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Tras el 9J llegan las curvas: siete claves para interpretar el resultado de este domingo

Pedro Sánchez, en la Ejecutiva Federal del PSOE este lunes.

El resultado de las recientes elecciones europeas no ha deparado sorpresas en relación a lo que ya contamos en las páginas de InfoLibre a una y dos semanas de las urnas. Es momento por tanto de detenernos en algunos de los factores explicativos que ayudan a interpretar la foto final. 

¿Son unas elecciones extrapolables a generales?

No. No lo son por muchas razones. Las europeas son elecciones con una circunscripción única, que se rige bajo el espíritu de que el voto de todos los españoles vale lo mismo, y limita la capacidad de los partidos nacionalistas y regionalistas de ser decisivos. En las elecciones generales la circunscripción es provincial, en un intento imperfecto por balancear el peso poblacional con el modelo territorial que impera en nuestra Constitución. Además, mientras en las europeas con apenas un 1,5% de voto garantizas el escaño, en las generales hay muchas provincias donde el listón mínimo es 3, 4 o 5 veces más alto, favoreciendo a los partidos más votados en detrimento de los medianos y pequeños. Aplicar el cálculo de generales a los resultados obtenidos en las europeas provincia a provincia puede ser un ejercicio entretenido –PP, Vox y Alvise sumarían mayoría absoluta con 179 escaños– pero no deja de ser ciencia ficción. 

La participación en las europeas ha sido del 49% mientras en las generales del año pasado fue del 67%. Eso significa que hay 7 millones de españoles que no votan en unas pero sí en las otras, y el histórico electoral nos dice que su comportamiento no tiene por qué ser parejo ni extrapolable.

¿Por qué ha ganado el PP?

El PP ha obtenido casi 6 millones de votos, 700.000 más que el PSOE, que se ha quedado en algo menos de 5,3. ¿Sobre qué pilares ha sustentado su victoria? En primer lugar porque sus votantes se han mostrado más fieles. Hay que recordar que el PP ya sacó dos puntos de ventaja al PSOE hace un año en las pasadas elecciones generales, y los comicios europeos eran la prueba del algodón de hasta qué punto los electores de uno y otro partido estaban dispuestos a repetir papeleta. El PP ha logrado mantener una lealtad electoral –votantes de generales que repiten voto en europeas– de aproximadamente el 64% frente al 60%, o menos, del PSOE. Esto supone de partida aventajar al Partido Socialista en medio millón de votos: 4.971.000 vs 4.467.000. En ambos casos hay ganancias y fugas importantes desde y hacia otras formaciones, de las que hablaremos más adelante, pero la principal es hacia la abstención. Un 26% de electores del PP y un 31% del PSOE se habrían quedado en casa en estas elecciones.  

En segundo lugar porque ha ganado la batalla clave en el centro por el votante indeciso PP-PSOE, al tener un saldo positivo entre ambos. Menos de un 1% de votantes del PP en generales han optado en estas elecciones por el PSOE, mientras un 4% de socialistas lo han hecho por el PP. Esto se ha traducido en una ganancia final de 260.000 votos que podía haber sido más amplia. El PSOE ha logrado reducir esta brecha a la mitad en unos pocos meses, señal de que al PP se le ha atragantado el clima de crispación que ha dominado el debate público. Aun así, estos dos factores han sido decisivos, junto a un tercero: la participación.

¿Tan decisiva es la participación?

Sí. Pedro Sánchez está hoy en La Moncloa porque logró un gran resultado en Cataluña, País Vasco y en menor medida en Andalucía. Pero especialmente en Cataluña. En las elecciones europeas que acaban de celebrarse la participación en Cataluña ha caído hasta el 43% (en generales fue del 63%). Si el 23 de julio del año pasado 1.223.000 catalanes votaron al PSOE, este pasado domingo sólo lo han hecho 732.000.

Quitando a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla es la menor participación de todas las comunidades. Y las cosas no han ido mucho mejor en Andalucía (45%). Las mayores caídas respecto a las anteriores elecciones europeas de 2019 se han producido en Extremadura, Cataluña, Castilla La Mancha y Navarra. Un paisaje que en su conjunto ha debilitado las expectativas de la izquierda y en particular del PSOE.  

¿Es un buen resultado para el PP?

Sí, ha mejorado 9 escaños y casi 14 puntos en 5 años, absorbiendo el voto de Ciudadanos, que desaparece. Pero está muy lejos del objetivo que se habían fijado hace 2 meses, cuando sacaban más de un millón y medio de votos al PSOE y hablaban de una “victoria contundente” que pusiera en “suspenso” la legislatura. Ni victoria contundente ni legislatura en suspenso.

Feijóo ha salvado los muebles sobre la bocina. Este resultado le da oxígeno, externo e interno, y tiempo para recomponer su estrategia. A punto ha estado de hacerse el harakiri abrazando el marco plebiscitario que trazaba en la victoria sobre el Partido Socialista la frontera entre el éxito y el fracaso. Desde hace un mes todos los números apuntaban que no habría desbandada socialista y que por tanto no iban a echar al PSOE de La Moncloa por mucho que dijeran, y aun así han seguido insistiendo con el riesgo que ello tenía. El anuncio extemporáneo de moción de censura a Sánchez por poco acaba en auto-moción, puesto que un empate técnico hubiera supuesto un terremoto interno de difícil digestión. Mariano Alonso en Abc lo resumía así: “Las urnas dirimen un plebiscito sobre Sánchez o el abismo para Feijóo”.

El concepto de segunda vuelta ha resultado ser una trampa envenenada que le ha costado muchos votos (casi 700.000) y le ha obligado a acabar apelando al voto útil de Vox para salvar el tipo. Para el líder gallego el problema es de disonancia entre lo que transmite, con sus fortalezas y debilidades, y el rol de azote del gobierno que está asumiendo, que no está entre sus principales cualidades. 

La derecha se refuerza a corto plazo, pero el rumbo emprendido vaticina aún más polarización y mal haría el PP en alegrarse de la aparición de Alvise por lo que pueda restar de apoyos a Vox (“Es una guerra electoral entre ellos”), puesto que también él le envía electores (alrededor de 230.000), regala a la izquierda otro motivo de preocupación, otro nuevo hombre del saco para que nadie en la izquierda se vaya a dormir tranquilo, y divide a la derecha en 3, lo que nos retrotrae a una pantalla que el PP creía ya superada y en la que la ley D’Hondt puede resultar determinante.

¿Es un buen resultado para el PSOE? ¿y para la izquierda?

Con las luces cortas sí, en cuanto que ha esquivado el castigo de las urnas. Con las luces largas no, porque esconde problemas que si no resuelven amenazan las probabilidades de que el gobierno de coalición sobreviva a otras elecciones. Empecemos por lo táctico. El PSOE, tras los 5 días de reflexión de Sánchez y al calor del éxito de Illa en Cataluña inicia una remontada mayúscula que le lleva a discutir la posición al PP cuando nadie lo esperaba. Este alza se asienta en el voto de sus socios y los deméritos y la ansiedad del rival, pero se frena durante la campaña tras la aprobación de la amnistía, la imputación de Begoña Gómez y la gestión que hace el PSOE de los últimos días. La apelación constante, monotemática, a la máquina del fango, incluida la segunda carta del presidente, desvía a los votantes de lo central, la confrontación de modelos, y enreda la recta final. Entre medias se cuelan otros incentivos para la derecha como el protagonismo de José Luís Rodríguez Zapatero en esos audios que el PSOE envió a los móviles de votantes en la recta final de la campaña. Sea como fuere, todo ello corta su progresión y del posible empate se pasó a una derrota dulce con poco que celebrar. 

Mirando más a fondo, ya con luces largas, hay dos factores que los números llevan tiempo apuntando. El primero de ellos es que el PSOE sigue cediendo terreno elección tras elección al PP en el espacio ideológico central, en el público templado, con transferencias de voto siempre negativas, y ésta es una constante ya de muchos años que no logra revertir. La ultraderecha avanza en Europa, el PP gobierna con Vox en muchas comunidades, pero el PSOE sigue cediendo voto a los populares en cada elección. Ese elector central le corresponsabiliza del clima de enfrentamiento permanente que vive España. Unos se van al PP, los menos, otros se quedan en la abstención, los más. 

El segundo factor es la autodestrucción del espacio a la izquierda del PSOE, que llegó a congregar una voluntad social que se expresó en las urnas con seis millones de votos y 71 escaños, y que de repetirse hoy elecciones generales, con el resultado de europeas quedaría reducida a la mínima expresión de 6 diputados, 4 de Sumar y 2 de Podemos. O, si cogemos como referencia los microdatos del último CIS, que no contemplan el hundimiento de Sumar este pasado domingo, obtendrían en el mejor de los casos 15 o 16, la mitad de los que obtuvieron juntos hace un año (31) y muy lejos de sus números de antaño. Sin resolver ese problema la izquierda tiene muchas menos opciones aritméticas de evitar un gobierno de las derechas. 

En resumen, el PSOE ha podido compensar hasta ahora las fugas por el centro a base de movilizar a la izquierda, usando a fondo la carta de la ascendencia de Pedro Sánchez, advirtiendo del auge de la ultraderecha y haciendo el abrazo del oso a Sumar y los nacionalistas. Con esto ha salvado el match ball de las europeas –y puede pasar página de la amnistía– pero el problema sigue ahí en caso de generales. Los números no engañan y son una llamada de atención en toda regla: los partidos que gobiernan o sostienen al gobierno han perdido 4 puntos entre generales y europeas. Y sin esos puntos no salen las cuentas. Además, aquello que parecía tener visos de ir por mejor camino, Cataluña, se complica también con la elección de Josep Rull, de Junts, como presidente de la mesa del Parlament, con lo que ERC vuelve a inclinarse del lado independentista.  

Podemos, la mejor campaña. Sumar en problemas

Podemos ha hecho la mejor campaña de todos los partidos en liza, directa, emocional, dirigida a todos aquellos quienes alguna vez levantaron su bandera, valiente en sus formatos, empezando por una cuña de radio movilizadora, un mailing que recordaba al primer Podemos y un concepto de campaña que era todo un back to basics. El escenario internacional, los augurios del alza de los extremismos, la guerra entre Israel y Palestina, el perfil de la propia candidata, Irene Montero, ha ayudado a recuperar esa beligerancia tan característica y el resultado han sido dos escaños que les saben a reivindicación, más aún por lo cerca que ha quedado Sumar.  

En este escenario, la imagen y el liderazgo de la ya dimitida –como Secretaria General de Sumar– Yolanda Díaz atravesaba su momento más difícil. Con Izquierda Unida fuera del Parlamento Europeo necesitaba hacer algo para frenar las voces discordantes, cada vez más numerosas, que ponían en peligro no ya su posición sino la viabilidad del propio proyecto. Díaz ha sido un vector fundamental de la izquierda para lograr una suma suficiente en las pasadas elecciones generales y con su paso a un lado se abre una etapa nueva en la que está por ver cómo reacciona el electorado, sumido ahora mismo en la confusión. El elefante en el salón sigue ahí: la guerra fratricida está lastrando las opciones tanto de Sumar como de Podemos. Si ambos no dan pasos encaminados a una solución, corren el riesgo de acabar teniendo una presencia marginal. Prueba de ello es la cantidad de votantes de Sumar en generales que han escogido otra papeleta o se han quedado en casa en europeas. Un 24% de los que optaron por Sumar en generales habría escogido la papeleta de Podemos, un 17% del PSOE y hasta un 37% podría haberse abstenido. Son cifras aproximadas, pero lo indiscutible, y lo veremos en el estudio postelectoral que se publique de aquí a unas semanas, es que muchos votantes se han desmovilizado. 

Alvise se suma a la Fiesta de Vox

Resultado agridulce para Vox, que mejora dos escaños respecto a 2019 pero pierde fuelle en relación a las generales de hace un año. Todo pintaba de color de rosa para Buxadé y los suyos hasta que se coló Alvise en su fiesta, robándoles al menos un 16% de sus votos y 450.000 votantes. Si sumamos ambos partidos (en realidad Se Acabó La Fiesta es una agrupación de electores) estamos hablando del 14,2% de los votos y 9 escaños. Está por ver si Alvise se pliega en el futuro a una integración con Vox como algunos han deslizado, por lo pronto va a disfrutar de la efervescencia típica de los nuevos actores, como veremos en el próximo barómetro del CIS, que va a disparar sus expectativas, veremos hasta dónde y a costa de cuántos votos de Vox, PP y abstención. No en vano Se Acabó La Fiesta es la tercera fuerza que ha captado más sufragios entre los abstencionistas en generales, sólo por detrás de PP y PSOE, lo que habla de su capacidad de pescar fuera de los márgenes institucionales del sistema. 

El PP gana por la mínima y el PSOE resiste

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El horizonte comunitario

Habrá que estar muy atento a lo que suceda en las legislativas de Francia y a la resaca que nos dejan estas elecciones en otros países como Bélgica y Alemania. El Partido Popular Europeo ha logrado una victoria incontestable frente a los socialistas y aunque previsiblemente Ursula von der Leyen seguirá al frente de la Comisión Europea, el auge de los euroescépticos abre la puerta a la geometría variable que ya estamos viendo en la política nacional de muchos países. Llegan curvas.

Rafael Ruiz es consultor y analista de datos en asuntos públicos en Logoslab.

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