Lo que sucedió en Valencia, ¿se queda en Valencia?
Una vez más asistimos impasibles a la realidad que rodea a la mayoría de los desastres naturales como el acontecido en Valencia el pasado 29 de octubre: lidiar con el día a día. Después de una inestimable oleada de generosidad por parte de la ciudadanía española, lo cierto es que la vida continúa para todos. También para los afectados por la espeluznante gota fría que arrasó la vida de centenares de personas y que, tristemente, los que sobrevivieron deberán rehacer de nuevo lo que el infortunio les arrebató. De manera similar a la tristeza que nos invade por la pérdida de un ser querido mientras anhelamos un mundo en luto por esa pena, la realidad es otra: los reveses son personales e intransferibles. No obstante, y más allá de esta verdad de Perogrullo, coexisten otros factores que sí deberían formar parte de esta situación y que no son otros que la asunción de responsabilidad por parte de sus líderes pero que, a tenor de algunas noticias aparecidas en los medios, ésta parece estar ausente en el abordaje de la cuestión.
Resulta despreciable que una vez constatada y probablemente asumida por unanimidad la incompetencia de algunos de los responsables políticos aún hoy en sus cargos, persistamos en la polémica acerca de la idoneidad sobre su continuidad y lo certero en su toma de decisiones. A modo de cortina de humo hemos desatendido las necesidades de aquellas personas que, no lo olvidemos, lo han perdido todo.
Tanto es así que, en aras de una pronta recuperación de las zonas afectadas y por el bien común, resulta urgente preocuparse por los resultados, no por el mérito o la culpa. Y eso significa, por un lado, dar prioridad a la reparación de las pérdidas materiales (infraestructuras, viviendas, negocios, etc.) para dotar de seguridad física a las personas, y, del otro, desarrollar protocolos de prevención que creen las condiciones necesarias y suficientes para hacer frente a una eventual y futura situación de peligro. Ello también significa no confundir dichas condiciones de la prevención con las del liderazgo. Los políticos suelen dar por sentado que la gente les seguirá por lo que son. Ya sea por elección, por nombramiento o por derecho divino, en algún momento alguien les puso oficialmente en el cargo. Pero el liderazgo se basa en algo más: la confianza ganada. Las condiciones necesarias son aquellas que deben estar presentes, pero que por sí solas no son suficientes para el logro. Estar en una posición de liderazgo es necesario para gobernar un país, pero no es suficiente para que la gente avance hacia un objetivo común. Los “títulos” por sí solos no confieren legitimidad, y ésta es una de las condiciones suficientes del liderazgo.
Estar en una posición de liderazgo es necesario para gobernar un país, pero no es suficiente para que la gente avance hacia un objetivo común
Si a esto le sumamos la ya más que aprendida lección acerca de las virtudes de la prevención, la experiencia nos demuestra, de nuevo, la necesidad de situar el factor humano en el centro de la cuestión. Es menester ubicar la reflexión en el cómo logramos la adherencia a aquellos comportamientos que nos protejan de daños irreparables para así salvaguardar lo primordial: la vida humana. La gestión de la DANA ocurrida en Valencia nos evidencia varios aspectos que siendo justos no están a la altura de un país que en su haber dispone entre otras infraestructuras de centrales nucleares y petroquímicas. Con anterioridad al desastre no solo existieron fallos técnicos de aviso a la población, por no hablar de los mecanismos y acciones a ejecutar en situaciones de emergencia —evacuación, confinamiento, etc.— sino que, frente a la inexistencia de todo lo anterior, el desconocimiento de la conducta humana frente a condiciones de peligro extremo superó con creces la capacidad de reacción y por supuesto de anticipación de sus responsables políticos. De nuevo, el factor humano se perfila como el reto más desafiante al que nos enfrentamos como sociedad. Una sirena deviene inaudible cuando de lo que se trata es de proteger (a) lo nuestro.
De lo contrario, y echando mano del más puro ejercicio de empatía, ¿qué hubiéramos hecho la mayoría de nosotros en aquellas circunstancias? O quizás resultará que lo sucedió en Valencia se quedará en Valencia.
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Anna García Hom es socióloga y analista.