Una ética de resistencia democrática

Anne Hidalgo, alcaldesa de París, ha publicado un libro sobre su experiencia política titulado Résister. Le pari de l´espoir (Éditions de l´Observatoire, 2025). Muchas de las preocupaciones que se recogen en el libro van más allá de la política francesa, y no sólo porque vivamos un tiempo de globalización, o porque París sea una ciudad cosmopolita, sino porque las sociedades democráticas comparten hoy una peligrosa y calculada dinámica de deterioro. Estamos viviendo una experiencia histórica en la que el neoliberalismo, la ética de la libertad del dinero, está desembocando en idearios de extrema derecha. La libertad entendida como ley del más fuerte evita las políticas sociales que diseñan marcos de convivencia. La aparente falta de normas acaba por facilitar la imposición de un mundo autoritario, manos libres para liquidar la diversidad e imponer un supremacismo de identidades cerradas. La igualdad se convierte en homologación y la fraternidad se ve borrada por los discursos de odio.

La alcaldesa de París denuncia el desprestigio de la política. Los escándalos, las denuncias falsas y los bulos no sólo intentan desacreditar a un adversario concreto que se convierte en enemigo. Se busca también el descrédito general de la política, la idea de que todos los políticos son iguales. Se establece así una distancia dañina entre la vida y la representación pública, entre las necesidades diarias de la ciudadanía y las discusiones en un parlamento o un salón de plenos. En esta degradación democrática tienen especial responsabilidad los políticos que sustituyen el debate ideológico por crispadas denuncias y los argumentos por insultos. Pero también tienen muchas responsabilidades los políticos silenciosos que no desempeñan de manera decente su labor, convirtiendo el desempeño de la representación pública en un puesto de trabajo que se conserva bajo las añagazas de la servidumbre o de las indecencias convertidas en anonimato.

La apuesta por la esperanza de Anne Hidalgo invita a no tirar la toalla, a no asumir la fatalidad de la degradación democrática. Europa vuelve a tener un papel internacional decisivo. Y su apuesta primera debe ser el esfuerzo por devolverle a la ciudadanía la confianza en la política. La experiencia de Anne Hidalgo aconseja la reconstrucción de los partidos, su labor institucional, frente a los movimientos populistas que favorecen movimientos sociales de coyuntura. Se trata de unir la vida institucional con la vida de la gente, no de borrar las instituciones sociales en nombre de la gente. Hay que comprometerse con instituciones que nos representen, no caer en el fanatismo soberbio de los que triunfan por su cuenta o en el adanismo del que se inventa el mundo. Liquidar el Estado es la estrategia más útil para legitimar el autoritarismo. Nos conviene tomar conciencia de esta paradoja en la que vivimos.

La libertad entendida como ley del más fuerte evita las políticas sociales que diseñan marcos de convivencia

La esperanza democrática está obligada a comprender que los avances tecnológicos pueden convertirse en un medio de control peligroso que cancele la posibilidad de conocer y decidir. Y está obligada también a favorecer el sentido de la convivencia y las ilusiones colectivas. Las sociedades de consumo impulsan un narcisismo que se extiende como imperio del futuro individual en el que cada uno va a lo suyo. Cada persona parece ser responsable de su éxito o su fracaso. Se borran así las consideraciones sobre los contextos, el peso de la condición social y las realidades históricas que nos hacen o nos deshacen.

Anne Hidalgo abre el libro con una cita de Martin Luther King en la que se recuerda que aprender a vivir como hermanos es la única forma de no morir todos juntos como idiotas. El deterioro democrático es hoy también un gran aliado de la irresponsabilidad contaminadora que daña el planeta a pasos acelerados al no poner límites a la contaminación. Defender la esperanza supone reivindicar un humanismo ecológico. La resistencia no supone quedarse quieto. La única manera de impedir que se borre el pasado humanista es adaptar los valores de siempre a las nuevas exigencias de la realidad. Resistir es reconstruirnos.

Anne Hidalgo, alcaldesa de París, ha publicado un libro sobre su experiencia política titulado Résister. Le pari de l´espoir (Éditions de l´Observatoire, 2025). Muchas de las preocupaciones que se recogen en el libro van más allá de la política francesa, y no sólo porque vivamos un tiempo de globalización, o porque París sea una ciudad cosmopolita, sino porque las sociedades democráticas comparten hoy una peligrosa y calculada dinámica de deterioro. Estamos viviendo una experiencia histórica en la que el neoliberalismo, la ética de la libertad del dinero, está desembocando en idearios de extrema derecha. La libertad entendida como ley del más fuerte evita las políticas sociales que diseñan marcos de convivencia. La aparente falta de normas acaba por facilitar la imposición de un mundo autoritario, manos libres para liquidar la diversidad e imponer un supremacismo de identidades cerradas. La igualdad se convierte en homologación y la fraternidad se ve borrada por los discursos de odio.

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