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Golpeado por la indiferencia: la acción, y la falta de ella, frente a la violencia

Alan Gorodzinsky Kerik

El 15 de noviembre de 2024, el Consejo de Westminster suspendió la licencia del famoso Club Heaven tras una acusación gravísima: un guardia de seguridad violó a una mujer que había sido rechazada en la entrada del local. Westminster actuó con celeridad y firmeza. La licencia de la discoteca se suspendió temporalmente mientras las investigaciones continúan. El guardia implicado, Morenikeji Adewole, fue arrestado el 13 de noviembre, y se encuentra en prisión preventiva mientras espera comparecer ante el Tribunal de la Corona de Southwark el 11 de diciembre próximo. En paralelo, el Club Heaven no solo aceptó la medida, sino que se pronunció públicamente: expresó su repulsa, su apoyo a la víctima y su compromiso de implementar nuevos protocolos para evitar futuros abusos. Tanto la Ciudad como el Club en únisono dieron un mensaje claro: We need to work together with the people of authority, the City Hall, the Metropolitan Police and the Councils, to make London somewhere all people feel safe, confident, and welcome at night.

¿Y qué pasa en Madrid?

Pero, ¿qué ocurre al otro lado del Canal de la Mancha? En Madrid, el infame Teatro Barceló lleva años acumulando denuncias y señalamientos públicos por actos de violencia y discriminación, incluyendo agresiones homofóbicas y ataques sexuales. En la madrugada del 29 de septiembre, yo mismo fui víctima de la brutalidad de uno de sus guardias de seguridad (ver aquí). Fui insultado, golpeado y humillado con gritos homofóbicos. La vergüenza que sentí esa noche se convirtió en rabia al descubrir que el mío no era un caso aislado. Desde entonces, he recibido decenas de mensajes de personas que también han sido violentadas en ese mismo espacio. Las historias se repiten: mujeres acosadas, miembros del colectivo LGBTQ+ atacados, testigos silenciados y un sistema que perpetúa la impunidad.

La vergüenza que sentí esa noche se convirtió en rabia al descubrir que el mío no era un caso aislado

El contraste entre Londres y Madrid es tan doloroso como indignante. En Londres, la denuncia de una sola víctima bastó para que las autoridades actuaran contundentemente, suspendieran la licencia del club y enviaran un mensaje claro: la seguridad y la dignidad de las personas no son negociables. Mientras tanto, en España, ni las agresiones reiteradas ni las acusaciones públicas, ni las denuncias han sido suficientes para que el Ayuntamiento de Madrid tome cartas en el asunto. Teatro Barceló sigue operando con total normalidad, sin haber emitido una sola disculpa ni implementado cambios visibles. ¿Quién está encubriendo a este negocio? ¿Qué intereses económicos o políticos pesan más que la vida y la integridad de quienes frecuentan este lugar?

Además, resulta alarmante que empresarios del propio colectivo LGBTIQ+ sigan organizando sus fiestas en este local, legitimando así un espacio donde reina la violencia y la discriminación. Su indiferencia alimenta este círculo vicioso. Si quienes deberían defender nuestra seguridad y derechos son los primeros en normalizar estos atropellos, ¿cómo podemos esperar un cambio real?

Es imposible no preguntarse qué está fallando en Madrid. El Consejo de Westminster, junto con la Policía Metropolitana, tomó medidas inmediatas porque comprendió que la inacción equivale a complicidad. En cambio, en nuestra ciudad, los responsables parecen mirar hacia otro lado, perpetuando un ciclo de violencia y encubrimiento. La pregunta es sencilla y devastadora: ¿cuántas víctimas más necesitan caer para que se cierre este local y se haga justicia?

En Madrid, el silencio y la inacción institucionales no solo son cómplices, sino también criminales

El caso del Club Heaven y el Teatro Barceló ilustra cómo en 2024, dos ciudades supuestamente modernas y progresistas divergen drásticamente en su respuesta ante la violencia. En Londres, las víctimas encuentran un sistema que, aunque imperfecto, intenta responder. En Madrid, el silencio y la inacción institucionales no solo son cómplices, sino también criminales.

Madrid, despierta

Por eso, desde esta tribuna, reclamo al Ayuntamiento de Madrid y a las autoridades competentes que dejen de mirar hacia otro lado; que tomen como ejemplo a Westminster y suspendan la licencia del Teatro Barceló mientras se investigan todas las denuncias que pesan en su contra; que garanticen espacios seguros para todos, independientemente de nuestra orientación sexual, género o cualquier otra condición. Que hipocresía la de pintar la ciudad de arcoíris en verano si, el resto del año, permitimos que el odio y la violencia florezcan impunemente.

Callar nunca fue opción. Hablar es nuestro deber, pero actuar es responsabilidad de quienes tienen el poder de cambiar las cosas. Madrid merece algo mejor. Y nosotros también.

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Alan Gorodzinsky Kerik es artista y fue víctima de una agresión LGTBIfóbica el pasado 29 de septiembre.

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