"Vuelve el oscurantismo": Trump y Musk ponen en pie de guerra a la comunidad científica en EEUU

Con el lema Stand up for science (Levantarse por la ciencia), se ha celebrado en Estados Unidos el viernes 7 de marzo una primera movilización contra la administración Trump: los científicos protestan así contra los numerosos despidos de investigadores de las agencias federales, especialmente las dedicadas a la salud o al medio ambiente.
Muy afectados por la suerte que corren sus colegas, científicos franceses han llamado a manifestarse en apoyo, el mismo día, en toda Francia. El epidemiólogo Dominique Costagliola, uno de los primeros firmantes del llamamiento, quiere mostrar la magnitud internacional del terremoto que afecta a la ciencia.
Un solo ejemplo: el domingo 9 de marzo comienza en San Francisco la Conferencia Anual sobre el VIH, un tema en el que los científicos americanos suelen ser “los primeros”, explica Dominique Costagliola, que ha dedicado gran parte de su carrera a la lucha contra la epidemia.
Pero en San Francisco, la conferencia en el país anfitrión estará en gran parte desierta. Los numerosos investigadores que trabajan para las agencias federales, en particular el Instituto Nacional de Salud (NIH), no podrán asistir.
Por un lado, porque 1.200 funcionarios del NIH, muchos de ellos científicos, han sido despedidos por la Oficina de Gestión de Personal (OPM) a petición de Elon Musk. Y los que quedan no pueden viajar a California: su tarjeta de crédito corporativa, que les permitía financiar sus viajes, ha sido limitada a 1 dólar.
El fin de las libertades académicas
Y si por suerte consiguen llegar a San Francisco este fin de semana, no saben qué temas abordar. Porque el gobierno de Donald Trump ha impuesto una velada censura. Es pues un jarro de agua para aquellos que abordan todo lo relacionado con el “wokismo”, según la extrema derecha americana (ver último apartado). Todos los temas cruciales en la lucha contra el VIH se verán afectados: la prevención entre hombres que tienen relaciones sexuales con hombres o personas trans, o la desigualdad racial en el acceso a la atención sanitaria.
A la climatóloga francesa Valérie Masson-Delmotte le viena a la cabeza una imagen, “el oscurantismo”: “Quieren barrer la libertad académica, que es un legado de la Ilustración”.
Sobre el cambio climático, los científicos americanos también son imprescindibles, pues firman una cuarta parte de las publicaciones internacionales, añade Valérie Masson-Delmotte, que fue presidenta del IPCC de 2015 a 2023. Ella mantiene un intercambio muy regular con sus colegas de Estados Unidos: “Los que permanecen en sus puestos nos confían su miedo y su desconcierto. Pero no dicen nada públicamente, por miedo a convertirse a su vez en objetivos”.
Las consecuencias ya son tangibles a nivel internacional: “En la última sesión del IPCC la semana pasada estuvieron ausentes los americanos. El próximo informe debe publicarse en 2028. En tales condiciones, podría retrasarse. Muchos Estados lo desean, como Arabia Saudí “ y, sin duda, también los Estados Unidos de Donald Trump. “El vicepresidente J. D. Vance ha dicho en el pasado que las universidades y los profesores son enemigos. Es una guerra cultural”, estima la climatóloga.
El objetivo son todos aquellos que buscan regular el capitalismo
Masson-Delmotte menciona, no sin emoción, a algunos de sus colegas despedidos. Por ejemplo, Zack Labe, un climatólogo especializado en la modelización del cambio climático, en particular en el Ártico. También tiene un blog de divulgación de su trabajo. “Es un científico brillante. Lleva a cabo sus investigaciones en la Universidad de Princeton [en Nueva Jersey, ndr] en un laboratorio pionero que trabaja en la predicción de fenómenos climáticos extremos. Su trabajo estaba financiado en gran medida por la NOAA [Agencia Nacional Atmosférica y Oceánica]. Fue despedido, al igual que otros 800 funcionarios federales de la NOAA”.
También una científica muy involucrada en el último informe del IPCC es víctima de esta gran destitución: “Sarah Cooley es especialista en la acidificación de los océanos y en métodos de captura de carbono”. La climatóloga francesa no se lo puede creer: “La despidieron brutalmente”.
¿Quién decide los temas a censurar?
La censura se aplica de manera no explícita: “No hay una lista oficial de temas censurados”, cuenta Sarah, una investigadora del NIH que trabaja en justicia medioambiental. “No tengo ni idea de quién toma estas decisiones: ¿Trump, Musk? En cualquier caso, nuestra jerarquía se encarga de transmitirlo. Estoy escribiendo un artículo basado en un año y medio de investigación. He tenido que eliminar los pasajes sobre las desigualdades raciales frente al cambio climático, un término también prohibido. Podemos hablar de meteorología, de eventos extremos, pero no del clima o del papel que juega el hombre”.
La lista es larga y sutil: “Todo esto es extraño, arbitrario”, dice Sarah. El sábado 1º de marzo, por ejemplo, todos los funcionarios federales recibieron un correo electrónico de la OPM pidiéndoles que enumeraran “cinco tareas realizadas durante la semana”. Fecha límite: “El lunes siguiente a medianoche”. “Nos dijeron que seríamos despedidos si no respondíamos”, explica la investigadora. “Pero también nos advirtieron que no podíamos comunicar información sensible. Así que no sabemos qué contestar”.
En sus conversaciones informales, en la cafetería o tomando una cerveza al final de la jornada, los científicos se preguntan: “¿Estamos asistiendo a un cambio de régimen?”, dice la investigadora del NIH. “Estamos atónitos”. ¿Pasarán a la acción? Sarah ve cómo sus colegas se reúnen y discuten cada vez más, señal de que algo se está cociendo. Pero no ha podido convencer a nadie para que fuera a la manifestación Stand up for Science del viernes.
La brutalidad del procedimiento utilizado por el dúo Trump/Musk sigue asombrando a sus víctimas. El 27 de febrero a las 15:46, Penélope fue informada por teléfono de que estaba despedida. A las 16:38, recibió un correo electrónico informándole de que al final del día, es decir, dos horas más tarde, debía devolver su tarjeta de acceso, su ordenador y su teléfono. No le dieron ninguna justificación.
En solo una hora, perdió todo acceso a su trabajo. “Es una pérdida de conocimientos enorme. Y no pude transmitir nada”, lamenta. Su trabajo consistía en asistir a los investigadores para aumentar la eficacia de su trabajo, un tema que, irónicamente, está en sintonía con la visión de Elon Musk, quien mueve los hilos de este gran despido.
No oculta su profunda conmoción, sobre todo porque sus condiciones materiales de vida están amenazadas: “Inmediatamente perdí mi salario. Me inscribí en el paro. En unas semanas recibiré dinero, pero muy poco, y solo durante 12 semanas”. También perdió inmediatamente su seguro médico. Se siente especialmente vulnerable, porque es “una mujer sola, sin apoyo financiero”. Ya está buscando trabajo, pero sabe que cada vez habrá más científicos buscando empleo a medida que se sucedan las oleadas de despidos.
John trabaja en el Instituto Nacional de Ciencias de la Salud Medioambiental (National Institute of Environmental Health Sciences, NIEHS). Su puesto no ha sido eliminado aún, pero cree que podría serlo en breve. “El gobierno está haciendo todo lo posible para que los funcionarios federales se vayan”. En su opinión, es una cuestión ideológica: “Se dirigen a todos aquellos que buscan regular el capitalismo”. Si pueden permitirse arruinar carreras, perder habilidades poco comunes y conocimientos valiosos, es porque “se ha afianzado en Estados Unidos y pronto en todo el mundo una poderosa corriente anti-científica”, advierte John.
Según John, no hay ninguna racionalidad en la elección de los puestos eliminados: “Primero empiezan por los contratos más precarios, sin siquiera mirar lo que hace la gente”. Investigadores brillantes, premiados por su trabajo, han sido despedidos “con el pretexto de su incompetencia o falta de rendimiento. No saben lo que hacemos”.
¿Esperaban tal violencia contra la ciencia? Para Penélope, “cuando alguien te dice quién es, y Trump nos lo dijo, hay que creerle. En cuanto fue elegido, empecé a buscar trabajo”. John, por el contrario, todavía no se lo cree: “El sector público puede ser más eficiente, en eso estamos todos de acuerdo. Pero no esperaba algo tan drástico. ¡Hasta van a despedir a los guardas nacionales de los parques naturales!”
Las universidades afectadas
Los drásticos recortes en los presupuestos de las agencias sanitarias afectan de rebote a las grandes universidades. “Cuando los equipos de investigación solicitan financiación federal, entre el 25 y el 60 % de la suma se destina a financiar las estructuras”, explica Dominique Costagliola, es decir, las oficinas, la secretaría y la informática. Esa financiación de las universidades se limitará a partir de ahora al 15 %, lo que supone una pérdida de financiación.
La matemática francesa Claire Mathieu, también firmante del llamamiento a manifestarse en Francia, ha viajado en numerosas ocasiones entre universidades francesas y americanas. Tenía que trabajar unos meses en una de ellas: “No puedo dar el nombre de esa universidad porque temen represalias. Han suspendido todas las contrataciones, incluidas las de estudiantes investigadores, porque se ha congelado su financiación federal. Ya no tienen asignación presupuestaria en 2025”. Teme que “se pierda una generación de investigadores, ya que se verán obligados a buscar trabajo en otro lugar”.
“Europa debe convertirse en un refugio para los científicos estadounidenses”, defiende Valérie Masson-Delmotte. De hecho, muchos de ellos están recurriendo al extranjero, como Penélope, que se ha puesto en contacto con “universidades noruegas y suecas”. Pero sabe que las plazas serán caras.
La agenda 2025 de la extrema derecha aplicada al pie de la letra
Durante su campaña, Donald Trump se distanció de las 900 páginas del Proyecto 2025, redactado por la Heritage Foundation, un think tank de la extrema derecha estadounidense. Pero todas las medidas aplicadas a las agencias científicas federales están claramente inscritas en él. El think tank ultraconservador apunta a las “políticas woke” del Instituto Nacional de Salud. También se centra en todas las investigaciones más o menos relacionadas con el aborto. El escepticismo climático también está presente en el Proyecto 2025. Pide, en particular, el “desmantelamiento” de la NOAA, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, que debe ser “desmantelada, y muchas de sus misiones eliminadas, transferidas a otras agencias, privatizadas o puestas bajo el control de los Estados federados”.
Caja negra
Todos los investigadores americanos con los que hemos hablado solicitaron permanecer en el anonimato.
Trump, recortes, accidentes y conspiranoia
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Traducción de Miguel López