Trump tendrá capacidad limitada para vender más gas y petróleo a la UE pero amenaza su sector eólico

Donald Trump regresa este lunes a la Casa Blanca con más fuerza que nunca. Sus ideas reverberarán en todas las áreas de la economía global, y la energía será sin duda uno de los sectores más afectados por sus futuras decisiones. Estados Unidos es el mayor exportador del mundo de gas natural licuado y de petróleo, y el líder republicano ya ha anunciado que en durante mandato regará el mundo con más combustibles todavía porque incrementará su producción. Al mismo tiempo, ha declarado la guerra a los molinos de viento, ha prometido reducir a la mitad el coste de la energía en 18 meses y retirará las ayudas a los coches eléctricos.
Los encargados de la política energética europea siguen de cerca las pistas que va dejando Trump. Estados Unidos es el segundo mayor exportador de gas natural al Viejo Continente después de Noruega, y en sus manos el magnate tiene el devenir de la industria europea. En España, más de lo mismo. El gigante norteamericano es el tercer principal vendedor de gas tras Argelia y Rusia, y en 2024 surtió el 16,6% del total. Estados Unidos también es el tercer mayor exportador de petróleo y derivados a Europa gracias a su industria de fracking.
La idea de Trump es que esta dependencia energética sea todavía mayor durante su mandato. En diciembre, el empresario amenazó a Europa con que impondrá nuevos aranceles a los 27 países si no incrementan sus compras de combustibles, con el argumento de que la balanza comercial está demasiado desbalanceada, con un superávit favorable a la UE de más de 150.000 millones de euros. "Le dije a la Unión Europea que deben compensar su tremendo déficit con Estados Unidos mediante la compra a gran escala de nuestro petróleo y gas", publicó Trump en la red social Truth Social. "De lo contrario, ¡serán ARANCELES todo el tiempo!".
El plan Trump pasa por incrementar drásticamente la producción de crudo y de gas mediante una barra libre de permisos de prospección para las empresas energéticas de su país. Para ello contará con Chris Wright, fundador de Liberty Energy, una compañía de fracking petrolífero, y quien ha anunciado que será su secretario de Energía. Según la prensa estadounidense, Wright tiene un historial de opiniones que niegan el cambio climático y defienden los combustibles fósiles, con frases como "No hay una crisis climática y tampoco estamos en medio de una transición energética". Aunque esta semana compareció en el Comité de Energía y Recursos Naturales del Senado y mostró un perfil más sosegado, reconociendo que "está de acuerdo" en que el futuro de su país pasa también por otras tecnologías diferentes a los combustibles fósiles.
En realidad, la visión trumpista de incrementar las exportaciones de carburantes de Estados Unidos coincide con las expectativas de los funcionarios de Bruselas, que desde que estalló la invasión de Ucrania se enfrentan al quebradero de cabeza de deshacerse del gas y el petróleo ruso. "¿Por qué no sustituir [el gas ruso] por GNL estadounidense, que es más barato para nosotros y abarata nuestros precios energéticos? Es algo que podemos discutir, también en lo que respecta a nuestro déficit comercial", dijo la propia Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, en noviembre.
Los analistas energéticos contestan que nada será tan fácil como aparentan estas declaraciones. Ni Trump tendrá en su mano la producción de gas y petróleo de Estados Unidos, ni la Comisión podrá escoger a quién compra la energía las empresas. Los mercados de materias primas son globales y muy volátiles. La crisis energética ha dejado claro que los barcos metaneros y petroleros viajan hasta el mejor postor, mientras que las compañías americanas solo invertirán en nuevas prospecciones si pueden sacar provecho de ello.
Ignacio Urbasos, analista de Energía del Real Instituto Elcano, cree que Trump optará por "mandar señales claras de inversión a las empresas energéticas para incrementar la producción, aunque no tendrá un control directo sobre la producción porque está muy diversificada en el sector privado". "En el mandato de Biden ha habido una regulación muy estricta sobre las emisiones, y probablemente Trump dirá al sector que todo esto se ha acabado y que es el momento de invertir", añade el analista.
Por ejemplo, durante los últimos cuatro años, los demócratas endurecieron los estándares ambientales para la construcción de nuevas plantas de gas y para las existentes de carbón, redujo las fugas de metano legales en la extracción de gas y petróleo, y protegió tierras y aguas en varias zonas del país para que no se puedan perforar. Trump ya ha dejado claro que deshará todas estas medidas y muchas otras en cuanto pueda, incluida la moratoria que impuso Biden hace un año a entregar nuevos permisos de exportación de gas natural licuado (GNL).
Mike Coffin, investigador de Petróleo, Gas y Minas de la organización Carbon Tracker, también apunta a que Trump tendrá que jugar con el factor precio. Regar el mercado global con nuevos combustibles podría disparar la oferta, mientras que el consumo global avanza a la baja. "Trump puede enfrentarse a un reto mayor de lo esperado para cumplir sus promesas. Aunque los ejecutivos del petróleo y el gas sin duda quieren políticas que apoyen la demanda, estarán muy interesados en evitar presionar a la baja los precios y, por tanto, la rentabilidad. Y esto es especialmente claro en el caso del petróleo, que, como mercado mundial, está expuesto a las medidas europeas y chinas para reducir el consumo de combustible en el transporte" a través de los coches eléctricos.
Otro de los frentes energéticos de Trump será retomar las sanciones contra Venezuela e Irán, dos grandes productores de crudo que durante el gobierno demócrata han gozado de cierta manga ancha. Ignacio Urbasos ve bastante probable una "implementación estricta" de las sanciones contra Irán, que produce aproximadamente el 4% del crudo mundial. "En todo caso, el impacto en Europa será muy limitado porque maneja un volumen es importante, pero el 95% lo vende a China", opina el analista. Sobre Venezuela, aunque Nicolás Maduro está en el punto de mira de Trump, la petrolera estadounidense Chevron tiene un papel clave en Venezuela y extrae una quinta parte del total, por lo que es poco probable que el republicano arrample con el sector energético venezolano.
Trump contra la eólica
En cuanto a la energía renovable, Trump ha dejado claro que hará la vida imposible a los promotores de aerogeneradores, un sector donde Europa tiene muchos intereses. Por una parte, el presidente electo ha lanzado bulos como que son culpables de la muerte de las ballenas, pero sobre todo dice que afean el paisaje y amenazan la vida agraria, aunque lo que probablemente no le guste sea que esta tecnología está ampliamente dominada por China, el mayor fabricante del mundo de molinos. Este mismo jueves, Trump pidió de hecho a un congresista republicano que redacte una orden para paralizar todos los proyectos de eólica marina.
Pedro Fresco, analista de energía y director de la Asociación Valenciana del Sector de la Energía (Avaesen), teme que esa ola antirrenovables gane fuerza en Europa durante el mandato de Trump. "Desde el punto de vista económico, no creo que esas políticas vayan a perjudicar al desarrollo de las energías renovables europeas, pero sí hay riesgo de que ese populismo energético se contagie a otros partidos radicales", afirma Fresco. La candidata a las generales de Alternativa por Alemania (AfD), el partido recientemente abanderado por Elon Musk, llamó esta semana a derribar los aerogeneradores de su país.
Fresco cree que dentro de las renovables, tanto Trump como otros populistas tienen una guerra personal con la eólica, pero no piensa que Estados Unidos ni otros países vayan en seco la instalación de paneles solares. "La energía solar puede tener problemas puntuales, pero es la tecnología de generación de electricidad más competitiva en costes, y esa competitividad la salvará", afirma. "Curiosamente los ultras no tienen ningún problema con el biometano y los gases renovables, supongo que porque están relacionados con la ganadería y la agricultura", añade el analista energético.
Una política estadounidense contra los molinos de viento también golpearía de lleno a industrias punteras europeas, como Oersted, Vestas o Siemens, algunos de los principales fabricantes del mundo de aerogeneradores, que ya han sufrido batacazos en bolsa estos días tras ante las afirmaciones de Trump. En España, Iberdrola, a través de su filial estadounidense Avangrid, también está muy expuesta a la política de Trump, debido a que tiene en construcción el mayor parque de aerogeneradores flotantes de Estados Unidos, el Vineyard Wind 1, en Massachusets.