Plaza Pública

La République, nuestra segunda patria

Es 14 de julio. La fiesta nacional de Francia, que más incluso que una fiesta nacional, es la de ese ideal que muchos llevamos en el corazón, el de una República bajo el lema libertad, igualdad, fraternidad.

Contra el lugar común, la fiesta nacional de Francia no conmemora tanto la toma de La Bastille, cuanto la “Fiesta de la Federación”, celebrada en presencia del rey, el 14 de julio de 1790, con un protagonismo especial del marqués de Lafayette, ya entonces comandante de la recién constituida Guardia Nacional de París. Fue a propuesta de Lafayette que la Asamblea Nacional acordó que en el aniversario de la toma de la Bastilla se celebrase la unión de una “nación federada”, una fiesta de reconciliación y afirmación de todos los franceses. Fue más tarde, en 1880, y precisamente para rememorar anualmente esa fiesta de ”federación nacional”, cuando la Asamblea, en este caso a propuesta del diputado Benjamin Raspail, escogió ese día como fiesta nacional de Francia.

Decía que es una fiesta en cierto modo universal, con vocación de convocar a todos los seres humanos, como a todos los seres humanos convocaba, vocacionalmente, la declaración de derechos del 89. Y por eso, con ocasión de esta fiesta del 14 de julio se suele recordar la cita atribuida a Jefferson, “todo hombre tiene dos patrias: la suya y Francia” que, según se asegura, habría pronunciado tras la batalla de Yorktown, en homenaje a la ayuda francesa a la revolución americana. Es cierto que Jefferson es conocido como el más francés de todos los presidentes americanos y que quedó profundamente marcado por su estancia como Embajador en París, donde cultivó entre otras, la amistad con Condorcet y su mujer. Una amistad que no privó al matrimonio, en especial a Madame de Condorcet, una activísima militante contra la esclavitud, de dirigirse al gran patriota norteamericano reprochándole que fuera dueño de más esclavos que losque le legó su pare en la posesión familiar de Monticello. Incluida su concubina, a la que llevó a Paris y que dio a Jefferson descendientes que llegan hasta hoy y que –justicia poética– son afroamericanos.

Sin embargo, no hay testimonio fidedigno de que esa frase fuera suya, más allá de la paráfrasis de un testimonio que se encuentra en su autobiografía, donde escribió: "So ask the travelled inhabitant of any nation, In what country on earth would you rather live?— Certainly in my own, where are all my friends, my relations, and the earliest & sweetest affections and recollections of my life. Which would be your second choice? France”. Hasta donde podemos saber, la afirmación literal se encuentra en una obra del dramaturgo Henri de Bornier, La Fille de RolandDrame en quatre acts en vers– (1875), en la que Carlomagno afirma: "Tout homme a deux pays, le sien et puis la France."

Este 14 de julio de 2018 hay más motivos que nunca para reivindicar nuestra afección a la République, en un contexto de desánimo por las perspectivas del proyecto europeo, sacudido por la embestida xenófoba y reaccionaria que recorre no sólo al Este, sino al corazón mismo de Europa (Austria, Italia y en una parte importante la propia Alemania). Sacudida, por supuesto, por la enésima embestida del peligroso Trump, a quien no debemos infravalorar, por despreciables que resulten sus modos y maneras. Y conste que este no es un alegato a favor del supuesto proyecto europeo del presidente Macron, en el que no pongo mi esperanza, aunque lógicamente me parezca un mal menor comparado con la alternativa de los Salvini, Orban, van Francken, Kurz, o Seehofer. No.

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Quiero aprovechar este 14 de julio para echar un cuarto a espadas por el idela de la République, como modelo para Europa. Porque este 14 de julio se presenta bajo el impulso de una nueva celebración de la 'francitud', del espíritu republicano de la fraternité, recuperado tras la decisión del Conseil Constitutionnel, que ha negado fundamento a los delitos de solidaridad por ayuda a los inmigrantes, precisamente desde la convicción de que esa solidaridad es expresión del principio republicano de fraternité, que adquiriría así su dimensión universal, pasando de los citoyens de la RépubliquecitoyensRépublique, a los seres humanos a los que se refiere la declaración de derechos del 89.

Es cierto también que ene ste 14 de julio de 2018 puede colarse de rondón un paradójico 'chauvinismo cosmopolita', como el que estalló en 1990 frente a Le Pen cuando la selección nacional de fútbol de Francia ganó su copa del mundo con un equipo 'multirracial' que aún se decía entonces, un equipo black, blanc, beur (BBB) que desmentía la Francia de los Dupont y los galos, sustituyéndola por la Francia de todas las procedencias, de los italianos, españoles y polacos a los antillanos, y de diversos países africanos... Hoy mismo, Joffrin lo celebraba así en su lettre politique, "L’Equipe du 14 juillet", contraponiéndola tramposamente a Croacia, aunque celebrando al fin que la vieja tradición ustachi haya dado paso a la vocación abierta –europea- de la nueva Croacia, que ya no es la de Franjo Tudjman, sino la de la europeísta y demócrata Kolinda Grabar-Kitarovic.

Dos equipos que han llegado por sus propios méritos a la final de la copa del mundo de fútbol. Dos países que se quieren europeos, defensores de la sociedad abierta, la del ideal de iguales derechos para todos los seres humanos, una Europa que no necesita de muros ni, desde luego, de muertes, para construir un espacio de libertad, justicia y seguridad.

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