Un consejo al Gobierno y a la izquierda sobre Venezuela: cómo convencer frente a la demagogia de la derecha

Isa Ferrero

Un clásico ya. Vivimos en un mundo globalizado y caótico: un suceso en la otra parte del mundo puede desencadenar una tormenta aquí. En el 2022, la invasión criminal de Vladímir Putin obligó a Biden a adoptar una posición mucho más comedida con Venezuela para compensar las sanciones a Rusia. Los equilibrios de la geopolítica. Los hechos son incuestionables: la apuesta por la diplomacia de Biden fue beneficiosa para Venezuela, tal como ha señalado el economista y opositor al régimen de Maduro Francisco Rodríguez.

Ejercitemos la memoria. Hace ya seis años, Trump y sus compinches tuvieron la ocurrencia de reconocer oficialmente como presidente de Venezuela a Juan Guaidó. Ya hacía tiempo que Maduro no merecía seguir en el poder, pero la medida apenas tenía recorrido. La Unión Europea cometió el mismo error de siempre: no tener una política propia y dejarse arrastrar por un Trump que piensa que puede hacer lo que quiera con Europa. Trump fue un paso más allá e impuso sanciones durísimas que terminaron por destrozar la economía de Venezuela. Era la tormenta perfecta: a la corrupción y negligencia del chavismo se le sumaba la crueldad de las sanciones. La intención declarada era acabar con la dictadura; la realidad, bien distinta: un impacto durísimo en la población más vulnerable y fortalecimiento del régimen al recurrir al clásico enroque nacionalista.

Al mismo tiempo que quedó inaugurada la estrategia de máxima presión de Donald Trump, las presiones para asumir una posición más dura eran muy fuertes. En España, el entonces líder del Partido Popular, Pablo Casado, se encargaba de pedir al Gobierno de Pedro Sánchez que asumiera la postura del Grupo de Lima. En ese entonces se pedía que las fuerzas armadas respaldaran a Guaidó, mientras que Trump no descartaba una intervención militar. En otras palabras, la derecha trabajaba para aumentar el riesgo de la violencia descontrolada donde Maduro siempre tendría las de ganar. Cuando la derecha dé lecciones de moral, debemos recordar que poco parecía importar a los “conservadores” el riesgo de guerra civil. Nótese la ironía: los conservadores desde hace mucho tiempo se caracterizan por su afán de destrucción y su inclinación por la violencia. Edmund Burke y David Hume revolcándose en su tumba.

Es probable que esta estrategia disparatada vuelva con Trump 2.0. Nadie sabe lo que va a hacer, pero es probable que el nuevo presidente estadounidense asuma una postura mucho más amable con Putin, a la vez que centra su atención en América Latina. Todo son equilibrios. Vuelve la Doctrina Monroe: “América para los americanos”. El Golfo de México es el “golfo de América” y Trump intentará asociarse con los autoritarios de la región, donde Milei será el máximo referente. Como interlocutor estará Marco Rubio: premiado por su conversión al trumpismo con la secretaría de Estado. No hay que olvidar, como ha recordado Enric Juliana, que Marco Rubio tiene el contacto en Madrid de José María Aznar. Y como agente desestabilizador, Elon Musk, que ya ha intentado hacer de las suyas en Brasil.

Maduro va a continuar en el poder si hablamos bien o mal de él. El cambio vendrá desde dentro de Venezuela, no desde fuera

Si el ataque de la derecha va a ser fuerte, la izquierda debe saber cómo defenderse e intuir por dónde va a venir el ataque. En ese sentido, hay que reconocer que hay posturas minoritarias que son inaceptables desde el punto de vista moral a la hora de juzgar el comportamiento de Nicolás Maduro en Venezuela, al igual que ocurría con la Rusia de Putin.

Dicho esto, la izquierda tiene dos poderosos argumentos para defenderse: primero, que es una postura minoritaria que no representa al Gobierno, y, segundo, que, por inmoral que sea, no tiene ningún efecto. Maduro va a continuar en el poder si hablamos bien o mal de él. El cambio vendrá desde dentro de Venezuela, no desde fuera. De hecho, la izquierda y los demócratas en general no solo podemos defendernos, sino convencer de que la posición inmoral es la que tienen nuestras derechas populistas. La política se mide por sus efectos. La postura de la derecha no es ética porque las consecuencias de sus planteamientos son un fortalecimiento de la dictadura y un empeoramiento de las condiciones de vida para los más vulnerables en Venezuela. Asimismo, podemos dar un argumento de autoridad: si la derecha nos acusa de ser cómplices con el chavismo, como parece hacer José Antonio Zarzalejos, entonces podemos responder que, siguiendo esa misma vara de medir, Joe Biden fue cómplice con el chavismo. De la misma manera, el opositor Francisco Rodríguez también sería cómplice con Maduro al dar evidencia empírica de que las sanciones a Maduro y la estrategia de máxima presión han sido un fracaso.

En este sentido, podemos utilizar el hecho de que Francisco Rodríguez haya expuesto sus poderosos argumentos en Foreign Affairs, la revista del establishment por excelencia de política exterior en Estados Unidos (no precisamente una revista de izquierdosos y palomas). Creo que cualquier político de izquierdas en España debe leer este artículo  “a favor del acercamiento diplomático con Venezuela” porque “la máxima presión solo fortalecerá a Maduro”. Aparte de tener frescos los datos de Rodríguez, debe tenerse en cuenta que el acercamiento de Biden a Venezuela permitió que se celebraran elecciones y que Maduro perdiera credibilidad. Dadas las circunstancias, el enfoque del palo y la zanahoria es el camino más exitoso a la hora de que vuelva la democracia al país. Si la derecha española se empeña en atacar sin piedad a José Luis Rodríguez Zapatero, entonces debemos recordar que Zapatero ha conseguido mucho más de lo que cualquier líder de derechas jamás soñaría: Edmundo González pudo salir de Venezuela y venir a España. Nada de eso se habría conseguido con un enfoque duro y nada pragmático.

Probablemente, la respuesta de la derecha volverá a ser la misma: desde las acusaciones de cobardía hasta la complicidad. Pero creo que podemos refutarlo si exponemos el carácter antisistémico, en el peor sentido posible, que tienen estas derechas populistas, herederas del neoconservadurismo de los tiempos de George Bush y Aznar. Parafraseando a David Hume: las derechas están empeñadas en hacer su justicia, a pesar de que el cielo caiga sobre Venezuela. Pueden autoengañarse con que eso es lo ético, pero la mentira y la demagogia tienen las patas cortas. A mi juicio, nuestra tarea es intentar mostrarlo, ya no solo para que la demagogia no triunfe en España, sino porque además es lo correcto si de verdad pensamos en el futuro de Venezuela.

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Isa Ferrero es escritor y activista.

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