
Terremoto Trump y la ansiedad europea
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca el próximo lunes 20 de enero es, sin duda, uno de los acontecimientos del año. Si 2024 fue el año de las votos y las balas, este 2025 comienza con la asunción del poder por parte de un líder tremendamente disruptivo, al menos en las formas, veremos si también en los hechos.
De cumplir con sus promesas en relación con la Unión Europea, supondría una quiebra clara en relación con la amable relación que se estableció durante el mandato de Biden, del que dicen puede haber sido el último presidente atlantista. La asertividad del discurso de Trump, sin embargo, no debería ocultar que, en las relaciones de EEUU con la UE, en realidad el liderazgo norteamericano tiene los mismos objetivos desde, al menos, la presidencia de Obama. Y estos objetivos no son otros que el mantenimiento de la hegemonía global frente al gigante chino. Sus intereses se focalizan, por tanto, en el eje Asia-Pacífico y es en esa dirección hacia donde apuntan todos los movimientos geopolíticos y económicos pasados y futuros.
El advenimiento de un líder como Trump, además, es la confirmación de un mundo cada vez más dominado por los hombres fuertes con instintos imperiales. Este es, claramente, el caso de Xi Jinping, Putin y el propio Trump. Entre ellos se reparten sus esferas de influencia en un mundo donde si bien la globalización no va a desaparecer, sí que seguirá una dinámica distinta. Las dinámicas transaccionales, la apelación al uso de la fuerza y el ninguneo al derecho internacional parece que serán dominantes en este nuevo ciclo político. Pero para poder mantener estos liderazgos, como cualquier imperio anterior, se requiere también de una cierta dosis de vasallaje que cada uno intentará conseguir utilizando las herramientas e instrumentos que más le beneficien.
En el caso de Estados Unidos, Trump y su equipo ya han comenzado a mover sus peones. El objetivo no es la búsqueda de alianzas, sino la consecución de dinámicas de vallasaje neofeudales. El primero ha venido de la mano de la consecución de un alto el fuego, que no la paz, en Gaza, es una carta de presentación ideal para dar comienzo a un nuevo mandato, donde la nueva administración muestra su capacidad de presión sobre los actores regionales. Netanyahu muestra su bienvenida a Trump aceptando un alto el fuego del cual todos los analistas desconfían en lo que concierne especialmente al futuro de la población palestina y las ambiciones territoriales israelíes en Cisjordania y el norte de Gaza. Trump, sin duda, ayudará al gobierno israelí a conseguir sus objetivos.
El advenimiento de un líder como Trump es la confirmación de un mundo cada vez más dominado por los hombres fuertes con instintos imperiales
El segundo se observa en el entorno europeo donde de manera progresiva se ha pasado de situar a Trump como el origen de todos los males, a hablar de la necesidad de establecer buenas relaciones con el mandatario norteamericano porque “EEUU es el aliado natural de Europa”. La reacción por parte de los líderes europeos ante las provocaciones de Trump ha sido más bien tibia. No ha habido respuestas contundentes ante las afirmaciones y acciones de Trump y su camarilla. No ha importado si lanza alguna “indirecta” hacia el control sobre Groenlandia, pone a Musk a trabajar en procesos de desestabilización política como la que se observa estos días en Alemania y el Reino Unido, amenaza con incrementar los aranceles si Europa no compra más petróleo y gas licuado a EEUU, o se sugiere como lo ha hecho J.D. Vance que la administración Trump podría reducir o poner fin a su apoyo a la OTAN si la UE continua en su empeño de regular X. Ante esto, la respuesta ha sido el silencio y esperar a ver qué sucede. Sean o no ciertas las amenazas, lo que sí es un hecho es la manera en la que el que será el encargado del Departamento de Eficiencia Gubernamental de EEUU, Elon Musk, está actuando, realizando una injerencia sin precedentes en el proceso electoral alemán. Eso ya no es una amenaza, pero en fin…
Hay quien aún confía en que la UE puede actuar al unísono y reforzar la autonomía estratégica ignorando la existencia de gobiernos en los Estados Miembros que apuestan abiertamente por posiciones nacionalistas y alineadas con el pensamiento trumpiano. El caso de la ultra Meloni es quizás el más significativo por ser la líder más blanqueada por parte del centro derecha y centro izquierda europeo y la que más y mejor relación y alineación ideológica tiene en este momento con el nuevo inquilino de la Casa Blanca. En cuanto al resto, Alemania y Francia –otrora motores europeos– se encuentran en sendas crisis económicas y políticas que los tienen paralizados; Polonia, el otro país que quiere liderar el proyecto europeo, se encuentra totalmente alineada en posiciones más atlantistas que europeas en términos de seguridad y defensa y, en términos ideológicos, el único gobierno progresista que podría resistir –no sin dificultad– sería el español. En estas circunstancias no parece que la UE esté en condiciones de resistir el envite norteamericano en los términos planteados por Trump. La voluntad de algunos para avanzar en autonomía estratégica choca contra el muro de la realidad.
Sea como fuere, lo cierto es que en este momento la UE y sus opiniones públicas se encuentran noqueadas (esa palabra de moda) y sumidas en una profunda ansiedad provocada por la creciente realidad de la irrelevancia. Esto puede tener dos caminos, el primero, el de rendir vasallaje al nuevo emperador; el segundo, recomponerse, evaluar la situación y comenzar a construir para salir del papel secundario que tiene en estos momentos.
_____________________________
Ruth Ferrero-Turrión es Doctora Internacional por la UCM y MPhil en Estudios de Europa del Este (UNED). Profesora de Ciencia Política en la UCM.
Lo más...
Lo más...
Leído