Eduardo Vázquez Martul

El bulo, quizás el vocablo que actualmente más se utiliza, se extiende por todo el mundo, sin respetar fronteras ni banderas. Ya es global. Pero el problema no es tanto el bulo, que esconde una mentira —primo hermano de la calumnia—, como quién lo propaga y para qué lo transmite. No es lo mismo un bulo para ensalzar que un bulo para destruir. Tampoco es lo mismo un bulo que se extiende en un patio de colegio, de aquel que contamina a la prensa escrita, o que se divulga por innumerables cadenas televisivas y redes que alcanza los más recónditos lugares, gracias al gran invento, el móvil, atravesando desiertos y selvas, colgado del cuello de cualquier humano. Tampoco tiene las mismas consecuencias el bulo si está en la boca de un pobre hombre o mujer, que si es divulgado, no por el alumno travieso, sino por el mal profesor, o el predicador desde un púlpito de cualquier iglesia o religión. Pero adquiere tintes de gravedad si el que lo crea y emite es alguien que quiere gobernar o que ya gobierna una nación.

Tampoco tiene las mismas consecuencias el bulo si está en la boca de un pobre hombre o mujer que si es divulgado, no por el alumno travieso, sino por el mal profesor, o el predicador desde un púlpito de cualquier iglesia o religión

Bulos en política siempre ha habido. El poder —el malo— siempre estuvo tentado de utilizarlo para conseguir sus fines, lo hemos visto con el nacimiento del nazismo y de diversas dictaduras de cualquier signo. Utilizaron bulos para masacrar a inocentes, a veces por la única razón de no ser rubios y de ojos azules. Lo estamos viendo en países que presumen de cultos y se erigen en abanderados de la democracia. Gracias a bulos divulgados con el poder del dinero y la prensa que financian, no sólo la turba asaltó el Capitolio americano, sino que reeligen a un presidente experto en utilizar sus finanzas y las de sus amigos para transformar ciudadanos en hooligans. Pero es grave —no debiera tener perdón— el daño que puede hacer si la mente, la boca o la mano que escribe el bulo ocupa o quiere presidir un puesto relevante en la sociedad a la que debe dar un ejemplo en ética, moral y principios. Vivimos en una constante crisis de valores –los valores no interesan si se quiere hacer negocio sucio–, o a masacrar a todo un pueblo, extendiendo el bulo de que son terroristas, como estamos viendo en Palestina. 

Pero aún es más grave si la gente convive con el bulo o la mentira, incluso no la rechazan como uno de los pecados más graves, que como un cáncer infiltra las raíces de la sociedad. Hasta se ve como natural, se convive con él. Ahí está el objetivo de las mentes malignas, repetir la mentira con bulos, hasta ocultar la verdad. Así se escribieron páginas tristes y vergonzosas de la historia humana origen de tragedias, a no ser beligerantes o denunciar el bulo o la mentira, y permanecer impasibles detrás de una ventana. 

_____________________

Eduardo Vázquez Martul es socio de infoLibre.

Más sobre este tema
stats