Una historia de amor y política
No borro los mensajes de los amigos que murieron, al contrario: les profeso un culto sagrado. Esas conversaciones cortas, desplegadas como signos de una vida que se alojó allí, no son valiosas solo por su carácter notarial sino porque te conducen a recordar cómo sonaban esas palabras en sus voces. Releo el último whatsapp que me envió Miguel Barroso, justo hace un año, cuando a finales de noviembre se encienden los tendidos de luces que insisten en mantener un halo de encantamiento sobre la ciudad: “¿Dónde pasas las navidades?” me preguntaba. Son incontables las veces en que decimos “nos vemos después de fiestas”. Marcamos transitoriamente el paréntesis del paso del año y nos emplazamos para el nuevo sin pensar que existe una probabilidad, entre muchas, de que no suceda. Así le ocurrió a Miguel Barroso Ayats, que falleció en Madrid el sábado 13 de enero de 2024, recién llegado de unas vacaciones en La Habana.
A Barroso le apasionaban los viajes, especialmente a destinos que fueron antiguos puertos francos, como Tánger o La Habana, casi tanto como los pisos diáfanos del centro de Madrid. En aquella última conversación virtual hablamos sobre Pedro Sánchez, y me dijo que algunos políticos le confesaban no haber conocido nunca a un tipo tan duro como el presidente. “Yo sí, porque conozco a Roures”, escribió junto a una serie de emojis boquiabiertos. Estaba preocupado por la onda ultra, el impacto de Milei y el comeback de Trump. “Reacción o progresismo, desde Washington, Buenos Aires o Zaragoza”, escribió. Y me hizo gracia el
ejemplo final para incluir a España a través de su ciudad natal, con la que poco vínculo tuvo. No en vano, Miguel Barroso fue un hombre nómada que recaló en Barcelona, Madrid, París, La Habana o Miami. Mezclaba política y vida de la misma forma que alternaba austeridad y paraíso. Y también llegó a combinar la política con el amor, el episodio sobre el que amablemente me invita a escribir Jordi Gracia en estas páginas de homenaje en el primer aniversario de su muerte.
Año 2002. Sede madrileña del PSOE en la calle Gobelas de la urbanización La Florida. Training con los delfines de José Luis Rodríguez Zapatero a cargo de “los Migueles”: Miguel Barroso y José Miguel Contreras. Barroso ha padecido una enfermedad hepática y aún toma Interferon, cuyos efectos afilan su mal humor. Los cachorritos son Trinidad Jiménez, Leire Pajín, Jesús Caldera, Juan Fernando López Aguilar y Carme Chacón. Les ponen a prueba preguntándoles como si fueran cuadros de la oposición. Y en lugar de corregir, machacan al candidato, en especial Barroso. Así me lo contaron por separado Carme y Miguel, ambos, aunque él sumó el atenuante de la medicación. Leire Pajín recordaba que, al ver cómo despellejaban a Carminator –como apodaron los Migueles a Carme–, se temía lo peor cuando llegara su turno. Pero Chacón, lejos de amilanarse, sacó todas sus plumas. “Como yo tenía adjudicada la Cultura y Miguel era un entendido en ello, se fue abriendo un diálogo y un vínculo. Un día fuimos a almorzar y me regaló un libro que acababa de publicar. Mientras lo leía, durante una Semana Santa, me di cuenta de que estaba completamente colada por él. Lo tenía clarísimo, y me dije: has metido las dos patas en un zapato. Decidí que aquello no podía pasar”. Así me lo contaba en 2008, en el apartamento de la última planta del Ministerio de Defensa que ella y Miguel convirtieron en hogar al ser padres, muy a pesar de las cortinas de cretona.
El campo magnético entre ellos, que compartían el círculo más estrecho del zapaterismo, era potentísimo. “Nos conocimos en 2003, y pasó un año entero de entrenamientos, preparaciones de programa, etc… Un día comimos en un restaurante de la calle Zorrilla que ya no existe; en aquel almuerzo no pasó nada. Al cabo de unos días yo tenía una boda y tenía que comprarme un top negro. Fui al Corte Inglés y él se ofreció a acompañarme, junto al escolta, porque tenía que comprarse unos zapatos. Tal vez allí nos dimos cuenta de que pasaba algo. Hasta que un día me invitó a La Habana, me dijo que tenía una casa y que le encantaría que pasara unos días allí. Aquella noche le envié un sms que decía: “¿Tú te das cuenta de lo que me estás proponiendo?”. Y así empezó todo. Aquella semana en La Habana fue la más maravillosa de mi vida” explicaría Carme.
La mujer que pudo ser presidenta
Formaron una pareja atractiva, deseada y muy juzgada, tanto que podrían aplicarse aquellos versos de Szymborska: “La ignorancia tiene aquí mucho trabajo/ todo el tiempo mide, cuenta y compara/ saca de ellos conclusiones y raíces cuadradas”. Ninguna duda queda de que la ambición política idealizó más, si cabe, su amor. Barroso la vislumbró como líder progresista del futuro. Para un viejo militante de izquierdas que apuntaló al socialismo desde la misma Transición, proveyendo al partido de estrategia comunicativa, eslóganes y golpes de escena colosales, Carme era un diamante al que se podía sacar más brillo. Ella, mujer independiente desde la cuna, criada a base de disciplina doméstica y El Capital de Karl Marx, profesora de Derecho Constitucional especializada en federalismo, nieta de anarquista, y joven seductora, reunía los dos elementos indispensables para el enamoramiento: misterio y admiración.
Esta historia está contada con pormenores en el libro Carme Chacón, la mujer que pudo ser presidenta (Destino), un proyecto que inicié animada por Miguel cuando ella llegó a Defensa, y que se fue posponiendo porque la agenda de Carme era endiablada. Hasta que finalmente se canceló antes de finalizar la segunda legislatura de Zapatero. Ella argumentó que podría ser utilizado en su contra por sus adversarios, sobre todo dentro del partido. Por otro lado, yo sabía que existía cierto temor en su entorno de que pudiera revelar una serie de confesiones privadas que habían aflorado a lo largo de una noche de entrevista pues los entrevistados a menudo sienten la necesidad de explicarse íntimamente ante un interlocutor atento y empático. Imagino a Miguel llevándose las manos a la cabeza: “¡Pero cómo le has podido contar todo eso, Carme, aunque sea tu amiga!”. Acepté la decisión sin lamentos ni recelos, ya que lo último que deseaba era perjudicarla. No me costó nada renunciar al proyecto, aunque un año antes de su muerte le confesé cierto pesar por no haber escrito el libro, y ambas recordamos con cariño las conversaciones sobre su abuela Seve. Fue entonces cuando ella me dijo “quién sabe, quizás algún día escribirás este libro, Joana”.
Barroso la vislumbró como líder progresista del futuro. Para un viejo militante de izquierdas que apuntaló al socialismo desde la misma Transición, proveyendo al partido de estrategia comunicativa, eslóganes y golpes de escena colosales, Carme era un diamante al que se podía sacar más brillo
Hay acciones que se alumbran gracias a la lucidez que te brindan unas palabras lanzadas al aire, como aquellas, que tiempo después regresan revestidas de todo su sentido. Decidí hacer realidad el libro con el apoyo de la familia de mi amiga, aunque la opinión de Miguel era importante.
La salida de la política por parte de Carme también fue alentada por Barroso. En una ocasión, durante un viaje a Samaná, me dijo que era partidario de que Carme, con tanta traición, se fuera a dar clases a Estados Unidos. Y así fue. Idas y venidas, soledad, extrañeza. Una vez desvanecido el sueño, la relación entre ellos fue languideciendo. Se divorciaron como amigos en julio de 2016 –Carme murió en abril de 2017–, aunque ella no había abandonado el domicilio familiar hasta cinco meses antes. En la capilla ardiente de Ferraz, Miguel ejercía de viudo sin disimular su dolor.
Pasado el duelo, quedamos a almorzar en el restaurante malagueño La Vanduca, y Barroso se mostró no solo favorable a la idea, sino abierto y colaborador. Me ofreció algunos contactos esenciales para hablar de los años americanos de Carme, como el de Luis Fernández y Julián Linares en Miami. Y, poco después, mantuvimos tres entrevistas, dos con grabadora, la otra solo con apuntes. Así me lo pidió él. El sentido de posteridad aplicado a su voz le resultaba embarazoso, en cambio a lo largo de su vida como asesor político, logró frames de gran valor histórico. Él, al igual que la familia de Carme, deseaba que quedara bien documentado quién fue Carme Chacón, en especial para su hijo Miquel.
Mucha tinta corrió gracias a sus adversarios políticos sobre la supuesta influencia de Barroso en la carrera política de Carme. El diario El País publicó un artículo dedicado a la entonces candidata a secretaria general del PSOE titulado Chacón & Compañía que, alejado de toda ética periodística al estar construido exclusivamente sobre descalificativos juicios de valor anónimos, condenaba de antemano al “influyente entorno de la aspirante [que] levanta profundas suspicacias en un sector del partido”. Parecía, tras su lectura, que si Chacón ganaba, mandarían en realidad Barroso, La Sexta, Roures y, con perdón, el coño de la Bernarda. Aquel artículo les dolió profundamente a ambos, e imagino cómo debió de atribularles como pareja. Miguel mantendría desde entonces aquella herida sin cicatrizar, acaso porque se sentía responsable –parcialmente, sí, pero sobremanera– de la derrota de Chacón por apenas 22 votos en unas primarias que suspenderían una truncada renovación del partido, que, tras el paréntesis de Zapatero, regresaba a la oficialidad. Un cambio que no se acometería hasta la llegada de Pedro Sánchez.
Durante una hora y 16 minutos recupero la voz de Miguel en una grabación de enero de 2018 con fragmentos inéditos. “En el período democrático, la primera mujer con significación política es Carme, porque las otras dejaban de ser mujeres para tener poder y solo había hombres a su alrededor. Lacan afirma que el azar no existe, es el encuentro entre dos necesidades, y eso pasó con Zapatero”, dice Barroso. The New York Times, que publicó su necrológica, le da la razón. “Gráficamente –continúa– el mensaje queda para la historia: a principios del siglo XXI una mujer embarazada pasa revista a tropas militares, lo que hace posible que cualquier otra pueda aspirar a conseguir cualquier cosa. Quien lo visualizó psicológicamente ante la sociedad española y estuvo dispuesta a librar la batalla de llegar a ser presidenta del Gobierno fue ella. Fue ella la que se quemó. Lo hizo todo antes de tiempo”.
Su voz es rápida, rectifica sin que se note. Repite términos como ‘peleles’, ‘mequetrefes’, ‘maniobreo’ o ‘camarilla’. Y no permite que se le cambie el paso cuando inicia un relato. Le gustaba explicarse. En el mismo audio señala al establishment –y a Cebrián y Rubalcaba en concreto– por querer fracturar la buena imagen de Carmen, presentándola como un caballo de Troya dispuesto para dinamitar los cimientos del sistema. Y llegando incluso a enviar mensajes falsos que la tachan de alborotadora republicana al Rey.
Cuando salió mi libro, Miguel Barroso formaba parte del comité editorial del Grupo PRISA, el grupo que había sido decisivo para liquidar políticamente a Carme. Aquello significó para él algo más que un mero cargo; fue una victoria personal, una suerte de justicia poética. Me confesó entonces que había podido leer no más de ocho páginas porque se echaba a llorar, y a mí me pareció que exageraba, que la verdadera razón era la de no revolver el pasado. Lo pude comprobar cuando quedamos a almorzar en la terraza del Four Seasons madrileño –él horrorizado por los precios de la carta–. Le relaté alguno de mis descubrimientos al sumergirme en la vida de Carme, como las llamadas y cartas que ella siguió mandando cada navidad a las viudas de militares fallecidos durante su mandato, y a Miguel Barroso, aquel hombre con fama de estar hecho de granito, la pura imagen del poder en la sombra, se le cayeron dos lagrimones.
El periodismo es otra cosa
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Poco antes de su muerte, se sumó encantado a la propuesta del equipo de TintaLibre de realizar una investigación periodística sobre aquel congreso de Sevilla en el que el proyecto Chacón se desmoronó. No lo llegaría a ver impreso, pero su reivindicación, al estilo del caballero que exige una reparación ética de los daños, se llevó a cabo. Fue su último acto de honor. Un acto de amor.
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Joana Bonet es periodista y escritora.