El trumpismo en su laberinto

Gaspar Llamazares | Miguel Souto Bayarri

Durante la pandemia hemos tomado conciencia de la importancia de tener organismos internacionales como la OMS y de que es prioritario dotarlos de mayor independencia y autoridad, pese a que desde el principio de la crisis ha sido cuestionada por los mentirosos negacionistas y sometida a grandes presiones. Trump, que pidió una evaluación de la misma por sus errores en el inicio de la pandemia, ha llegado incluso a retirar la contribución económica de EEUU, que es fundamental para su funcionamiento. Por eso, en esta fase de crisis sanitaria mundial, el proyecto de la OMS de compartir vacunas entre los países ricos y los países empobrecidos es una verdadera prueba de fuego.

La plataforma COVAX, en la que junto a la OMS participan la fundación Gates, el banco mundial, 80 países de renta media alta (ni China ni USA), el Banco Mundial y algunos otros organismos internacionales, distribuirá a través de UNICEF las vacunas en un número equivalente de países de bajos ingresos. Buen recurso para intentar un reparto justo: por un lado, intenta equilibrar el abuso de los poderosos y a la vez esa misma expresividad sirve para lanzar un mensaje al mundo. Una especie de versión robinhoodiana de la lucha por la solidaridad. Esta política de la OMS chocará, a buen seguro, contra los intereses de los países más ricos y con la administración Trump, una de cuyas características durante estos cuatro años ha sido la retirada de los acuerdos internacionales y la ruptura con sus alianzas tradicionales. Paralelamente, con países como Rusia o China pretende convertir las vacunas en una baza geopolítica.

Pero eso no sería lo único, ni siquiera lo más esotérico del trumpismo. Recordemos que el presidente candidato es un fascista que está enfrentado a los valores democráticos, y que ha fundamentado su mandato en la promoción del odio a los inmigrantes, y se atreve a poner en cuestión, incluso, el próximo resultado electoral. He aquí algunos otros ejemplos de cuestiones que también han protagonizado su presidencia. El control civil sobre las fuerzas armadas es inferior al de cualquier otra época. Hoy, Estados Unidos es un imperio en declive, cuya influencia real en el mundo ha disminuido, pero con un despliegue militar sin precedentes y un presupuesto de defensa de 700.000 millones. El militarismo también protagoniza la política interior. Ha utilizado a la Guardia Nacional para acallar las protestas contra el racismo e imponerse a los gobernadores demócratas a raíz del asesinato de George Floyd. Y en sus últimas apariciones públicas no ha querido desmentir su apoyo a las acciones de la extrema derecha armada, en el caso de que se niegue a abandonar la Casa Blanca si al final pierde las elecciones.

También es general el suspenso aplicado a la gestión sanitaria de la crisis de la pandemia por parte del gobierno republicano. Todos los observadores respetados coinciden en destacar la extensión de los contagios y el número de fallecidos, parámetros en los que tanto Trump como sus aliados del populismo son los peores del mundo. Pero sobre todo llama la atención la abultada tasa de mortalidad de los EEUU entre las franjas de mediana edad, en jóvenes y en particular en pobres y de raza negra, lo que pone en evidencia los problemas de accesibilidad de su sistema sanitario.

El trumpismo también ha fracasado en su intento de limitar la supremacía tecnológica china. Y a pesar de que las todopoderosas GAFA (Google, Amazon, Facebook, Apple) y el célebre Valle del Silicio son americanas, también está perdiendo la batalla de la I+D. Sólo Huawei destina a este apartado el diez por ciento de los beneficios anuales de la empresa, a la altura de los gigantes norteamericanos. Como dice Evgeny Morozov, el 5G desata los nervios de Estados Unidos porque no tiene ningún campeón para competir en la carrera, mientras que Europa en este sentido está más tranquila porque tendría dos proveedores de equipos: Nokia y Ericsson. La ofensiva de Trump a favor del Brexit y contra Europa ha tenido mucho que ver con esto.

También es verdad que China y Rusia utilizan la tecnología para fines oscuros y han desarrollado además una gran capacidad de control del ciberespacio y de manipular la información en países extranjeros. Además, China en particular, un estado totalitario, es líder en áreas como la inteligencia artificial, con gran desarrollo de técnicas de control de los ciudadanos.

Todo esto no son sino detalles en los que hay que pensar. Pero quizás la primera cuestión que nos preocupa es esta: ¿cómo afectará la pandemia al resultado de las elecciones en Estados Unidos?

Por todas estas, entre otras, razones, son tan importantes las elecciones del 3 de noviembre, que llegan tras un verano de grandes movilizaciones por la justicia racial, catalizadas por el movimiento Black Lives Matter. Una derrota de Trump será una derrota para todo el populismo ultra y los mentirosos negacionistas del mundo. Un triunfo de Biden y Harris permitiría recomponer las relaciones fundamentalmente con Europa, pero también con China, restaurando con esta última unas relaciones diplomáticas que no se basen en la división, las mentiras y la cizaña.

Europa, por su parte, no lo tendría todo hecho. La decisión europea de un mapa de riesgos en la segunda ola debería ir acompañada de otras medidas como la provisión de recursos para la investigación y la respuesta en salud pública en torno al Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC, la OMS europea).

Todo esto ocurre cuando en España se ha celebrado el debate de la moción de censura, el cual, frente a los agoreros de la crispación política y la equidistancia, ha salido mejor de lo esperado. No sólo por el fracaso de la extrema derecha al no sumar ni un solo voto, sino también por lo que la dura respuesta del PP ha significado.

El parlamento y sus enemigos

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Es bueno que la nostalgia franquista, las mentiras y la teoría de la conspiración en la línea de Trump, esgrimidas por Abascal, hayan sido objeto de rechazo por parte del conjunto del arco parlamentario, y también lo es la cohesión de los grupos que tienen por delante el reto de los Presupuestos, de la incorporación del fondo de reconstrucción y de la renovación de las instituciones.

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Gaspar Llamazares Trigo y Miguel Souto Bayarri son médicos y autores, junto a la psicóloga Gema González López, del libro 'Salud: ¿derecho o negocio? Una defensa de la sanidad pública'.

Durante la pandemia hemos tomado conciencia de la importancia de tener organismos internacionales como la OMS y de que es prioritario dotarlos de mayor independencia y autoridad, pese a que desde el principio de la crisis ha sido cuestionada por los mentirosos negacionistas y sometida a grandes presiones. Trump, que pidió una evaluación de la misma por sus errores en el inicio de la pandemia, ha llegado incluso a retirar la contribución económica de EEUU, que es fundamental para su funcionamiento. Por eso, en esta fase de crisis sanitaria mundial, el proyecto de la OMS de compartir vacunas entre los países ricos y los países empobrecidos es una verdadera prueba de fuego.

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