El ‘Risk’ de Trump o cómo convertir las relaciones internacionales en un juego peligroso

El presidente canadiense, Justin Trudeau, pronuncia su discurso de dimisión. Tras meses en la cuerda floja y cercado por las críticas de su propio partido y por los malos presagios electorales, el que fuera la cara y el icono del liberalismo americano y una de las mayores jóvenes promesas de la política mundial, se retira. Tres elecciones consecutivas ganadas y 9 años en el poder después, vestido con un abrigo negro y corbata negras, se dirige a la nación para comunicar su decisión. Sin embargo, de fondo, tapando algunas de sus palabras se escucha el sonido de un violín. Y detrás de él, de repente, vemos quien está tocando esa melodía: el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump.
Después de una semana donde el magnate ha encadenado polémica tras polémica, algunos podrían pensar que esta escena podría haber sido real. Pero no, ese momento era un videomontaje creado con inteligencia artificial y publicado en X por el que por ahora es el delfín más destacado de Trump, Elon Musk. Sin embargo, el vídeo resume perfectamente todo lo que ha incluido la pasada semana en la política exterior de la próxima Administración: amenazas de anexionar Canadá como si fuera un Estado más, llamar a una incorporación de Groenlandia al país, querer cambiar el nombre del golfo de México, no descartar usar la fuerza para hacerse con el canal de Panamá e influir a base de tuits en la política interna de países europeos. La deriva ha sido tal que hasta la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, reivindicó, con un mapa de hace 4 siglos, el antiguo nombre de la zona hoy ocupada por Estados Unidos: América mexicana. “¿Por qué no le llamamos América Mexicana? Se oye bonito, ¿verdad que sí?”, propuso la dirigente.
Más allá de eso, y a tan solo una semana de que Trump vuelva a pisar el Despacho Oval, el mundo se halla completamente estupefacto ante las decisiones en política exterior del magnate. Una dinámica que, si bien no es nueva, sí marca la línea de lo que puede ser una presidencia completamente protagonizada por la inestabilidad y la imprevisibilidad, dos de los ingredientes más nocivos para las relaciones internacionales. Sin embargo, para Carlota García Encina, investigadora principal de Estados Unidos y Relaciones Transatlánticas del Real Instituto Elcano, las afirmaciones de Trump de esta semana están lejos de ser una provocación: “Las palabras del presidente ponen de relieve hasta qué punto Estados Unidos intenta agresivamente presionar a países como Panamá para que reduzcan sus relaciones con China. Algo similar pasa con el caso de Groenlandia, donde quieren controlar las rutas comerciales y los recursos naturales por delante de China y Rusia”.
Por ese motivo, la analista cree que, por encima de la retórica del presidente electo, sí subyace un poso de realidad. Una posición que comparte Miriam Juan-Torres, experta en relaciones internacionales e investigadora en la Universidad de Berkeley, la cual cree que, pese a que es muy probable que no suceda una anexión, las palabras de Trump sí responden a una estrategia muy medida. “Hay una intención de expandir presencia de Estados Unidos en el mundo y estas posiciones maximalistas al final son una suerte de decir ‘voy a por todas’ que sigue el estilo agresivo y personalista de Trump. Pero realmente eso no significa que anexionarse Canadá y Groenlandia sea el objetivo último del presidente”, explica la investigadora.
Para ella, Trump quiere perseguir dos objetivos con sus bravuconadas: por un lado, el presidente electo quiere comenzar una posible futura negociación con esos países desde una posición de fuerza, y por otro este tipo de discursos le ayudan a afianzar su ideología del America first, donde pretende poner los intereses de Estados Unidos por delante de todo, sean cuales sean las consecuencias. Por su parte, Carme Colomina, investigadora sénior de CIDOB y coordinadora del informe El mundo en 2025, cree que la retórica de Trump tiene unos fines más comunicativos que reales: "El objetivo de Trump siempre es cooptar la agenda. Ocupar todo el espacio comunicativo e imponer los términos del debate. Su éxito reside en que obliga al resto de actores a reubicarse y a aceptar el cambio de reglas en su relación con Estados Unidos”.
El gran desestabilizador
Lo que no tiene tanta discusión es que ese cambio de reglas ya ha empezado incluso antes de que el magnate pise la Casa Blanca. “Al final, lo que trata Trump es de dinamitar los consensos en las relaciones exteriores que han existido entre Estados Unidos y Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, lo cual casa con toda su ideología populista y autoritaria. Ahora, va a haber una preeminencia de los intereses de EEUU por encima de todo, eso no quiere decir que no haya una colaboración, pero siempre va a estar supeditada a los intereses de Trump”, explica la investigadora de la Universidad de Berkeley.
De este modo, cree que los discursos de estas semanas van en línea con lo que ya empezó Trump durante su primera Administración y que en esta segunda existe el peligro de que lleguen a cotas aún más altas. El magnate se ha rodeado de personas de su máxima confianza en los puestos clave del Gobierno, atendiendo más a las lealtades personales que a su valía en los cargos, dejando de lado a aquellos políticos del Partido Republicano tradicional, como Mike Pompeo, su antiguo responsable de Exteriores, con el cual mantuvo una gran tensión durante su primer mandato. Eso ha hecho que Trump apenas cuente con contrapesos y oposición interna, lo cual hace pensar a muchos analistas que veremos a un presidente aún más desatado que en su primera etapa.
Sin embargo, si hay en un lugar donde ha resistido algo de ese republicanismo preTrump ha sido en el nombramiento de su secretario de Estado, Marco Rubio. El senador por Florida fue oponente del presidente electo en las primarias de 2016 y, pese a que se ha ido acercando cada vez más al trumpismo, sí es una figura respetada en el terreno internacional. Su gestión puede dar, según las expertas, un cariz distinto a la imprevisibilidad del propio Trump, manteniendo una imagen algo más institucional. Además, García Encina destaca el papel del Congreso y del Senado, donde los republicanos tienen mayorías muy exiguas, como posibles contrapesos a las decisiones de Trump en política exterior. “La diferencia, esta vez, es que el mundo ya no se ha sorprendido”, opina Colomer, destacando como los actores internacionales ya están más preparados al tener la experiencia de su primer mandato.
Esa retórica expansionista también puede generar, para Juan-Torres, una especie de apetito en parte de la opinión pública sobre políticas que quizás no se planteaban antes y que ahora, con la retórica agresiva de Trump, podrían entrar en el debate. “Es casi seguro que el objetivo no es que Canadá sea el estado 52, pero puede ser que con esto los estadounidenses empiecen a ver con mejores ojos barreras comerciales o se empiece a discutir el rol que tienen Canadá o Groenlandia a nivel de defensa nacional”, explica la investigadora. Una línea que también trae a colación Jaime Caro, investigador sobre alt-rigt en la Universidad Autónoma de Madrid, el cual ve en las bravuconadas de Trump una estrategia típica de la extrema derecha para mover la línea de lo socialmente admisible: “Él puede salir diciendo eso, y al día siguiente quizás se desdiga, pero ya ha logrado crear en la mente de los ciudadanos ese escenario”, explica Caro. Algo similar a lo que pasó, recuerda García Encina, con su famoso muro entre México y Estados Unidos, el cual fue uno de los temas estrellas de su primera campaña y que, pese a no llegar nunca a construirse, abrió de par en par el debate migratorio.
X como arma de injerencia extranjera
Pero si hay alguien que ha pasado de las palabras a los hechos en el circulo de Trump, ese ha sido Elon Musk. Sus últimas acciones también han sido enormemente polémicas, llegando a suscitar críticas del presidente francés, Emmanuel Macron, del canciller alemán, Olaf Scholz y del primer ministro británico, Keir Starmer. Todos ellos se han puesto de acuerdo para señalar el peligro que, para ellos, representa Musk para los países europeos, después de que este usara una vez más X para intervenir en la política interna de sus distintos países.
El pasado jueves, el hombre más rico del mundo mantuvo una conversación con Alice Weidel, líder del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), una formación que tiene en sus filas a nostálgicos del nazismo y tan radical que incluso Marine Le Pen decidió marcar distancia y romper con ella en el Parlamento Europeo. Esa entrevista no era la primera vez que Musk se acercaba a ellos y les apoyaba, solo unas pocas semanas atrás, el multimillonario publicaba un mensaje en su cuenta de X donde decía que solo AfD podía "salvar a Alemania".
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“Él basa sus apoyos en dos cuestiones: que el partido apoye lo que el llama la lucha contra lo woke y que esté en contra de la migración. Si bien eso es cierto, no podemos olvidar que detrás de ese apoyo se esconden intereses económicos”, explica Caro. Por ejemplo, el analista aduce a la intención de Musk de aprovechar el tejido productivo de automóviles de Alemania para fabricar sus Teslas o el interés del multimillonario de sustituir al Estado en la provisión de servicios con sus empresas privadas. En este último asunto, por ejemplo, se encuadra su acuerdo con Giorgia Meloni para que Starlink sea la responsable del cifrado de las comunicaciones gubernamentales, a priori, una tarea para la que la Unión Europea estaba trabajando en un proyecto conjunto.
Sin embargo, la mayor cruzada personal de Musk es contra Starmer. Durante las últimas semanas, las alusiones al líder laborista y a su presunta ocultación de unos abusos sexuales cometidos por migrantes han sido constantes. Aunque el multimillonario ha centrado sus críticas en él, no ha sido su única "víctima". Musk ha llegado a pedir incluso la dimisión del líder del partido extremista Reform UK, Nigel Farage, después de que este le criticara. En su lugar, Musk propuso a Tommy Robinson para ocupar el liderazgo de la formación, un activista ultra encarcelado por difundir continuamente acusaciones falsas sobre un refugiado sirio.
Este caso, enormemente polémico en Reino Unido, ha vuelto a hacer saltar las alarmas sobre cómo el multimillonario puede marcar las relaciones con los terceros países del país. “Creo que Musk actuará durante la Administración como un gran agitador mientras Trump se dedicará a gestionar asuntos más internos. Son dos personas con un ego enorme, pero sus coincidencias ideológicas me hacen dudar de una ruptura”, asegura Caro. Con todo si hay algo que haya provocado de nuevo Trump con sus palabras es que todos los los ojos del mundo se giren ante sus bravuconadas. Queda solo una semana para ver si esas amenazas empiezan a convertirse en realidad. “Trump continúa siendo una incógnita, y está por ver qué capacidad real de cambio global puede traer más allá de tanta gesticulación”, zanja Colomina