Juego de tronos en Riad

Parece que el príncipe heredero, Mohamed bin Salman, tiene prisa pese a sus 32 años recién cumplidos. Lo que aún no sabemos es la dirección de sus afanes -más allá del de quitarse de en medio a sus rivales al trono- y qué efecto tendrán este juego de tronos en las relaciones regionales. Sus diversas jefaturas, que incluyen el Ministerio de Defensa, se podrían resumir en una: vicerrey de su padre, el rey Salman bin Abdulaziz, que cumplirá 81 años en diciembre.

A parte de la purga con la excusa de una campaña anticorrupción de 11 príncipes, cuatro ministros y decenas de ex ministros y otros altos cargos del régimen, para asegurar su posición de heredero indiscutible, hay un asunto grave que nos afecta a todos: Irán.

El heredero Salman ha acusado a Teherán de cometer “un acto de guerra contra Arabia Saudí”. Dice que el misil lanzado contra el aeropuerto internacional de Riad desde Yemen es de fabricación iraní. No se trata de un ataque directo, que sería gravísimo y desencadenaría una guerra, sino que acusa a Irán de suministrar de contrabando material sofisticado a los rebeldes hutíes (que son zaidistas, una rama del chiísmo), y que estos lanzaron desde Yemen el artefacto interceptado por una batería antimisiles Patriot, de fabricación estadounidense.

Arabia Saudí participa directamente en esa guerra en contra de los hutíes y sus aliados.

Para saber algo más de Yemen, quién combate a quién: Yemen crisis: Who is fighting whom?

Si le interesan más las personas, esta información del The New York Times aporta mucha luz.

Aunque no es la primera vez que los saudíes acusan a Teherán de armar a los hutíes (son un tercio de la población yemení), la acusación de Salman hijo llega en un momento delicado. Aún no sabemos si la purga palaciega es preventiva o una señal de que la elección de Salman no cuenta con el apoyo de todas las familias del régimen, que en realidad son la misma: los descendientes del fundador de la dinastía y del país, el rey Saud. Las divisiones posteriores no son familiares, solo de ambición y poder.

La publicación de unas imágenes humillantes de los detenidos parece ser un mensaje de consumo interno. En el golpe palaciego de junio, Salman padre apartó de la línea de sucesión a su sobrino Mohamd bin Nayef, hasta entonces ministro de Interior, y colocó a su hijo, algo inusual en un país en que el gobierna una gerontocracia en la que a los 70 años aún se es una joven promesa.

Centrémonos en Irán y en las señales que estamos recibiendo en las últimas semanas. El presidente de EEUU, Donald Trump, que ha bendecido la purga (recordemos que EEUU es el principal vendedor de armas en el mundo, y que Arabia Saudí es el segundo comprador mundial), se ha apartado del pacto nuclear con Irán firmado por seis potencias y avalado por la ONU.

El pacto, que garantiza que Irán no podrá fabricar una bomba atómica en 20 años, fue uno de los logros de la diplomacia de Barack Obama. Todo lo que huela a Obama es la bicha para Trump.

En su crítica al pacto nuclear iraní, se alinea con el primer ministro de Israel, Benjamin Neyanyahu, que considera a Irán, y por extensión, al grupo libanés Hezbolá, sus mayores enemigos. Es el enemigo exterior que le permite seguir en el cargo.

Antes de avanzar, un apunte. Arabia Saudí es el país de referencia del sunismo, la rama mayoritaria del islam, e Irán lo es del chiísmo. Arabia Saudí se lleva muy bien con Israel y EEUU.

Es el gran exportador de gas, petróleo y wahabismo, una variante rigorista del islam. De ese caldo de cultivo ideológico intolerante beben los grupos radicales como Al Qaeda, ISIS y otros que atentan contra los intereses occidentales en varias zonas del mundo y en Europa y EEUU. Recordemos Las Ramblas, o París y Bruselas. La ecuación parece sencilla, pero la cuenta de resultados del negocio lo es más.

La invasión estadounidense de Irak en marzo de 2003 sirvió para derribar al dictador Sadam Husein. En su lugar se estableció el califato americano de Bagdad, con un dominio de los partidos de la oposición al régimen. Los más importantes, Dawa y la Asamblea Suprema Islámica de Irak, estaban patrocinados por Irán. No voy a entrar en profundidades de cómo evolucionó la intervención, para eso tienen el gran libro de Mónica García Prieto y Javier Espinosa La semilla del odio (Debate), pero es evidente que las guerras civiles que han destruido Irak y Siria proceden de aquella decisión de los halcones de Washington.

EEUU bombardea desde el aire (en Siria, acompañado de sus aliados y veces en pugna con Rusia) en apoyo a una variopinta variedad de grupos que hacen el papel de infantería. En Siria, sus bombardeos han debilitado al ISIS, facilitando su derrota en Raqqa.

EEUU apoya una coalición árabe-kurda que es la que ha logrado liberar la antigua capital del ISIS en Siria. Veremos qué pasa con los kurdos sirios, una formidable fuerza de combate que no cuenta con las simpatías de Turquía, que tiene sus propios kurdos, algo más de un 14% de la población.

Los kurdos sirios están muy cerca políticamente de los kurdos turcos del PKK, una organización que EEUU considera terrorista. Moscú favorece al régimen de Basar el Asad, que es el principal beneficiario de las acciones de la aviación rusa. Veremos qué pasa cuando termine la guerra.

En Irak es aún más complicado. El éxito militar de Bagdad en la conquista de Mosul se debe a sus kurdos del norte, que para EEUU eran los únicos buenos antes de descubrir a los sirios. Su reciente referéndum de independencia, ahora congelado, es un aviso de los problemas que pueden surgir después de la guerra. No todos tienen el mismo mapa en la cabeza.

En los éxitos contra el ISIS en Irak ha tenido un papel relevante Irán, lo mismo que Hezbolá lo ha tenido en Siria. EEUU está logrando sus objetivos políticos gracias al concurso de grupos que en un juego más amplio son teoría sus enemigos. Barack Obama se dio cuenta de que Irán defiende mejor en estos momentos los intereses norteamericanos y trató de apuntalar al gobierno moderado de Hasan Rouhaní.

Trump, que ha entrado en la Casa Blanca y alrededores como un elefante en una cacharrería, ha puesto patas arriba este acercamiento. Su retorno a la casilla de los años ochenta permite la apuesta por Arabia Saudí frente a Irán. El futuro rey Mohamed bin Salman ha prometido un islam más moderado, algo que resulta difícil de creer porque el wahabismo es unas de las señas de la identidad saudí.

Navegamos por aguas muy peligrosas en las que cualquier error podría provocar una guerra regional. Del futuro rey solo sabemos que es joven, ambicioso y que dirige la guerra en Yemen en la que no hay avances militares, solo hay muertos civiles. No parece prometedor.

Rasha es originaria de Sudán y vive en España.

 

Parece que el príncipe heredero, Mohamed bin Salman, tiene prisa pese a sus 32 años recién cumplidos. Lo que aún no sabemos es la dirección de sus afanes -más allá del de quitarse de en medio a sus rivales al trono- y qué efecto tendrán este juego de tronos en las relaciones regionales. Sus diversas jefaturas, que incluyen el Ministerio de Defensa, se podrían resumir en una: vicerrey de su padre, el rey Salman bin Abdulaziz, que cumplirá 81 años en diciembre.

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