Tres asombrosos estafadores con mucho en común

Si alguien quería bucear en los mecanismos psicológicos de la conducta humana hace unos años, podía disfrutar de los varios documentales sobre sectas, gurús y sus seguidores que coincidieron en las plataformas. Fascinantes.

Ahora se acumulan los títulos sobre timadores. Pueden verse en Netflix dos documentales y una miniserie de los que se extrae un patrón que une a los tres estafadores, a sus víctimas y a una parte de la sociedad.

Instagramitis aguda

Todos ellos han desarrollado una patología de nuevo cuño, la instagramitis aguda. Provoca una profunda angustia por no estar constantemente brindando con champán en un avión privado posando con cara de indiferencia. Y exhibiéndolo. La instagramitis es un virus. Si finalmente consiguen hacerse la dichosa fotografía, serán muchos de sus seguidores quienes resulten inoculados con el mismo ferviente deseo.

Si el peor Twitter es un lodazal de odio, el peor Instagram es la exaltación de un éxito, a menudo inventado, que se traduce en ansiedad y depresión para quien lo venera. Y así, personas que lo tienen casi todo se consideran a sí mismas pobres y feas.

Adictos al lujo de las apariencias

Los tres timadores reflejados en estas tres propuestas son adictos al lujo aparente. No quieren el dinero para comprar una buena casa, eso no les interesa en absoluto. En cambio, cenar en el sitio más exclusivo, ser visto con una top-model o llevar unas maletas de Louis Vuitton son básicos en su esquema.

Buscan para timar a personas parecidas a ellos. Conocen mejor que nadie los deseos de sus víctimas porque los comparten. Cómo no iba a conocer El pequeño Nicolás lo vulnerable que es quien desea a toda costa estar en las altas esferas, contar con información privilegiada, codearse con los más influyentes. Esas eran exactamente sus aspiraciones desde que tenía uso de razón. Estaba timándose a sí mismo. Algo parecido ocurre en los casos recogidos en estas producciones.

'El timador de Tinder'

El timador de Tinder da nombre al documental británico dirigido por Felicity Morris. En él se analiza como Simon Leviev, Hayut en realidad, conoce a mujeres en esta red social de ligue y las deslumbra con un estilo de vida de lujo que financia extorsionando a su anterior conquista.

Así las va encadenando. Cuando ha vaciado las cuentas de una de sus parejas y la ha dejado endeudada para años ya está seduciendo a la siguiente. Cada víctima financia el siguiente timo.

Sus crímenes son difíciles de perseguir por la justicia porque personas adultas le dan libremente dinero. Eso sí, obtenido con mentiras y abuso de confianza. A lo confuso del delito hay que añadir que Simon opera en el mundo entero, con lo cual no es sencillo alcanzarle legalmente.

El documental nace de la unión de dos de sus víctimas, Cecilie Fjellhoy y Pernilla Sjoholmon. No se conocían, pero la primera localizó a la segunda y juntas expusieron el caso a la prensa con la intención de que Simon fuera una cara famosa y no pudiera seguir impunemente su cadena de estafas.

El artículo fue visto por la productora y la directora de este documental, que decidieron investigar más profundamente el caso, localizar a más víctimas, averiguar la verdadera identidad de Simon y desenmascararle.

El resultado es un entretenido true crime, el género que recrea investigaciones de delitos reales. Aunque Tinder es la aplicación con la que Simon contactaba a sus víctimas, su deslumbrante estilo de vida se mostraba en Instagram. Y hacerlo de manera tan pública daba credibilidad a su fantasioso relato.

La estafadora que embaucó a la élite de Nueva York

Sorprendentemente parecida era la forma de operar de Anna Delvey, la protagonista de ¿Quién es Anna? En este caso, su historia es recreada en una miniserie de ficción, a cargo de la exitosa productora ejecutiva Shonda Rhimes, desarrolladora del fenómeno Los Bridgerton y creadora de Anatomía de Grey.

Los nueve episodios de esta ficción siguen a una joven inmigrante en Estados Unidos, que, como Simon Leviev, afirma falsamente ser una riquísima heredera. Ambos emplean apellidos falsos para ocultar orígenes humildes. Ambos crean una rimbombante imagen en Instagram que redondea la fantasía de su fortuna.

Anna Delvey miente a todos y gasta alegremente con unos el dinero que tima a otros, pero según la serie, en ningún momento se considera a sí misma una estafadora. Cree, o dice creer, que se trata de una audaz promotora. Sostiene que si hubiera conseguido poner en marcha su ambicioso proyecto profesional podría haber devuelto el dinero interceptado. Entonces habría sido considerada un modelo de capitalista ingeniosa.

Según argumenta su abogado en defensa de Anna, Frank Sinatra pagó en sus primeros conciertos a mujeres para que fingieran desmayarse de éxtasis al escucharle. Con el tiempo consiguió enamorar a millones de seguidores y aquello quedó en una pequeña anécdota que incluso aporta chispa al personaje.

La serie ha sido recibida con poco entusiasmo, pero, aunque se pueda hacer un poco larga, tiene varios puntos a favor. En primer lugar, la historia. Anna Delvey encandiló a millonarios, inversores, personajes del mundo de del arte o las tecnologías en una ciudad como Nueva York siendo mujer, inmigrante, joven y sin padrinos.

En segundo lugar, su protagonista, la actriz Julia Garner, conocida entre otros por sus brillantes trabajos en Ozark o en The americans, dos series fantásticas en las que ella lo clava. Y por adjudicarle otra virtud, su cuarto episodio, Una loba vestida con elegancia, es estupendo. En él, Anna capta al abogado financiero Alan Reed, interpretado por Anthony Edwards.

Este personaje, basado en Andy Lance, representa la objetividad y la racionalidad. Es un profesional que basa su prestigio en recomendar a sus clientes inversiones solventes. El episodio se dedica a analizar las artes de Anna para ganarse a un escéptico como él.

En detrimento de la serie pesa lo absolutamente de parte que es el relato. La historia se basa en la investigación que realizó la periodista Jessica Pressler en la revista New York. En la ficción se convierte en heroica coprotagonista, con el nombre de Vivian Kent, interpretada por Ana Chlumsky.

En los últimos episodios la historia se convierte en una lucha entre versiones, la que cuenta esta serie y la que Rachel DeLoache, amiga de Anna que acabó entregándola a la policía, ha escrito sobre los hechos. Esta otra mirada al asunto se va a convertir en una serie para HBO.

¿Quién es Anna? se ensaña con esta periodista de Vanity Fair, aquí llamada Rachel Williams. Aun en el caso que esta fuera una advenediza o una hipócrita, el ajuste de cuentas no viene al caso, es un gusto que se dan las autoras a costa de sus espectadores.

‘Fyre’, prometieron el paraíso, crearon el caos

Resulta asombroso cómo se parece la estafa liderada por Billy McFarland, contada en el documental Fyre. Es más, los protagonistas de ambos delitos se conocieron en el mundo real. No solo eso, Anna Delvey timó a Billy McFarland. Estuvo alojada durante meses en una propiedad del emprendedor fiasco y no llegó a pagarle jamás por ello. El hecho aparece de refilón en ¿Quién es Anna?

Fyre repasa una estafa colectiva que parece una fábula moderna. McFarland ya estaba en el negocio del postureo con una tarjeta que proporcionaba accesos VIP o descuentos en establecimientos de lujo a sus miembros.

Fue entonces cuando concibió la fiesta-festival musical más lujosa y vistosa nunca hecha. Se anunció con un puñado de las mejores modelos del mundo en una isla privada del Caribe que supuestamente había pertenecido a Pablo Escobar.

El anuncio del evento provocó una fiebre en Instagram y casi todas las entradas se vendieron en 24 horas. Detrás de esa fachada no había más que inexperiencia, frivolidad y un enorme reguero de estafados. Inversores, empleados y los propios asistentes tuvieron que enfrentarse a un desastre bochornoso.

El supuesto glamour del festival nunca llegó, y en su lugar los asistentes vagaron por el recinto como zombis, peleando por encontrar sus pertenencias, una cama en la que dormir y algo de comer. Y sin rastro de concierto alguno.

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El documental es obra de Chris Smith, con amplia y prestigiosa experiencia en el género y últimamente centrado en diversos fraudes.

Fraudes que no paran nunca

Aún hay más posibilidades en las plataformas para indagar en este tipo de estafas ejecutadas por jóvenes. Generation Hustle, en HBO Max, dedica diez reportajes a diez de ellas, incluida la de Anna Delvey. Cinemanía informa sobre esta y otras producciones acerca del mismo asunto.

Y ojo, porque además de todos los nuevos estafadores que surjan, los tres protagonistas de estos títulos han seguido estafando al minuto siguiente de salir de la cárcel, a pesar de ser ya famosos en medio mundo por sus actos.

Si alguien quería bucear en los mecanismos psicológicos de la conducta humana hace unos años, podía disfrutar de los varios documentales sobre sectas, gurús y sus seguidores que coincidieron en las plataformas. Fascinantes.

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