'Caso Errejón'

El juez Carretero o cómo revictimizar a una mujer en un interrogatorio: "¿Por qué tardó en denunciarle?"

La actriz Elisa Mouliaá, comparece en una vista en la que después declarará el exdiputado de Sumar Íñigo Errejón.

En abril de 2018, el juez Ricardo Gómez apreció "jolgorio y regocijo" en la violación que llevaría a prisión a los cinco miembros de La Manada. Poco antes, en el año 2016, la jueza María del Carmen Molina Mansilla se dirigía a una víctima de violencia sexual para cuestionarla: "¿Cerró bien las piernas? ¿Cerró toda la parte de los órganos femeninos?". Entre aquello y el interrogatorio del magistrado Adolfo Carretero a la actriz Elisa Mouliaá median un puñado de años y una reforma penal en torno a los delitos contra la libertad sexual. Pero el tiempo no parece haber pasado por los pasillos del Juzgado de Instrucción número 47 de Madrid. Las preguntas y el tono expresados por el juez encargado de la instrucción del caso contra el exdiputado Íñigo Errejón, dan buena cuenta de que el cambio no ha terminado de permear dentro de los tribunales.

El pasado jueves, tanto la denunciante como el acusado declararon en sede judicial. Las imágenes de las declaraciones han sido conocidas este lunes, siendo especialmente llamativo el trato del juez a la víctima. La ministra de Igualdad, Ana Redondo, ha reprochado que "este tipo de interrogatorio revictimiza a las mujeres y las aleja de la denuncia y de la protección". Pero además, ha recordado la titular de la cartera, la conocida como ley del sólo sí es sí ha puesto el "consentimiento en el centro y ha cambiado el paradigma de valoración de las conductas machistas. El juez debe valorar las pruebas, no cuestionar a la víctima".

"No se entiende que continúe con ese señor"

En su interrogatorio, el magistrado no duda en emitir juicios de valor que ponen en cuestión la veracidad del relato de la víctima. En un primer momento, habla de "cosas un tanto peculiares de esta denuncia", una idea que reitera más adelante, al plantear después algún "aspecto de su denuncia extraño".

Se refiere, en primer lugar, a las tres condiciones que perfila el exdiputado durante los momentos previos a la fiesta a la que asisten juntos, pero también a la reacción de la víctima. "Le pone unas condiciones absurdas, ridículas", introduce el magistrado, a lo que añade: "¿Por qué no le dijo: esas condiciones no las voy a cumplir, me parecen absurdas y ridículas?". Mouliaá responde al interrogante afirmando que se quedó "cortada", se sintió "violentada" y que no supo "reaccionar".

Y es entonces cuando el juez replica: "Pero vamos a ver, usted es una persona acostumbrada a tratar con el público, usted es actriz. ¿No es capaz de decir a este señor: esas condiciones no son aceptables, cómo me dices esto? No entiendo por qué se sintió violentada".

El magistrado cree relevante la profesión y el estatus social de la víctima, a pesar de que no existe un único perfil de víctima y las habilidades sociales no son determinantes en el marco de la violencia sexual. El juez vuelve a señalar: "Usted es una mujer acostumbrada al trato social" e insiste en que "no se entiende que continúe con ese señor o no le diga algo, o haga un gesto". Mouliaá responde: "Créame que yo tampoco lo entiendo".

Más adelante, el togado vuelve a calificar de "extraño" otro aspecto de la denuncia, concretamente la presunta agresión sexual en un contexto de ocio nocturno y la respuesta de la actriz. "Ya no es un beso no consentido, es un tocamiento en toda regla y además lamiéndole los pechos. ¿Usted no le dice nada a sus amigos en la fiesta? ¿Cómo se va usted con ese señor a su casa?".

Isaac Guijarro, cofundador del despacho Olympe Abogados, cree que las preguntas formuladas por el juez son un síntoma de "la cultura de la violación en la que vivimos: es la mujer quien, a través de un acto heroico, debe demostrar que no está consintiendo", asiente en conversación con este diario. Guijarro confirma los distintos "sesgos" que existen en los tribunales cuando una víctima presta declaración. "Hay una serie de patrones en los que tienen que encajar para ser una víctima buena y correcta. Si vas a la televisión y eres extrovertida, tienes la capacidad para decir que no", describe. Esto sucede a pesar de que la evidencia científica refuta tales creencias: un reciente artículo de la University College de Londres sugiere que "el miedo y la amenaza pueden bloquear circuitos neuronales para el control de la acción, lo que lleva a inmovilidad involuntaria", por lo que "los argumentos que culpan a las víctimas por la congelación son inadecuados e injustos".

Insistir en la negativa y la resistencia

Siguiendo esa misma línea, el magistrado pone todo su énfasis en encontrar alguna expresión de la negativa o la oposición de la víctima. "¿Usted se negó a que hiciese eso? Le dijo: ¿no hagas eso?", lanza Carretero, después de que la denunciante relatase el primer beso por parte del exdiputado en un ascensor. "Sí, yo me aparté", contesta ella, un gesto que el juez invalida como muestra explícita de su negativa. "No, me aparté no... ¿Se lo dijo? ¿Le dijo algo?".

Esta misma dinámica se repite en distintos tramos del interrogatorio. "¿Le dijo usted que parara?", desliza el magistrado cuando la víctima describe el episodio en la habitación. "Sí, sí, le dije que me estaba sintiendo muy incómoda", replica ella. "No, muy incómoda no. Que me dejes en paz, que no me toques… ¿Le dijo algo de eso?", insiste su entrevistador.

Guijarro observa en este punto que la forma de proceder del juez sólo encaja con el contexto previo a la reforma de la ley del sólo sí es sí, cuando el centro de los delitos sexuales estaba en demostrar la ausencia de consentimiento. Pero además, repara el abogado, el magistrado "ni siquiera acepta que ella diga que se sintió incómoda, para él no es una forma de expresar la ausencia de consentimiento", lo cual es a su juicio "tremendamente grave respecto a su figura de juez y también respecto a su figura de hombre".

Carretero se detiene en un detalle de la presunta agresión. Íñigo Errejón "se sacó el miembro viril. ¿Sabe usted para qué?". A lo que ella responde: "Para violentarme". El juez añade: "¿Le intentó bajar las bragas?", un hecho que en ningún caso fue formulado en la denuncia, por lo que responde negativamente. Guijarro no acierta a encontrar justificación alguna para tal pregunta. "Ella no habla de eso en su denuncia, no se entiende a qué viene y no tiene ningún sentido", afirma.

El magistrado, a continuación, escarba en los detalles de ese episodio y en cómo termina. Tras los tocamientos que la víctima tilda de no consentidos, el juez pregunta si él "paró o no paró". Mouliaá responde que sí se detuvo, porque ella consiguió zafarse, una afirmación que una vez más vuelve a ser puesta en cuestión. "Pero cómo… vamos a ver, señora. Si ese señor la tenía en la cama, dice usted que está encima, ¿cómo dice usted que se zafa y se va?". Ella responde que consiguió levantarse tras forcejear con él.

"¿Por qué tardó tanto tiempo en denunciarle?"

Carretero no sólo interpela con explícita dureza a la víctima en relación a su actitud el día de los hechos, sino también sobre su conducta posterior. Una de las cuestiones que pone sobre la mesa es el tiempo que tarda ella en denunciar.

"¿Por qué ha tardado tanto tiempo en denunciarle? Se supone que eso le ha afectado a usted psicológicamente. ¿Por qué no le ha denunciado?", interpela. Ella expone las dudas, la dificultad a la hora de identificar los hechos como una forma de agresión y los miedos ante la posibilidad de una eventual denuncia por violencia sexual contra una figura como la del exparlamentario. "¿Por qué no se atrevía? ¿Por miedo a Errejón? ¿Por qué? ¿Cuál es el miedo?", dispara el juez. "Sí, porque tengo una hija", acierta a responder. "¿Y qué?", insiste él. "Tenía miedo", zanja ella.

El magistrado prosigue. "El tiempo que tardó, ¿ha sido debido al miedo? Es que… son tres años", plantea, aun sabiendo que el tiempo de denuncia en un caso de violencia sexual no añade ni resta veracidad al relato de lo sucedido. Tanto es así, que él mismo lo deja claro: "La jurisprudencia dice que no importa… pero es un dato. Son tres años, ¿eh?", cierra.

"La ley ha cambiado precisamente para que no se hagan esas preguntas", resume Guijarro. Pero además, "la jurisprudencia dice que no es relevante" y aun así el juez "decide hacerlo" con una voluntad clara: "Desacreditar a la víctima".

El juez insinúa despecho

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Al término de ese primer interrogatorio frente al juez, momentos antes de dar paso a las preguntas formuladas por la Fiscalía y las partes, el magistrado se permite deslizar una hipótesis: "¿Y no sería que usted sí quería algo con este señor y al no corresponderle usted ha hecho esto ahora?", le pregunta a Mouliaá.

La actriz reconoce el interés previo hacia el exdiputado, su voluntad de conocerle y entablar una relación íntima. "Y como no resultó así, por eso usted le denuncia", sugiere el juez, sin obtener una respuesta concreta.

Isaac Guijarro tilda la sesión de "absolutamente grave" e insiste en que "no es la labor" del juez situar a la víctima en ese brete. No sólo por el carácter de las preguntas formuladas, sino también por el "cuestionamiento de la versión de la víctima", las interrupciones a su relato y el tono empleado, una dinámica que no reproduce cuando llega el turno del acusado. "Lo que ha hecho es violentarla, incluso con gritos. Ella se bloquea emocionalmente, no para de cortarle en su relato. No se puede expresar y cuando lo hace, la violenta". Las consecuencias, reseña el abogado, van más allá del evidente impacto sobre la actriz: la repercusión del caso engrosa el efecto disuasorio sobre todas las mujeres a la hora de denunciar. Según la Macroencuesta de Violencia sobre la Mujer, sólo en torno al 8% de las víctimas de violencia sexual fuera de la pareja da el paso de interponer una denuncia formal ante las autoridades.

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