Librepensadores

Estados Unidos, en decadencia

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Jacinto Vaello Hahn

Demasiados rasgos de la sociedad estadounidense incitan a hacer un balance negativo; cada año que pasa se le desgarran más las costuras. Y esto es una invitación a identificar sus debilidades, como mínimo para no caer en la tentación tan habitual de la emulación irreflexiva.

Hay situaciones que de puro metafóricas incitan a su utilización caricaturesca; así, una noticia del 4 de junio de 2019: Nueva York pierde la guerra contra las ratas. Y hay otras situaciones que abruman pero nutriendo la misma imagen patética: ¿Por qué mueren tantos presos en EEUU?¿Por qué mueren tantos presos en EEUU?. Ambas constataciones conducen a una posible conclusión única: hay demasiadas ratas y demasiados presos. Se mire como se mire, son signos inequívocos de decadencia.

En clave más seria, hay que dirigir la atención a la trayectoria política errática, a la estrategia económica plagada de decisiones contradictorias, al esfuerzo inútil por imponer una presunta superioridad militar, a la acumulación de signos de degradación social y, por último, a la impresión general creciente de que con esta suma los problemas se acumulan sin solución a la vista. Y, desde luego, la Presidencia de Trump no es el mejor antídoto para tantos males, sin siquiera aludir al ridículo internacional que desacredita a la ya pretérita superpotencia.

Repasando: trayectoria política, estrategia económica, posición militar y estado de la sociedad son los asuntos a considerar de forma prioritaria. Esta era, más o menos, la suma de ingredientes para ir configurando un balance sintético a mediados de 2019. Pero es que ya a fines de 2018 se acumulaban los datos negativos y los peores presagios; si uno los quería ver, claro. Al menos eso fue lo que quise comunicar con Los Estados Unidos al borde del abismo.

A comienzos de 2020 irrumpe bruscamente la pandemia del coronavirus. Y lo que iba tomando forma en 2018 y 2019 de manera ostensible, se termina consolidando y, sobre todo, ahora sí va más allá de una imagen variopinta y acaba completando un cuadro social patético. Todo empieza a ser cuestionable y todo empieza a ser cuestionado.

Grandes números y sucesivos acontecimientos reflejan el declive. Un análisis coyuntural nos dice que los fallecidos por la pandemia en septiembre de 2020 rondan los 200.000; también nos dice que se produce una movilización antirracista tras el "no puedo respirar". La incapacidad de reacción de la sociedad -del Estado, en definitiva- se pierde entre los rasgos de la historia reciente: el fracaso viene de lejos, no es un acontecimiento sorpresivo. El racismo es consustancial a la sociedad norteamericana. No son accidentes en un recorrido triunfal, son demostraciones de que asistimos a la decadencia de una sociedad que ha ido acumulando deficiencias colectivas de todo tipo.

Aritmética sencilla. En EE.UU. hay 88 armas por cada 100 personas. Con este armamentismo, un estadounidense tiene 11 veces más probabilidades de morir por un disparo que en cualquier otro país desarrollado. Literal, "morir por un disparo", que puede ser matonismo, suicidio o accidente.

Estados Unidos encarcela a medio millón de inmigrantes; ha construido en los últimos 40 años el mayor sistema de detención de inmigrantes de la historia de la humanidad. Además, se trata de un gran negocio, la boyante industria de las cárceles privadas. Entendido: cárceles privadas son aquellas que constituyen un negocio para alguien, no un sistema público de protección de la sociedad.

Las cárceles norteamericanas albergan una población de casi 2,5 millones de presos; en comparación, los centros penitenciarios españoles acogen a menos de 50 mil presos; guardando las proporciones con la población total, tendrían que ser unos 340.000. Más presos por habitante que cualquier otro país, y con una tasa de mortalidad sin equivalente: unos cinco mil cada año.

Apuntes sociales: la mortalidad de los estadounidenses blancos de mediana edad se ha disparado desde comienzos del siglo XXI. Un informe de dos profesores de la Universidad de Princeton pone de relieve este hecho, sin parangón en otro grupo demográfico de Estados Unidos ni en ningún otro país desarrollado en la historia reciente. Según el estudio, la mayoría de las muertes se deben al suicidio, la cirrosis y el envenenamiento por alcohol y consumo de drogas. Unas cifras conocidas ilustran el desastre: cada año mueren unas 70.000 personas por sobredosis, unas 40.000 por accidentes de tráfico y otras 40.000 por disparos de armas de fuego.

Pandemia, ¿qué pandemia? Trump se ha encargado de desmentir la ocurrencia y ha mantenido esta estupidez hasta que las cifras de contagiados y fallecidos lo han arrinconado.

Para resumir se puede apelar a lo dicho por el alcalde de Baltimore, que pidió el cese de los tiroteos porque necesitaban camas para atender a los enfermos de COVID-19. Decía: "No toleraremos tiroteos masivos ni un aumento de los delitos".

Síntesis social sin equivalentes en el mundo occidental.

Potencia militar: En Anatomía del fracaso: por qué América pierde todas las guerras que comienza, se hace un recorrido detallado, que responde a la pregunta de cómo "la mayor máquina militar de todos los tiempos" es inútil para resolver las guerras en las que sus gobiernos la emplean a fondo. Y expone tres razones principales. Elección de líderes poco cualificados que alcanzan una “incompetencia estratégica del más alto nivel”; decisiones estratégicas que deberían estar en manos del presidente y sus asesores civiles, en lugar de dejarse en manos del Pentágono; por último, un factor especialmente crítico es el desconocimiento de la cultura del enemigo. Es decir, nos están diciendo que opera aquí un cóctel explosivo de ineptitud política e incultura general, ingredientes de mucho peso en la trayectoria decadente del país.

Democracia representativa y deformaciones interesadas, bloqueo político. Cada Estado de los Estados Unidos de Norteamérica puede delinear a su antojo los distritos electorales y modificarlos sin grandes requisitos formales. Modelo muy favorable para los partidos políticos hegemónicos. Pero, además, el tradicional bipartidismo estadounidense cuenta con otra baza para no perder el dominio de la situación; en un país de régimen presidencialista, las elecciones presidenciales son indirectas, es decir, no se aplica lo de "un ciudadano, un voto", sino un método que permite componendas de última hora y, desde luego, no garantiza que una mayoría electoral se traduzca en la elección de un presidente.

¿Alguna pregunta acerca de las razones del bloqueo político estadounidense? El bipartidismo tiene la permanencia asegurada. Por tanto, difícil resulta imaginar que haya una brecha para la entrada de nuevas políticas y nuevas ideologías.

Conclusiones inevitables: la superpotencia pierde su hegemonía. China ya no es el rival a vencer sino la potencia competidora que se está imponiendo (una referencia reciente en los medios: "El informe militar más duro de EEUU: por qué China les ha superado tecnológicamente"). La sociedad norteamericana ya es solamente ejemplar para los miserables perseguidos en sus países de origen; para quienes han tenido otra trayectoria de vida deja de ser un objetivo e incluso los que algún día triunfaron allí van decidiendo que es mejor emigrar. La fulgurante carrera individual del self-made-man ha llegado a su fin en ese medio; los triunfadores se mueven a otra escala, más allá de las fronteras de los EEUU. La economía disuelta en la globalización es cada vez menos capaz de garantizar siquiera el bienestar material que era el "sueño americano". Si al colapso de la industria le sigue el bloqueo de los servicios, todo ello dentro de una traslación masiva de actividades económicas a otros países, solo quedan para avanzar algunos sectores, dominados por las llamadas "plataformas", muy propensas a funcionar como burbujas y, en todo caso, a operar a escala supra nacional. Todas las epidemias conocidas van arrasando a la población, comenzando por abajo pero ascendiendo en la escala social: el hambre es de pobres, las armas son de clases medias blancas, las drogas ya son más transversales y la pandemia del coronavirus ataca más bien por abajo pero muestra una clara propensión a subir peldaños a medida que se extiende.

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Una columnista titula el 29 de junio, en un medio online español, USA, un Estado fallido frente al virus. Precisamente, este enfoque es el que intento superar. Se asemeja demasiado a lo que se repite a propósito de la gran "crisis" económica que vive todo Occidente; la pandemia "está en el origen de ...". No, rotundamente no. La pandemia acelera un proceso de reconducción general del sistema que ya estaba en marcha y pone en evidencia que el Estado norteamericano es incapaz de asumir importantes responsabilidades sociales. Dicho de manera rotunda, EEUU es un Estado fallido para la mayor parte de su sociedad y ésta, o al menos los ciudadanos más conscientes, no disponen de vías de cuestionamiento del sistema más allá de alguna algarada ocasional.

Peor aún con la pandemia. Y peor aún con Trump. Pero la pandemia y Trump operan sobre un terreno abonado, de manera que la desaparición de ambos no garantiza en absoluto el desbloqueo político y la recuperación social.

Jacinto Vaello Hahn es socio de infoLibre

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