pero algo me dice que a los fascistas no se les va a parar con disquisiciones sobre semiótica.
Para rizar el rizo, hay quien se ha hecho eco de los pareceres fiabilísimos de los expertos en lenguaje corporal, los frenólogos de nuestros días. «Lío con Elon Musk», dicen en Mundo Deportivo, «Patrycia Centeno, experta en lenguaje corporal, 41 años» (¿?) «sobre el saludo de Elon Musk: Ya no es solo el brazo». Con ese anzuelo no hay quien se resista, así que he ido a mirar las credenciales de la autora del hilo de Twitter que, según la reputada cabecera, «sentenciaba» lo sucedido. ¡Ojo! Que no solo estiró el brazo, además apretó la mandíbula: «(odio)», así, entre paréntesis, a juicio de la «experta». O bruxismo, qué se yo.
Nuestros panfletos favoritos tampoco han podido resistirse al manjar. En OkDiario se las han apañado para encontrar fotitos de Obama y Clinton estirando el brazo. «También lo hicieron», titulan. En Libertad Digital, la cosa se pone seria: «La izquierda que calla ante los crímenes contra los judíos de Hamás, histérica por el supuesto saludo nazi de Musk». El revoltijo, digno de los que le vuelcan leche condesada a las anchoas.
Por fortuna, hay quienes no se han puesto de perfil. En El Confidencial, en La Razón (caramba) y en este mismo diario se tituló sin suposiciones ni circunloquios. «No podemos creer lo que vimos. Musk no hizo ningún saludo nazi. A lo sumo fue un ademán “raro”, de un asperger que no sabe cómo gesticular en público», escribe, irónico, Javier Salas en su columna de El País.
Pero no nos dejemos arrastrar por la sensatez. Iker Jiménez nos ha mandado leer: estamos hablando sin citar la biografía autorizada de Elon y claro, nos falta contexto. En el Marca van a lo importante: el «Xokas», insigne gritón de YouTube, «alucina». Pues ya estaría.
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