El guardaespaldas de Ayuso

Miguel Sánchez

Aun después del varapalo en sede judicial de la inspectora de la Agencia Tributaria, Martínez-Almeida sigue comprando y vendiéndonos el relato de la presidenta de la Comunidad de Madrid, ese en el que se nos quiere hacer creer que el señor González Amador es un ciudadano y empresario ejemplar y la malvada Hacienda la que debe dinero al novio de Ayuso.

Nos imaginamos al clásico guardaespaldas de las películas al estilo de Kevin Costner, apuesto y atlético, y luego resulta que Martínez-Almeida, que hace de guardaespaldas en esta película, no es así. Pensamos también en un abogado del Estado, sabiéndose al dedillo lo que es un delito fiscal (o dos), el tipo penal de corrupción en los negocios y los de falsedad documental, pero ocurre que Almeida, que es abogado del Estado, tampoco lo sabe y echa por tierra su prestigio jurídico y hasta su prestigio a secas en este papel.

Solo para que nuestro alcalde no se nos encoja por dentro, como el Simón Bolívar del exilio que retrata García Márquez, y para que el hombre no se preocupe cuando se entere de la decepción que nos hemos llevado sus seguidores ante el profundo desentono e ignorancia en su interpretación, le haremos algunas concesiones. Por ejemplo, confesarle que nosotros tampoco sabemos si el desvarío jurídico y de papeles que ha protagonizado estos días es consecuencia neurológica de la famosa escena del chute, y fingir que no recordamos bien si fue él quien estrelló el balón en la cabeza del niño o fue el niño el que le pegó a Almeida con el balón. Circunstancia que, con un buen abogado, que en este caso no fuese del Estado, podría valerle como eximente, aunque fuese incompleta, para olvidarnos de su última deslucida intervención.

Don José Luis está últimamente que no para, calentando en la banda y en el campo. No contento con los chupinazos fallidos anteriores, vuelve a dar otro estrellando esta vez el cuero en el caletre del sentido común y en el cabezón de la realidad, cuando, ante lo irrefutable de las pruebas documentales y periciales por parte de Hacienda, el alcalde ha declarado muy modosito y formal y de carrerilla, como delante del tribunal de su oposición, que la presidenta de la Comunidad de Madrid sufre una persecución política, previsiblemente, con medios ilegales, como no ha sufrido nunca un político en democracia. Menos mal que no se ha extendido en el tiempo y ha acotado desde la democracia; desconocemos si para bien o para mal, ya que resulta legítimo dudar de la idea que pueda tener de la democracia alguien que, como él, piensa y defiende sin el menor sonrojo que no ve genocidio en Gaza.

Enfrentarse a una exposición casi científica de una inspectora de Hacienda y compañera de escala de Almeida en los cuerpos superiores de la Administración del Estado es siempre arriesgado

El problema que tiene una persona formada para hacer de guardaespaldas de Ayuso y protegerla de sus propios argumentos irreales y estúpidos es que la llave para neutralizar al oponente, en este caso el sofisma, por más que se estire y bien que se emplee, da para lo que da. Enfrentarse a una exposición casi científica de una inspectora de Hacienda y compañera de escala de Almeida en los cuerpos superiores de la Administración del Estado es siempre arriesgado. Sobre todo, es aún más arriesgado cuando, para defender a la presidenta, que a estas alturas todavía parece no saber bien dónde está ni con quién vive, tiene que asumir también en el lote la defensa de la actuación torticera y dolosa del novio de la presidenta: ese que quiso llevarse aún más de lo que ya se llevó, la parte del león y del ratón, dejando torpemente un rastro de miguitas de pan como Hansel, y que ha servido en esta ocasión al señor Amador, antes que para retornar felizmente a su ático y a su Penélope, para que la inspectora diese con el paradero de este insospechado delincuente confeso, según se encargó de divulgar anticipada, voluntaria y también torticeramente el famoso jefe de gabinete de Ayuso. Y lo que aún ha debido resultar más penoso para nuestro alcalde: tener que defenderla valiéndose de los argumentos sin argumento habituales de la presidenta, para quien el despropósito, la vacuidad y el sinsentido en el relato es su medio natural de pensamiento y comunicación.

No sabemos si de esta el alcalde va a salir escaldado y rompiendo relaciones formales con la señorita Ayuso como gesto pedagógico, para enseñarle el camino cuando quizá en algún momento de la historia doña Isabel tenga que elegir entre quedarse con su novio o quedarse con la Comunidad de Madrid.

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Miguel Sánchez es socio de infoLibre.

Aun después del varapalo en sede judicial de la inspectora de la Agencia Tributaria, Martínez-Almeida sigue comprando y vendiéndonos el relato de la presidenta de la Comunidad de Madrid, ese en el que se nos quiere hacer creer que el señor González Amador es un ciudadano y empresario ejemplar y la malvada Hacienda la que debe dinero al novio de Ayuso.

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