JUICIO A RUBIALES
“No tengo que llorar para dar a entender que no me gustó”: las lecciones de Jenni Hermoso en el juicio contra Rubiales
A las puertas de la sede de la Audiencia Nacional en San Fernando de Henares (Madrid), se agolpaban este lunes decenas de cámaras. Algunos de los periodistas acreditados hacían guardia alrededor de las instalaciones, equipados con sus micrófonos y algunas sillas plegables que hacían preguntarse a los curiosos cuál era el esperado acontecimiento. "¿Están rodando algo?", preguntaba al filo de las 10:00 de la mañana un taxista. Enseguida saldría de dudas, con la llegada a los tribunales de Luis Rubiales y Jennifer Hermoso. Arrancaba así uno de los juicios más mediáticos de los últimos años.
La jugadora, afincada en México, ha sido la primera en declarar. Durante más de dos largas horas, se esforzó en dejar claro que el beso del que fuera su superior tras la victoria del Mundial en Sídney (Australia) no fue buscado, ni deseado, ni consentido. Lo hizo a lo largo de su declaración en la Sala Penal de la Audiencia Nacional, en el marco del juicio contra el expresidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) por un presunto delito de agresión sexual y otro de coacciones. Su relato, expresado ya anteriormente en sede judicial, fue cristalino: "Me dijo: hemos ganado el Mundial gracias a ti. Lo siguiente fueron sus manos en mis orejas y después el beso", narró la futbolista.
"Solamente cuando decido hacerlo"
El procedimiento alrededor de la presunta agresión sexual deja tras de sí una lección en torno a las relaciones de poder, la importancia del consentimiento y la veracidad de las víctimas.
Aquel agosto de 2023, Jennifer Hermoso no tuvo margen ni tiempo para reaccionar. La futbolista aseguró, en contra de lo que sostiene la defensa, que en ningún momento el beso fue precedido de la pregunta "¿un besito?" o "¿un piquito?". El presunto agresor sencillamente le agarró la cabeza "con efusividad", impidiendo cualquier posibilidad de zafarse.
A preguntas de la Fiscalía, la jugadora volvió a dejar claro el valor de su consentimiento como elemento central en lo ocurrido y recordó que sus hábitos afectivos en otros ámbitos no condicionan de ninguna manera esa premisa: "¿Habitualmente, con personas con las que tiene relación de especial confianza, se da un beso en los labios?", preguntó el Ministerio Público. "Solamente cuando decido hacerlo", respondió sin titubear la denunciante.
"Esto no puede debe ocurrir en ningún contexto"
Pero es que además el denunciado no era una persona con la que mantuviera una relación afectiva: era su superior. Hermoso se esforzó en destacar la relación jerárquica que mediaba en aquel momento entre ella y el expresidente federativo: "Me estaba besando mi jefe y esto no debe ocurrir en ningún contexto social ni laboral", afirmó en sede judicial, para añadir enseguida que se sintió "poco respetada" y que aquellos hechos "mancharon uno de los días más felices" de su vida. "Para mí es muy importante decir que en ningún momento ni lo esperé, ni lo busqué", enfatizó.
Palmadas y emoticonos
Si hay un nexo común entre las víctimas de violencia sexual, ese algo es el descrédito una vez pulsado el botón de la denuncia. La defensa de los violadores de La Manada escrutó la vida de la víctima con el fin de cuestionarla, y la aparente ausencia de un trauma fue utilizada para poner en jaque la veracidad de su relato. Pero además, las mujeres son cuestionadas también por su conducta previa a la agresión. La joven que denunció a Dani Alves fue preguntada en sede judicial, una y otra vez, por qué había bailado con su agresor, por qué tonteó con él y por qué accedió a acompañarle a una zona privada.
A Jennifer Hermoso también le preguntaron por su comportamiento previo y posterior a los hechos. Lo hizo la abogada de Luis Rubiales, Olga Tubau. En primer lugar, la letrada preguntó a la denunciante si, en las conversaciones por whatsapp anteriores a aquel día, la jugadora se había despedido alguna vez usando la expresión "un besote" o enviando algún "emoticono de una figurita enviando un beso", dejando la puerta abierta a que ese tipo de mensajes podrían interpretarse como una suerte de invitación al contacto físico.
Pero la defensa no puso la vista sólo en el antes, sino también en el después. Y no dudó en utilizar la euforia, la celebración y la alegría compartida por las jugadoras como baza para desacreditar a la víctima.
La letrada escarbó en primer lugar en la primera reacción de la futbolista, preguntando por qué razón la denunciante se despide de su superior "con unas palmadas en el costado", si momentos antes había recibido un beso que "le había desagradado". La abogada busca así dar a entender que la única reacción válida ante la violencia sexual es la confrontación inmediata. La respuesta de la denunciante es sencilla: se trata de un gesto propio de "un acto protocolario".
"No tengo que estar llorando"
Hermoso, en cualquier caso, ha admitido siempre la contradicción de ir reconociéndose de forma progresiva como víctima, en el mismo instante en que millones de ojos la miraban como campeona del mundo. "El sentimiento encontrado fue prácticamente en cada momento. Fui consciente de lo que había pasado, pero estaba en modo campeona del mundo. No podía hacer otra cosa, para mí era impensable no celebrarlo". Lo hizo, aseguró, pensando en sí misma pero también en sus compañeras.
Consciente de la estrategia de la defensa, la futbolista quiso poner coto al cuestionamiento del que estaba siendo objeto: "No tengo que estar llorando en una habitación ni tirarme al suelo cuando pasó el acto para dar a entender que eso no me gustó", dejó claro, para a renglón seguido enfatizar en que su forma de actuar no ha sido siempre "reflejo" de lo que estaba sintiendo. "Puedo reír y saltar y por dentro sentir rabia, frustración y enfado", señaló. "Era algo que me estaba haciendo daño y que estaba borrando parte de la celebración".
"A ti y a mí nos gusta lo mismo"
Además del descrédito a la víctima, los tribunales han sido testigos este lunes de cómo, según lo narrado por la denunciante, Luis Rubiales expresó un sesgo homófobo en las conversaciones posteriores al beso. "Me dijo una cosa que sí me dolió: a ti y a mí nos gusta lo mismo", señaló Hermoso, "dando a entender que no tenía más importancia". Este diálogo se habría producido poco después de lo sucedido, en el avión de vuelta, durante el primero de los muchos intentos por persuadir a la víctima para conseguir su colaboración a la hora de aplacar públicamente lo que ya se había fraguado como un escándalo. En ese contexto, sobrevolaron también elementos claves para apuntalar la sensación de culpa de la víctima: desde alusiones al impacto emocional para las hijas del presunto agresor, hasta calificar a la denunciante de "mala persona" por no poner fin a la polémica.
A partir de ese momento, fueron "incontables" las veces en las que no sólo Luis Rubiales, sino toda su órbita, rogó a la futbolista colaborar para minimizar lo sucedido. Primero en el propio vestuario, después en el avión, pero también durante los días posteriores e incluso en el viaje a Ibiza organizado para celebrar la victoria femenina. "Fueron bastante insistentes, la situación era agobiante, realmente no pude disfrutar lo que es ser campeona del mundo. Tuve que forjarme de una manera que yo no elegí", sentenció. En este marco, el juez investiga también por coacciones al exseleccionador Jorge Vilda, el exdirector de marketing Rubén Rivera y el exdirector de la selección masculina Albert Luque.
La presión relatada por la víctima fue avalada por otras dos voces que traspasaron este lunes las puertas de la Audiencia Nacional: Ana Álvarez, entonces directora de fútbol femenino, y Patricia Pérez, jefa de prensa del equipo. La primera confirmó los hechos sucedidos en el avión: "Jenni vino a hablar conmigo, la noté agitada, estaba preocupada porque había estado hablando con el presidente y le había pedido hacer un vídeo para quitar hierro al asunto. Y me dijo que le había dicho que no, que no quería hacerlo", expuso Álvarez. La exdirectora de fútbol femenino señaló la insistencia de Luis Rubiales: "Hay que hablar con Jenni para sacar un comunicado", repetía él.
Un protocolo que nunca se aplicó y un beso "en ningún momento consentido": arranca el juicio a Rubiales
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Y en la misma línea se pronunció Patricia Pérez, quien llegó a tildar de "encerrona" una reunión con el expresidente y personas de su confianza para prefabricar una declaración que iría dirigida al departamento de integridad y que la trabajadora terminaría "firmando a regañadientes".
"Absolutamente sola"
Hermoso terminó expresando la soledad absoluta que encontró en el seno de la Federación. En primer lugar, "nunca" fue fue informada de la existencia de un protocolo contra la violencia sexual, que había sido aprobado apenas dos meses antes y que nunca llegó a aplicarse tras lo sucedido en suelo australiano, a pesar de que el propio documento oficial contempla "besar a la fuerza" como una forma de violencia. El que sí se puso en marcha fue, en cambio, otro protocolo de integridad pensado para abordar cuestiones como amaños y apuestas, que nada tienen que ver con el acoso por razón de género.
En ese contexto, insistió en que las supuestas presiones que se sucedieron tras los hechos estuvieron acompañadas del abandono por parte de la institución para la que trabajaba: "Me sentí desprotegidísima por la Federación. Tenía que ser mi lugar seguro y nadie preguntó" cómo se encontraba. "Me sentí absolutamente sola en todo momento. Suerte que tenía a mi agencia y a mi gente".