
Declaraciones, filtración y mucha vergüenza
Para sorpresa de nadie, apenas unos días con posterioridad a las declaraciones efectuadas en la instrucción del juicio por unas presuntas agresiones efectuadas por Iñigo Errejón, ya disponemos de ellas televisadas en su integridad y reproducidas sin pudor alguno. Precisamente ahora que ha escandalizado tanto la supuesta filtración de la confesión por un ciudadano de un delito fiscal y la búsqueda de un pacto, no parece llamar tanto la atención la inmediata puesta a disposición con todo lujo de detalles de las declaraciones de dos personas que afecta a algo tan íntimo como una relación sexual y tan desgarrador en el caso de la denunciante como es la presunta perpetración de una agresión de este tipo. Pues no, los comentarios, las tertulias, las conversaciones públicas se dirigen a mostrar el convencimiento o no de cada cual al respecto de la veracidad o no de las afirmaciones efectuadas por las partes, sin más rigor que cortes televisados.
Ilustrativo es también el tono de las declaraciones que adquieren tintes de interrogatorio. Cuesta verse a una misma o a uno mismo explicando cosas tan delicadas sin sentirse agredido o cuestionado. No debe ser fácil la posición de los instructores, fiscales ni incluso de los abogados que representen a uno u otra, pero me niego a pensar que no hay otras formas de abordar situaciones complejas, que se producen en la intimidad, que tienen repercusión pública y que son puramente contradictorias. Tiene que ser posible alentar a las víctimas a denunciar y garantizar la presunción de inocencia de los denunciados, aunque el circo mediático al que asistimos mucho me temo que puede tener el efecto perverso de desincentivar a muchas mujeres que se han visto o se verán violentadas, abusadas o agredidas, ante la posibilidad de sufrir situaciones que revictimizan y estigmatizan.
No se debe infantilizar, ni exigir la violencia expresa en determinadas actuaciones de agresión sexual que ya la ley afortunadamente retiró de su textualidad
No voy a pronunciarme sobre el futuro de este proceso, ni me corresponde ni tengo la integridad de la causa, pero sí creo que es importante tomarlo como muestra de los tantos fallos que tiene nuestro sistema judicial en estos asuntos y la imperiosa necesidad de corregirlos. A nadie cuando denuncia un robo se le cuestiona, aunque ha de aportar una declaración creíble y las pruebas pertinentes, aquí sí. No se debe infantilizar, ni exigir la violencia expresa en determinadas actuaciones de agresión sexual que ya la ley afortunadamente retiró de su textualidad, tampoco las preguntas a la persona investigada deben adquirir el tono de colegueo de la barra de un bar, y todos, absolutamente todos los intervinientes en la sala han de guardar el respeto debido y el silencio necesario. Lo que se declare en un juzgado a puerta cerrada ha de permanecer custodiado si buscamos seriamente la veracidad y la justicia.
Respeto y silencio: nada de eso ha sucedido. Ni por parte de los implicados ni de los operadores jurídicos. Hoy asistimos a un circo mediático que a mí personalmente me sonroja, pero que como sociedad debería preocuparnos en mayor medida. Los avances que lentamente se han dado a partir de la injustamente denostada ley del solo sí es sí, del trabajo del movimiento feminista, de los esfuerzos de asesores, abogadas, policías, juezas, etc. se van al traste con el devenir de un asunto privado que se convierte en público, publicado y vergonzante en perjuicio de las víctimas.
__________________________
María José Landaburu Carracedo es doctora en Derecho y experta en derecho laboral.
Lo más...
Lo más...
Leído