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Los escritores invisibles que apenas firman libros en las ferias: "A veces nos sentimos como los payasos tristes"

Isabel Jiménez y Carolina Prada firmando en la Feria del Libro de Madrid

"Los autores con doscientos o trescientos metros de cola son la excepción, esa es una fantasía que ponen en el telediario, porque la realidad es otra diferente", afirma sin rodeos a infoLibre la escritora uruguaya Mercedes Rosende, quien firma ejemplares de sus novelas este sábado día 8 de 13:00 a 14:00 en la Feria del Libro de Madrid. "Hay que desacralizar eso de los escritores con metros y metros de colas de gente esperando para una firma porque la inmensa mayoría de autores está ahí sentada y, de vez en cuando, llega un lector y uno le firma un libro", añade.

Y es que todos lo hemos visto multitud de veces: esas escritoras o escritores más o menos desconocidos que pacientemente esperan a que alguien se les acerque, con su montoncito de libros al lado, contemplando la vida (y los lectores) pasar. Una situación incómoda, sobre todo cuando alguien se acerca, hojea el libro, hace algún tipo de comentario pero lo devuelve donde estaba y pasa de largo. "El 90% de las veces te confunden con los libreros y les tienes que aclarar que eres la autora", apunta a infoLibre con humor Nieves Muñoz, reconociendo que en sus primeras ferias le ponía "muy nerviosa que no se acercara nadie". "Recorres las ferias, ves las colas interminables de los escritores famosos, y vas a tu caseta a firmar la tuya y te dices '¿quién va a venir aquí conmigo si está todo el mundo allí?'", confiesa la autora, que firma en El Retiro los días 15 y 16 de junio, poniendo un ejemplo comprensible por todos: "Sabes cuando el profe preguntaba en clase y todo el mundo desviaba la vista para no hacer contacto visual? Pues hay veces que tú estás en la caseta y quieres hablar con la gente que se acerca a mirar las novelas y van desviando la mirada como diciendo 'es que no quiero'. Ahí comprendes que no es el momento".

Lo mismo ha sentido Wayne Jamison, quien tiene una cita con sus lectores este sábado a partir de las 18:00 también en la Feria de Madrid. "Espero que no me toque al lado ni un Pérez-Reverte ni un youtuber", bromea entre risas, reconociendo acto seguido que no le gustan "nada" las firmas porque se tiene "un poco la sensación de estar metido en un cubículo como un mono de feria". "Cuando no te conoce, la gente te mira sorprendida, otros con carita de pena. Estás ahí con el libro delante esperando", resalta, para luego compartir con infoLibre sus expectativas ante su visita a la capital: "En mi caso es como La Roteña, el equipo de mi pueblo, Rota, si tiene la suerte de jugar en el Bernabéu. Sabes que estás ahí porque tienes que estar por carambolas de la vida, pero vas sin ninguna expectativa".

Algunos visitantes pasan de largo, unos te sonríen, otros te escrutan de cerca... es un poco violento

Isabel Jiménez Moya

Más que para inflar el ego estamos hablando, en definitiva, de una cura de humildad y, ante todo, un baño oceánico de realidad. Así lo ve Isabel Jiménez Moya, que regresa por segundo año consecutivo a la Feria del Libro de Madrid este domingo 9 de junio a las 18:00: "Siempre he tenido la sensación, incluso cuando voy de lectora, de que estás en el zoo viendo animalillos enjaulados, porque vas mirando a los escritores ahí en su casetita. Y cuando me ha tocado estar en el otro lado he reproducido esa sensación porque algunos visitantes pasan de largo, unos te sonríen, otros te escrutan de cerca... es un poco violento. Las menos veces, hay quien se acerca a tiro hecho. Otras muchas veces pasan de ti, o directamente les estás contando algo y te miran con cara de 'no me interesa para nada'. También están los que hojean el libro y lo dejan en el mostrador de nuevo resoplando con cara de 'ni de coña'. Y luego en otras ocasiones puedes entablar conversación y sí que terminas vendiendo".

Con su inevitable punto jocoso, incluso cómico, lo ve Iván de Cristóbal, que acaba ya de pasar por El Retiro para quien ser escritor es algo "muy vocacional y sacrificado", por lo que cualquiera que emprenda esta "aventura" tiene que tener en cuenta que "en este país se publican 80.000 ISBNS –identificadores únicos para libros– nuevos al año". "No hay lector en España para tanto libro, es imposible, y con toda la influencia y la prescripción se terminan concentrando en menos títulos, que se convierten en best sellers, con lo que el resto se queda en tierra de nadie. Cualquier escritor que emprenda esta aventura tiene que tener eso en cuenta. También que es muy probable que no se acerque nadie más a la firma aparte de tus amigos y tus padres. Pero ese punto de sufrimiento va en el ADN de los escritores, que a veces nos sentimos como los payasos tristes. Es parte de alguna manera de este oficio".

Como ocurre con los músicos, una minoría se lleva la mayor parte de la atención de los lectores, que no es en absoluto infinita, como tampoco lo es su tiempo. Sentarse a firmar ejemplares de un libro que te ha podido llevar años terminar es un salto al vacío, sin red y sin saber cómo de lejos está el suelo. Es una incertidumbre absoluta a la que los autores se tienen que enfrentar, según Rosende, con "expectativas realistas" para conocer a sus lectores, sean muchos o pocos. "Eso es lo principal y una de las cosas más bonitas de las ferias. No van a llegar miles de lectores, pero sí llegarán algunos con ilusión con su libro y con ganas de conocer al escritor", apostilla la autora de títulos como Mujer equivocada o Lágrimas de cocodrilo.

En el último Sant Jordi en Barcelona iba pensando 'ya verás, voy a estar solo, no vendrá nadie'. Pero luego cuando viene alguien y te compra el libro le abrazas como si fuera tu mejor amigo

Iván de Cristóbal

"A veces es un poco circo pero hay que ir y mola", tercia Jiménez Moya, quien relata a infoLibre que hace poco más de un mes estuvo con su compañera literaria Carolina Prada en la feria del distrito madrileño de Arganzuela "sin muchas expectativas" y terminaron "vendiendo un montón". "Otras veces estás ahí echando las horas en balde y no consigues nada", lamenta la coautora de Canciones de buen rollo. "En el último Sant Jordi en Barcelona iba pensando 'ya verás, voy a estar solo, no vendrá nadie'", reconoce Iván de Cristóbal, un poco como armadura preventiva por lo que pudiera pasar: "Pero luego cuando viene alguien y te compra el libro –en su caso, su novela Sala de espera–, le abrazas como si fuera tu mejor amigo".  

Es el pánico a la hoja en blanco multiplicado exponencialmente por todos los ojos que te miran como si fueras invisible. "Hay que disfrutar la experiencia y ya esta", resume Jamison, quien se define a sí mismo con gracia como "un escritor de provincias que acaba de sacar un libro con una editorial nacional, El poeta que liberó París, y al que ahora sueltan en la Feria de Madrid". Y es que en su Cádiz natal, según relata, sí que ha conseguido hacerse un nombre escribiendo sobre temas históricos de la Segunda Guerra Mundial en el sur de España, pero asegura sentirse como "el último mono" cuando sale de su zona. "Pasa igual con las presentaciones, pues yo he tenido algunas en Sanlúcar de Barrameda con trescientas personas y otras en otros sitios con apenas cinco asistentes", revela, al tiempo que reconoce la importancia de dejarse ver por la capital: "Así en tu currículum ya figura que has estado en la Feria del Libro de Madrid, porque parece que si no has firmado allí no eres nadie".

Hay autores que están como en el puesto del mercado vendiendo su producto, y a mí eso me cuesta mucho

Wayne Jamison
"Rescatamos tesoros y los mantenemos en circulación", la vigencia del libro antiguo entre pantallas

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Hacer camino caminando, en definitiva, mientras te haces una cantera de seguidores que no necesariamente sea muy numerosa, pero con la que conectes de manera particular. "Hay autores que están como en el puesto del mercado vendiendo su producto, y a mí eso me cuesta mucho", indica Jamison. "Venderte para darte a conocer es lo más difícil al principio", continúa Muñoz, quien frente al enorme tamaño de la Feria de Madrid reivindica los sitios más pequeños, donde "de repente te encuentras a cuarenta personas súper implicadas que van a escucharte en un club de lectura y a que les firmes". "En las ciudades de mayor tamaño cuesta mucho más, y si encima coincide tu firma con uno de los grandes, aunque intentes disfrutar del proceso, se te queda el corazoncillo un poco desangelado", señala la autora de Cántigas de sangre, lanzando de paso un consejo sencillo y directo: "Ser consciente de quien eres y tener presente que con que tu novela le llegue a un único lector en cada sitio al que vas ya merece la pena".

Y comparte con infoLibre su experiencia en primerísima persona Iván de Cristóbal: "Antes de la firma no sabes si va a venir uno o veinte. Pero mira, yo soy amigo de Risto Mejide, que me ha escrito la faja del libro y sí tiene colas kilométricas, y me dijo que yo puedo hacer una cosa que él no puede, como es disfrutar de cada lector que se te acerque. Eso es cierto, pues tanto en Sant Jordi como en la Feria de Madrid, lo que tienes es un tiempo de calidad con cada lector, que además es muy bonito. Yo he estado acompañando a veces a Risto en sus colas kilométricas y es un drama porque es como un besamanos. Pero yo firmé el sábado y el domingo en Madrid y no me sobró ni un segundo, porque igual vinieron veinte personas, cada una con su pequeña historia, y a cada una la conocí y la firmé. Incluso se formaba una mínima cola esperando con tranquilidad porque sabían que cuando les tocara tendríamos tiempo de conocernos. Tiene ese punto de experiencia que no tienes con las colas kilométricas. Que no digo que no te las cambie, porque eso quiere decir que vendes muchos libros, pero esto otro no te lo quita nadie. Me llevo un cariño increíble".

"Las largas colas no son sinónimo de larga calidad", afirma como si de un titular redondo de prensa se tratara Mercedes Rosende, quien ha vivido todo tipo de anécdotas en las ferias. "Una persona hizo una cola relativamente modesta para que le firmara el libro porque estaba completamente confundido y pensaba que yo era otra escritora, con lo que se quedó un poco decepcionado cuando vio que no", rememora entre risas, mientras Muñoz recuerda otra suya igualmente con mucho humor y no poca resignación: "Una vez firmé en Úbeda en la misma mesa y a la misma hora junto a Santiago Posteguillo. Estaba también otro compañero, Santi Mazarro, así que después de saludarnos los tres nosotros dos nos sentamos allí a charlar mientras él firmaba y firmaba sin parar".

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