El vals de los superricos: las grandes empresas hacen cola para pagar los fastos de la investidura de Trump

“Todo el mundo quiere ser mi amigo”, decía Donald Trump en una rueda de prensa en su residencia de Mar-a-Lago en diciembre. Y no es mentira. Por extraño que parezca, desde su indiscutible victoria el pasado noviembre, el republicano ya no parece tan radiactivo como antes. La prueba es que los líderes empresariales que antes le criticaban hacen ahora cola para financiar su candidatura.
A mediados de enero, habían donado al menos 170 millones de dólares al comité encargado de recaudar fondos para las festividades que rodean la ceremonia de investidura, celebrada este lunes en el Capitolio. Si bien la ceremonia en sí corre a cargo de los contribuyentes, no ocurre lo mismo con todas las cenas, galas, bailes y otros eventos exclusivos que han tenido lugar en Washington y sus alrededores en los últimos días. Como la recepción privada con fuegos artificiales organizada por el club de golf de Donald Trump en Virginia. O la cena VIP con velas celebrada el domingo en presencia del presidente electo y su esposa, Melania.
Con este dineral, que podría superar los 200 millones de dólares y cuyo excedente se destinará a financiar su proyecto de “librería presidencial”, el futuro inquilino de la Casa Blanca ha batido el récord que él mismo estableció en 2017, cuando recaudó 107 millones de dólares. “En aquel momento, hubo muchas dudas a la hora de apoyarle en los círculos empresariales, a pesar de que acabó recibiendo una buena suma. Hoy, esa sensación ha desaparecido”, afirma Brendan Glavin, director de reseñas de OpenSecrets, una ONG americanase que rastrea las donaciones privadas en política.
Entre las empresas enumeradas por la prensa y diversos grupos cívicos figuran gigantes tecnológicos como Amazon, Meta, Google y Microsoft, la farmacéutica Pfizer e instituciones financieras como Goldman Sachs. Todas han donado un millón de dólares. Chevron, líder del sector petrolero, hizo una contribución de cuantía desconocida.
La novedad este año ha sido la fuerte presencia de las criptomonedas, que han empapado a los partidos demócrata y republicano en este año electoral. La empresa más generosa en todas las categorías no ha sido otra que Ripple, una de las grandes del sector, con 5 millones de dólares donados en forma de su ficha XRP. Otros grandes de las criptomonedas como Coinbase, Ondo Finance y Kraken, han donado un millón de dólares al comité inaugural. La plataforma de intercambio Robinhood ha prometido alrededor de 2 millones de dólares.
Sam Altman, CEO de OpenAI, la empresa de inteligencia artificial creadora de la herramienta ChatGPT, también ha puesto 1 millón de dólares. “El presidente Trump guiará a nuestro país hacia la era de la IA, y estoy ansioso por apoyar sus esfuerzos para garantizar que Estados Unidos se mantenga a la vanguardia”, dijo en un comunicado recogido por Bloomberg News.
Donaciones para apoyar... o para protegerse
Según Brendan Glavin, existen pocas normas que regulen las donaciones vinculadas a las investiduras. “La única norma clara que existe es que ninguna entidad extranjera puede dar dinero directamente”, afirma. “Por lo demás, no hay un límite máximo fijado por ley, y los equipos del presidente electo no están obligados a revelar la identidad de los financiadores en los tres meses siguientes a la investidura”. En otras palabras, no sabremos hasta abril quién se ha rascado el bolsillo. “Hasta entonces, para saber quién es donante, dependemos de los que revelan ellos mismos sus contribuciones porque quieren aparecer en la prensa sabiendo que Trump la está siguiendo. En otros casos, el equipo presidencial puede hacer que se filtre la información con la esperanza de aumentar la presión sobre otros donantes.”
Para Bruce Freed, director del Center for Political Accountability, una ONG con sede en Washington que lucha por una mayor transparencia en el gasto político de las empresas, los objetivos de estas donaciones son variados. Por ejemplo, a las empresas de criptomoneda les gustaría presionar a la Casa Blanca y al Congreso para que establezcan un marco regulador favorable a sus actividades.
Otras querrían aprovechar la oportunidad para reconciliarse con el futuro presidente y así evitar posibles represalias. Entre ellas se encuentran Amazon, cuyo CEO Jeff Bezos dijo en su día que el comportamiento de Donald Trump “dañaba la democracia”. O Meta, desde hace tiempo en el punto de mira del republicano y sus aliados por la supuesta “censura” que practica la plataforma contra personalidades conservadoras. “Con Donald Trump todo es transaccional y se basa en su animadversión hacia las personas. Algunas empresas donan para tener acceso a él, otras para protegerse”, dice Bruce Freed.
“Algunas están participando principalmente porque apoyan las políticas que defiende Trump y han ayudado fuertemente a los republicanos en el pasado. Pero otras empresas que ahora contribuyen a financiar su investidura se opusieron a él o no dieron nada durante la campaña de 2020”, añade Richard Hall, profesor emérito de la Universidad de Michigan y especialista en la influencia del dinero privado en la vida política. “Por ejemplo, Trump apenas ha sido aliado de las grandes tecnológicas en el pasado, pero estas empresas donan ahora millones a su comité de investidura”.
Y cita el ejemplo del cambio de opinión de Microsoft. “Apoyó más a los candidatos demócratas que a los republicanos en las elecciones de 2024. Sus empleados dieron veinte veces más a Kamala Harris. Y Bill Gates envió 50 millones de dólares a un grupo que apoyaba a la vicepresidenta. Sin embargo, este año, Microsoft ha pagado 1 millón de dólares por la coronación de Trump”, observa.
Esas cuantiosas contribuciones facilitan, tras la toma de posesión, el acceso al presidente o a sus asesores; y en Washington, ese acceso es un bien preciado
Más alarmante aún es que muchas de esas empresas habían prometido, en 2021, dejar de dar dinero a los diputados que se negaran a votar a favor de la certificación presidencial en las horas siguientes al ataque al Capitolio. Es el caso de Bank of America, Google, Uber y Boeing. Todas ellas han dado a Donald Trump un millón de dólares, a pesar de sus intentos de revertir los resultados de las elecciones presidenciales de 2020. “Por supuesto, otros presidentes republicanos eran también proempresariales y las empresas querían congraciarse con ellos, pero este año la escala y las motivaciones son muy diferentes”, añade Bruce Freed.
Esta ola de “generosidad” de las grandes empresas es tal que, ironía del destino, los organizadores de las fiestas de investidura se han quedado sin regalos que ofrecerles: acceso a eventos exclusivos, entradas para la toma de posesión, comidas con el futuro vicepresidente J. D. Vance y su esposa... Según The New York Times , algunos VIP están en lista de espera para conseguir un sitio en los guateques privados.
Pero no importa. Durante la primera presidencia de Trump, esas donaciones demostraron ser buenas inversiones a largo plazo. OpenSecrets descubrió que, de las sesenta y tres empresas con las que el Gobierno federal hizo diversos contratos y que se rascaron el bolsillo para la toma de posesión de Donald Trump en enero de 2017, “más de la mitad” se aseguraron “acuerdos multimillonarios” al año siguiente. Entre ellas, el gestor privado de prisiones CoreCivic y la empresa armamentística Lockheed Martin.
Aunque la ley prohíbe a las empresas que tienen un contrato con el Estado dar dinero durante las campañas, no ocurre lo mismo con las investiduras, señala OpenSecrets. Esto convierte el traspaso de poderes en un buen trampolín para posicionarse de cara a hacer negocios en el futuro. “Como mínimo, estas cuantiosas contribuciones facilitan el acceso al presidente o a sus asesores tras la toma de posesión; y en Washington, el acceso es un bien preciado, cuando no una necesidad para influir en la política”, afirma Richard Hall.
Estas donaciones son sólo un aspecto de la estrategia de contemporización de la comunidad empresarial respecto al nuevo presidente. En las últimas semanas, varias grandes empresas americanas, como el gigante minorista Walmart, han anunciado el abandono de sus políticas de “diversidad, equidad e inclusión”, iniciativas diseñadas para mejorar la situación de grupos históricamente infrarrepresentados por su identidad racial, género u orientación sexual.
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A los observadores se les está apareciendo el espectro de la Alemania nazi. “Los agentes económicos de la época veían a Hitler como un aliado y se pusieron de su parte”, señala un antiguo asesor parlamentario. “Las empresas no reconocen lo que pueden ganar con el Estado de Derecho, la estabilidad y la previsibilidad. Piensan a corto plazo: ¿cómo puedo escapar de una situación dada o aprovecharme de ella?” Esperemos que luego no se arrepientan de su apoyo a Donald Trump.
Traducción de Miguel López