Urbanismo feminista: las risas que despierta y la ignorancia que desvelan Verónica López Sabater
Del discurso de Almodóvar al escándalo Alvise
“Lo peor que le puede ocurrir a una sociedad es que la ultraderecha se encuentre con el liberalismo más salvaje”
Pedro Almodóvar
Para un montón de medios y tertulianos, lo más destacable del discurso de Pedro Almodóvar al recibir el Premio Donostia en su 75 cumpleaños fue un comentario jocoso que hizo en la multitudinaria rueda de prensa previa al acto oficial, cuando dijo que a Pedro Sánchez se le conoce fuera de España como Mr. Handsome, “señor guapo”, y agradeció al presidente del Gobierno su asistencia, que interpretó como un gesto de “apoyo a la cultura”. Enseguida se ha desatado la ira del pelotón habitual de inquisidores que practican el gatillo fácil contra “el cine español apesebrado”, “repleto de rojos paniaguados”, etc, etc. Les da igual saber que nuestro cine de lo que está repleto es de gente que se juega su dinero y se embarga hasta las cejas para arriesgar con películas buenas, malas o regulares, y con alguna frecuencia estupendas, aplaudidas por crítica y público en el resto del mundo.
A uno le pueden gustar más o menos, incluso nada, los trabajos de Almodóvar, o puede pensar que tiene títulos y guiones geniales y otros decepcionantes. El gusto es libre y siempre respetable. Pero uno sospecha que lo que en realidad encabrona a tanta gente en las derechas, en los medios o en las redes es el posicionamiento siempre claro y comprometido de Almodóvar, que funciona como un espejo en el que se reflejan las vergüenzas que soportamos a diario.
Ha vuelto a hacerlo, justo en una semana en que la agenda política se ha visto alterada por un peligroso jeta llamado Alvise, descubierto como lo que siempre ha sido: mentiroso compulsivo sin escrúpulos, difamador profesional, xenófobo sin complejos, un caradura que estafa a sus ¡800.000! votantes manejando dinero negro y prometiendo tráfico de influencias a favor de empresarios concretos (ver aquí)... Pero, por encima de todo, Alvise es un elemento que simboliza el ascenso de esa “ultraderecha que va de la mano del liberalismo más salvaje”. Precisamente por eso, uno alberga dudas sobre las consecuencias que el escándalo de las criptomonedas y el fraude fiscal tendrá para Alvise en términos políticos. Puede que coseche aún más votos en España, como ocurre en Estados Unidos con un delincuente llamado Trump.
Porque aquí está la sustancia del caso: ¿alguien conoce alguna diferencia de fondo en los discursos de Alvise, Abascal o Ayuso sobre impuestos, desigualdad, derechos sociales o inmigración? (Feijóo coincide o discrepa dependiendo del día de la semana). Almodóvar describe desde la ficción esa trágica realidad: “Si la ultraderecha va de la mano del liberalismo salvaje, tomarán las peores decisiones para todos nosotros. Sigue existiendo una derecha rampante que es negacionista. Y en España, además, ultracatólica. ¿No piensan en sus hijos, sus nietos? ¿No tienen empatía?”
Uno sospecha que lo que en realidad encabrona a tanta gente en las derechas, en los medios o en las redes es el posicionamiento siempre claro y comprometido de Almodóvar, que funciona como un espejo en el que se reflejan las vergüenzas que soportamos a diario
Si esta legislatura tiene visos de cierta longevidad, no será por lo que finalmente acuerde el Gobierno con Junts sobre el techo de gasto o la distribución del déficit, sino porque, al menos de momento, el PP de Feijóo sigue necesitando ir de la mano de Abascales, Ayusos y Alvises para llegar al gobierno, y eso le aleja de cualquier alianza con los nacionalistas vascos y catalanes. Dicho de otra forma, le mantiene en la burbuja madrileñista más ciega y le distancia de la España real, diversa y plurinacional.
Asistimos a un equilibrio de debilidades, pero se equivoca el Gobierno de coalición si cree que las dependencias múltiples de Feijóo le garantizan una capacidad de resistencia, con o sin Presupuestos. Cada día se demuestra más necesaria una hoja de ruta convincente, que marque objetivos prioritarios sobre vivienda, lucha contra la desigualdad, fiscalidad justa o gestión de la inmigración. Con un Parlamento fragmentado y algunos socios ideológicamente más cercanos al liberalismo salvaje que a la socialdemocracia, más vale seleccionar mejor las leyes que se presentan y consensuar previamente su desarrollo antes de seguir asentando esa imagen vulnerable perdiendo votaciones. Lo peor de esta situación política ya no es el ruido permanente de la máquina del fango, sino la percepción de que priman intereses partidistas por encima de las necesidades urgentes de la ciudadanía.
Volviendo a la pregunta (retórica) de Almodóvar, la respuesta es no, no tienen empatía. Si la tuvieran, hace meses que estaría solucionado el drama que se vive en Canarias con los más de 5000 menores no acompañados. Pero uno comparte con Almodóvar la reivindicación y la fuerza de la esperanza, aunque sea en forma de gota malaya: “Hagamos lo posible para que las grandes tragedias, el dolor, la mentira, la falta de empatía, la injusticia social, el odio y todo lo negativo imaginable, pertenezcan a la ficción” (ver aquí). Incluso desde una visión pragmática y egoísta: “La generosidad en quien primero revierte es en quien la ejerce. Deberíamos dar la bienvenida a los migrantes, porque España es una sociedad envejecida. Esa sangre nueva nos ayudaría” (ver aquí).
P.D. Habrá quien se apresure a recordarme que Pedro Almodóvar tuvo una sociedad registrada durante tres años en un paraíso fiscal. Cierto. También habrá que recordar que él y su hermano dieron la cara, asumieron su responsabilidad y pidieron disculpas (ver aquí). Cualquier comparación con la reacción del tal Alvise al ser descubierto su chiringuito sería (creo) ofensiva. El jeta se autojustifica echando mano precisamente del discurso fiscal del liberalismo salvaje (ver aquí). Ojalá esos 800.000 votantes de Alvise se confundieran de sala de cine y este fin de semana se encontraran, por ejemplo, con El 47, de Marcel Barrena. Quizás entenderían un poco mejor quiénes somos y de dónde venimos.
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