Una mina de oro inmobiliaria. Así ha definido el ministro de Hacienda de Netanyahu a la franja. Lo dijo en un congreso inmobiliario, entre risas, repantigado en un sillón, mientras en la Ciudad de Gaza seguían cayendo bombas, seguía muriendo gente y seguían bombardeando torres enteras de edificios, viviendas de gente que salía con su vida a cuestas intentando ponerse a salvo no saben muy bien dónde porque, en Gaza, hace tiempo que ya no hay un lugar seguro.
Pero no sólo eso. Smotrich, sin ningún tipo de pudor, añadió que Estados Unidos y ellos, Israel, ya se están repartiendo cómo va a ser la reconstrucción de esa zona, una costa anhelada por ambos para convertirla en ese esperpento, en un lugar de reposo y diversión. Aseguró que Trump ya tiene encima de la mesa todo el proyecto. No hacía falta. Trump ya soñó con lo que iba a hacer, esa recreación surrealista, con inteligencia artificial, en la que imaginó un lugar idílico, hortera a más no poder, con estatuas de oro del propio Trump en la calle, con casinos y mujeres bailando.
Es todo tan sumamente pornográfico que avergüenza. Y sí, habrá un momento en el que la historia juzgará lo que está pasando ahora, lo que se está diciendo, lo que se está haciendo y lo que no. Habrá un momento en el que la indiferencia se convertirá en vergüenza. Habrá un momento en el que, declaraciones como la de este ministro ultra de Netanyahu, serán comparadas con las de los peores momentos de la historia.
Decirles a los palestinos que sus vidas importan, aunque estén a cientos de kilómetros, puede que no cambie nada o que lo cambie todo
Las palabras de Smotrich ya ni siquiera sorprenden porque, desde luego, lo han ido avisando. La idea final de todo lo que está pasando desde el 7 de octubre es acabar con Gaza, destruirla para poder ocuparla y hacerla suya. Todo en nombre de Dios, que no se nos olvide que esto es por mandato divino.
Llamarlo o no genocidio no cambiará mucho o lo cambiará todo. Decirles a los palestinos que sus vidas importan, aunque estén a cientos de kilómetros, puede que no cambie nada o que lo cambie todo. Manifestarse por los que están matando sin piedad, de forma sistemática, primero con bombas y luego con hambre, puede que no sirva de nada o puede que lo cambie todo.
Lo que no va a cambiar nada es no decir nada. Una mina de oro inmobiliaria. Al final, de lo que se trataba es de hacer caja con la muerte. Demasiado insoportable como para quedarse callados, por mucho que a nosotros todo esto nos quede lejos.
Una mina de oro inmobiliaria. Así ha definido el ministro de Hacienda de Netanyahu a la franja. Lo dijo en un congreso inmobiliario, entre risas, repantigado en un sillón, mientras en la Ciudad de Gaza seguían cayendo bombas, seguía muriendo gente y seguían bombardeando torres enteras de edificios, viviendas de gente que salía con su vida a cuestas intentando ponerse a salvo no saben muy bien dónde porque, en Gaza, hace tiempo que ya no hay un lugar seguro.