Al enemigo ni agua y da lo mismo cuánta gente pueda morir de sed

El Gobierno dice que hará fijos a sesenta y siete mil sanitarios y baja en las encuestas. La presidenta de la Comunidad de Madrid cierra las urgencias de los ambulatorios, despide a médicas y enfermeros o anuncia que le dará cuatro millones de euros a una empresa privada que controle los servicios que den los hospitales que Esperanza Aguirre fue poniendo en pie para dinamitar la Seguridad Social, y su popularidad sube como la espuma. Pedro Sánchez saca adelante en el Congreso la rebaja del IVA de la luz y Núñez Feijóo dice que la medida la había propuesto él, aunque su grupo no la apoyó ni votó, y el Partido Popular aventaja ya al PSOE en los últimos sondeos. El Ejecutivo central baja las tasas universitarias y el regional se opone a ello, lo recurre en los tribunales y cuando la medida sale adelante su jefa se vuelve a poner la medalla, asegurando que la iniciativa fue suya, y se gana otro puñado de apoyos. La pregunta ya no es qué le pasa a las y los políticos, sino a sus votantes. Hay gente a la que se toma por el pito del sereno y que cuando lo soplan, se ponen a bailar.

La ministra Irene Montero se hace cuatro fotos en Nueva York y la catarata de descalificaciones cae sobre ella como una avalancha de nieve o un río de lava; pero Ayuso se va al mismo sitio a que la entreviste la televisión autonómica y los mismos que gritan en un caso, en el otro callan. ¿Serán las y los mismos que montaron un jaleo de burlas y sarcasmos cuando el presidente de Estados Unidos no se paró a hablar con Sánchez y ahora, tras sus reuniones e intercambio de elogios en Madrid, durante la cumbre de la OTAN, se han dedicado a hablar del tiempo? Los patriotas no quieren a su país, sólo quieren que sea suyo, y el resto se resume en una frase: al enemigo ni agua. Y da lo mismo cuánta gente pueda morir de sed, si con eso se le derrota.

Los patriotas no quieren a su país, sólo quieren que sea suyo, y el resto se resume en una frase: al enemigo ni agua

No hace falta más que darse un paseo por las redes para ver que esa falta de generosidad, espíritu deportivo o sentido de Estado envenenan a la opinión pública, la radicalizan y dividen en bandos irreconciliables. Todo influye, condiciona, teledirige o como quieran llamarlo, pero el resultado de la crispación es que beneficia a quienes agitan las aguas para pescar en río revuelto, si queremos darle alguna credibilidad a las últimas predicciones demoscópicas, es que unos no saben vender lo que hacen y otros venden lo que no es suyo. Eso y que el PP de Feijóo va logrando imponer su teoría de que no es él, sino su traje, no lo que dice, sino su tono, y que la derecha es la única forma de frenar a la ultraderecha: o yo o ellos con mi ayuda. Y dicen los profetas que se aventura una migración de la calle de Ferraz a la de Génova. Oponte a todo y confiarán en ti. Que España caiga, que ya la levantaremos nosotros.

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