La lucha por la salud colectiva cuando eres mujer rural
Las causas que tienen como objetivo defender derechos de los ciudadanos no suelen ser igual de bien recibidas cuando las inicia una mujer que cuando lo hace un hombre. Eso quizás se nota menos en las zonas urbanas, pero en las zonas rurales se nota bastante más; en todo caso, y es lo mejor de todo, a partir de cierta edad a las mujeres ya no nos importa lo que digan, tampoco las opiniones desanimadoras.
El otro día me preguntaba un vecino, a raíz de presentar alegaciones a los proyectos de dos parques eólicos que quieren instalar en el pueblo:
-¿Tú crees que esto sirve para algo?
- Claro, le dije. El rechazo social es una manera de decir a los políticos que estamos en contra, que no nos gusta absolutamente nada que, por ser pocos y muchas veces población envejecida, nos ninguneen. Debemos recordarles que somos muchos los que estamos en contra de esta barbaridad.
Me pregunto si le hubiera hecho la misma pregunta a un hombre en caso de que este hubiera puesto en marcha la iniciativa de luchar contra la implantación de parques eólicos en mitad del pueblo.
Creo que las conexiones sociales entre los hombres y los espacios en los que ellos se relacionan les facilitan el trabajo y les otorgan su poder de convicción. Las mujeres generalmente nos movemos en otros entornos y eso también facilita que se nos cuestione más. Me recuerda a aquello de “los grandes negocios, en las grandes comidas”: siempre aparecen imágenes de hombres cuando se habla o se lee sobre ello.
Si se instalan los molinos y las torres de alta tensión, muchas familias se irán y muchas ya no vendrán. No queremos agrandar el mapa ni formar parte de la España vaciada. Queremos futuro para los jóvenes
Hacemos alegaciones defendiendo nuestro derecho a la salud porque los cables de alta tensión emiten radiaciones electromagnéticas asociadas a la leucemia infantil y a otros problemas de salud, algo que el Defensor del Pueblo nos transmitió ya en 1997, cuando luchábamos contra una línea de alta tensión que pasaba por el pueblo, menos agresiva que las proyectadas actualmente.
La Unión Europea dijo hace muchos años que se debía usar el principio de precaución ante estudios sobre la salud a favor o en contra de cualquier factor cancerígeno.
Defendemos también nuestro patrimonio, que se devaluará porque nadie quiere vivir cerca de torres de alta tensión o de molinos aerogeneradores; defendemos el paisaje –que es el orgullo del Valle de Aras–, la avifauna, el patrimonio cultural, el arqueológico y combatimos todo lo que deteriore nuestro pueblo.
Llevamos más de dos décadas creciendo en población gracias a la belleza de un entorno natural y saludable. Si se instalan los molinos y las torres de alta tensión, muchas familias se irán y muchas otras ya no vendrán. No queremos agrandar el mapa ni formar parte de la España vaciada. Queremos futuro para los jóvenes.
Parece que la Administración legisla mejor para proteger la salud de la fauna que la de las personas. Se delimitan las zonas donde no se pueden instalar aerogeneradores o torres de alta tensión porque interfieren en el vuelo de avifauna y provocarían su muerte, cosa digna de elogio, pero no se legisla para señalar la distancia a la que se ha de colocar una torre de alta tensión de una vivienda para que las radiaciones electromagnéticas no afecten a la salud de las personas que vivimos en ellas. Europa recomendaba en los años 90 colocar los cables de alta tensión a más de 400 metros. Nada de obligaciones.
Los “desanimadores” son aquellos que se dedican a correr la voz de que la lucha no merece la pena porque la Administración no aprobará proyectos que son una barbaridad. Qué bien que al menos lo definan así.
Algunas cosas no han cambiado mucho por los pueblos pequeños, pero merece la pena defender lo de todos como modo de defender lo propio y el amor a nuestro entorno, nuestro lugar y el de nuestros padres y abuelos.
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Begoña Gutiérrez (San Miguel de Aras, Cantabria) es socia de infoLibre.