Hacia el mundo sin límites Cristina García Casado

Quiero contarles por qué creo que las palabras tradicionales de la democracia, libertad, igualdad y fraternidad, necesitan hoy defenderse con otras tres palabras: resistencia, acción y esperanza.
Las situaciones difíciles demandan siempre una conversación entre la realidad y la conciencia. Cuando Gramsci le pidió prestada a Romain Rolland una de sus frases más repetidas, frente al pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad, necesitaba encontrar un camino en el interior del conflicto. No es posible optar entre el optimismo y el pesimismo, entre la inteligencia y la voluntad. Se trata de conversar dentro una relación difícil que mezcla de manera inevitable dos perspectivas necesarias, todo lo que se juega en cada una de las palabras elegidas.
Resulta tan necesaria la inteligencia que cuestiona las trampas del optimismo como la voluntad que se niega a asumir las derivas canceladoras del pesimismo. Las relaciones conflictivas invitan al mismo tiempo a la distancia y al abrazo. Hoy no se puede negar de modo ingenuo la realidad de una situación muy negativa para la democracia. El mundo democrático vive sin pudor un predominio de las élites económicas que han aprendido de sus vecinos autoritarios, ya sea en nombre de las revoluciones políticas o de los fanatismos religiosos, las ventajas de un Estado dictatorial. La conversión de la libertad en la ley del más fuerte, propia del neoliberalismo, desemboca ahora de forma lógica en estrategias dictatoriales que aseguran la consolidación de la avaricia frente a los derechos cívicos y la justicia social. El populismo de la contaminación mediática trabaja sin pudor en beneficio de la extrema derecha, y los países, sometidos a la ley del dinero, sufren a la vez las consecuencias del cambio climático y del cambio comunicativo. Cuando el aire de las democracias está contaminado de una forma tan impudorosa, resulta difícil evitar el pesimismo.
El populismo reaccionario envenena por dentro los valores de la democracia y atrae a amplias capas de la población hasta posiciones antisistema contra la convivencia libre y justa
La inteligencia es consciente también de sus peligros. Por eso establece una conversación con la voluntad. No se trata de reivindicar las ingenuidades, ni de negar de manera imprudente los peligros que tenemos ahora delante de los ojos. Pero conviene buscar una respuesta que no suponga ponerse en manos del enemigo, la renuncia al compromiso de defender un porvenir justo: pensar un futuro en el que sea posible una convivencia basada en la libertad, la justicia social y la fraternidad. La perspectiva de que todo da igual, porque nada tiene solución, facilita la perversión de nuestros valores. Y no supone apagar la luz para que el último cierre la puerta, sino la ratonera de asumir la oscuridad. Entre todos le abriremos las puertas y las ventanas al enemigo. Una resistencia sin ingenuidad, una afirmación social y democrática, requiere la voluntad de enfrentarse a las leyes del péndulo sin que los vaivenes de la historia supongan una traición a nuestra conciencia.
También se requiere el uso de la razón inteligente a la hora de definir una respuesta. La inocencia propia del derecho natural en los valores universales, fundada en el respeto a la dignidad de cualquier ser humano, no obliga a identificarse con las simplezas alejadas de la realidad. Comprender la legitimidad de los valores que deben defenderse exige reconocer la entidad de las amenazas y el carácter de las propias debilidades.
El populismo reaccionario envenena por dentro los valores de la democracia y atrae a amplias capas de la población hasta posiciones antisistema contra la convivencia libre y justa. Hay que tener una voluntad decidida para reconocer con inteligencia los conflictos de la realidad, sus desequilibrios, y responder con firmeza ante los que quieren utilizar ese malestar para agravar interesadamente esos desequilibrios en favor de las élites. Pervierten el malestar de la sociedad del mismo modo que falsifican conceptos como libertad de expresión para justificar la mentira programada por la ley del más fuerte.
Y debemos pedirle a la inteligencia un compromiso decidido con la voluntad para no renunciar, no abandonar el compromiso con los valores sociales que deben defenderse, aunque los bulos, las falsificaciones, los insultos y el impudor se programen hasta cansarnos, hasta conducirnos al miedo, el cinismo y el silencio.
En este conflicto que nos invade, necesitamos las distancias y los abrazos. Hay que pedirle optimismo a la inteligencia y pesimismo a la voluntad. Una voluntad algo pesimista es un buen modo de evitar polémicas entre los que deben estar juntos, debates internos en las causas que merecen estrategias de unidad frente al enemigo. Porque los que eran nuestros adversarios dentro de la democracia, se están convirtiendo a pasos agigantados en enemigos de la democracia. La esperanza melancólica y la memoria con imaginación de futuro permiten cultivar un entusiasmo decente, una apuesta por la resistencia, la acción y la esperanza de que todo va a mejorar.
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Carmen Alonso¡Hola, !
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