La otra cara del CIS: el PSOE mejora por la división de la izquierda, pero PP y Vox mantienen la ventaja

El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, pronuncia un discurso durante la primera jornada del XIII congreso regional del PSOE de Castilla-La Mancha.

El análisis independiente de las tablas del último barómetro del CIS vuelve a arrojar una mayoría absoluta de 182 escaños de la derecha, que experimenta una ligera subida en un escenario con pocos cambios respecto a diciembre. El Partido Popular recupera apoyo y ganaría las elecciones con el 33% de los votos y 141 diputados, 4 más que en los comicios de julio de 2023. A su lado, Vox se estabiliza en el 13% y los 40 escaños, 7 más que en las pasadas elecciones generales

Enfrente la izquierda está lastrada por las disputas internas. El PSOE, con el 29,5% de sufragios y 124 asientos, mejora el resultado de las últimas elecciones, pero lo hace a costa de la división entre Sumar y Podemos, que sigue penalizando a todo el bloque en su conjunto. Ambos, por separado, suman solo 13 escaños, cuando hace apenas dos años obtuvieron 31.

El efecto Yolanda se diluye

Los esfuerzos de Sumar por diferenciarse del PSOE continúan sin dar frutos. La formación de Yolanda Díaz lleva semanas picando piedra y pisando el acelerador para alejarse del PSOE, en una carrera por recuperar foco. Aunque las tensiones en torno a la implementación de la reducción de la jornada laboral han disminuido, las diferencias siguen ahí, con un Partido Socialista más proclive a actuar progresivamente para no poner en riesgo la buena marcha de la economía española. Diferencias que también han sido apreciables en materia de vivienda, al haber criticado Sumar la exención del IRPF a propietarios que alquilan a precios regulados y en algunos otros asuntos de política social. El cierre de filas de este viernes en Madrid de los partidos que conforman el grupo plurinacional en la cámara alta se produce en el momento de máxima debilidad para la formación y no es casual. De fondo, la necesidad de aplicar un marco estratégico centrado en recuperar espacio y autonomía, con el PSOE poco dispuesto a ceder terreno. 

Los números no acompañan y la capacidad para cambiarlos es cada vez más incierta. Sumar estaba en el 12% hace ahora un año, retrocedió por debajo del 8% tras los comicios europeos y hoy está en el 6,4%. Sólo un 40% de sus votantes en 2023 repetirían papeleta y los aportes desde otros partidos y abstención son prácticamente residuales. Debajo de los números, desde una perspectiva cualitativa, la impresión en el electorado más a la izquierda es que Yolanda Díaz acierta pero llega tarde. La dinámica de trasvase a PSOE y Podemos sigue su curso. Los de Ione Belarra han logrado estabilizarse en el 4% y aunque la existencia de dos marcas electorales en ese espacio es un suicidio para la izquierda, el partido morado se siente fuerte y lo hace saber, con premio en algunos casos, como el acuerdo con el gobierno para ampliar las bonificaciones al transporte público hasta el 30 de junio. 

Podemos está actuando con mayor libertad desde la flexibilidad que da el estar fuera de los cauces de institucionalidad del gobierno. Eso se deja notar en un una mayor actividad mediática que luego se hace viral. Sin ir más lejos, cabe mencionar la reciente polémica de Irene Montero con Risto Mejide a colación de Desokupa y Ana Rosa Quintana.

Los gobiernos queman a izquierda y derecha

La participación de Podemos primero y Sumar después en los gobiernos de coalición, tuvo unos inicios de sintonía con el electorado que había votado cambio. Pero el transcurso del tiempo y el crecimiento sin parangón de la desafección ha pasado factura a ambos, dando paso al desapego y la frustración por las expectativas no resueltas en el plano vital. Esto es especialmente palpable entre los más jóvenes, como veremos más adelante. 

La progresiva mimetización de aquellos actores que venían a cambiar las cosas con los partidos de siempre ha dejado el espacio de impugnación libre para que otros lo ocupen, y ahí es donde se ha situado una parte de la derecha no convencional que ha roto puentes con algunos de sus paradigmas clásicos al mutar hacia un nacionalismo populista y beligerante contra la globalización y el establishment. Esta corriente en España la capitaliza Vox y todo un ecosistema de prescriptores que difunden su mensaje en el entorno digital y de redes sociales, a semejanza de lo que ocurre en Estados Unidos con Trump, en Argentina con Milei o en Italia con Meloni por citar a algunos de los referentes que, desde posiciones ideológicas distintas, están ocupando cada vez más espacio. 

Esta es también la razón por la que Abascal dio la orden de salirse de los gobiernos autonómicos con el PP, más allá de las diferencias en la cuestión migratoria, que sirvieron de “excusa” y acicate. Vox retrocedía en las encuestas porque empezaba a formar parte del paisaje. El diagnóstico de estado fallido, que dramáticamente vimos popularizarse tras la Dana, no hizo sino multiplicar los efectos de una bomba de relojería que venía larvándose desde hace mucho tiempo.

La respuesta de los españoles ha sido premiar su salida con una remontada en las urnas que habla por sí sola: Vox está hoy en el 13%-14%, cuando hace un año estaban en el 9%-10%, atrapado en los gobiernos del PP. El siguiente hito llegará el próximo lunes con la toma de posesión de Trump a la que está invitado Abascal, como ya anticipábamos en los nuestro pulso nacional de diciembre. 

Estamos en un momento en que un número cada vez mayor de ciudadanos se cuestiona las costuras mismas del sistema: no es una crisis territorial, de concepción del estado, sino que lo que está en juego es el marco común de convivencia y nuestro sistema de derechos y libertades. España es hoy un país que no confía ni en sus políticos ni en la mayoría de sus instituciones ni en sus jueces ni en muchos de sus medios de comunicación. Y que no está sabiendo dar una respuesta a los problemas de millones de personas que empiezan a mirar fuera de los límites del sistema para sentirse escuchadas. Este preocupante diagnóstico tiene que ver también con el auge de las fake news. La importancia de los nuevos canales de socialización y consumo de información ha sido capital, pasando de un problema base que era la acumulación de poder en unas pocas manos a un problema mayor que es la sustitución de estos por una suerte de salvaje oeste en el que las reglas las pone cada uno y la verdad es la de cada uno. El anuncio de Meta (Facebook e Instagram) de eliminar su programa de verificación de hechos es un ejemplo más de hacia dónde vamos.

La doble pinza 

Existe una tendencia reduccionista a simplificar la contienda electoral en la capacidad que tengan izquierda y derecha de articular a última hora sus bases sobre dos ideas: a un lado, evitar que llegue la ultraderecha al gobierno y con ella el recorte de libertades, al otro, echar a Sánchez y revertir las cesiones al independentismo. Son, en efecto, “call to action” poderosos, y por eso hay que tomar las encuestas con prudencia. Se equivoca la derecha en lanzar las campanas al vuelo. ¿Cuántos abstencionistas hoy podrán movilizarse mañana si ven opciones de que Vox condicione el próximo gobierno? A nadie se le escapa que esta es la baza que está jugando Sánchez, con la vista puesta no solo en España sino en Europa, como lugar de contención frente al avance de los nacionalismos de derechas. 

Pero este análisis es muy limitador para la izquierda (y para el PP), pues deja fuera muchas de las razones que están expulsando a los españoles hacia la abstención o el voto a terceros partidos. Por el camino de esa simplificación han caído muchos gobiernos de corte progresista: Trudeau, Biden, Antonio Costa, Jacinta Ardem, Sanna Marin, ¿Scholz será el siguiente? Y si miramos a la derecha, no es solo Vox, ahí tenemos el caso de Se Acabó la Fiesta y los problemas de liderazgo de Feijóo, que vuelve a tocar fondo en la valoración entre sus propios votantes y suspende sin paliativos entre los de Abascal. 

Sociológicamente estamos enfrentando dos realidades que hacen imprevisible el resultado electoral. De un lado, el crecimiento del voto impugnatorio que hemos explicado a lo largo de este artículo, y que se ve de manera muy clara en las generaciones X, Y (millennials) y Z. Según el CIS publicado hace unos días, entre los españoles de 18 a 24 años Vox arrasaría. Obtendría un 23% de los votos, por delante del PP (16%) y del PSOE (14%). La izquierda quedaría reducida a la mínima expresión. 

Vivienda, coste vida, deterioro de los servicios públicos, pero sobre todo la ausencia de un horizonte vital ilusionante. Del 'yes we can', al sálvese quien pueda. La edad de emancipación en España se sitúa por encima de los 30 años, con un 75% de jóvenes activos viviendo en la casa de sus padres (el peor dato desde 2006 según el reciente informe del Consejo de la Juventud de España). Lo peor es un horizonte nefasto: hasta un 74% cree que van a vivir peor que sus padres (encuesta del CIS sobre desigualdades y tendencias sociales del pasado mes de junio). 

La vivienda y la inmigración se disparan como principales problemas del país con un 28% y un 21% de menciones totales. La vivienda alcanza cifras récord no solo entre los jóvenes, sino hasta los 44 años. Hay una franja muchas veces olvidada, entre los 30 y 50 años, que se sienten excluidos de un estado del bienestar que a su juicio no se acuerda de ellos. Este es otro de los fenómenos que podemos encontrar cuando rascamos debajo de los números. 

Desde un punto de vista ideológico, entre los españoles que se autoubican en el 5 (el grupo más numeroso), donde antes el PSOE era el partido hegemónico, ahora la derecha casi duplica a la izquierda, en una tendencia que va a más con el paso de los años. Una de las novedades del barómetro del CIS de este mes es el aumento de la transferencia de PSOE a PP al 5% (hasta 420.000 votos), un indicador especialmente importante que los socialistas habían logrado reducir al 2%-3%, y que ahora se resiente. Lo que parece claro es que la inestabilidad parlamentaria del gobierno no ayuda, y el enésimo órdago de Junts no hace sino menoscabar su autoridad.

La abstención es ya el principal partido: un 35% de electores no votarían frente al 23% de hace cinco años

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En este grupo ideológicamente templado hay que subrayar la importancia de las mujeres. La indecisión de las mujeres duplica la de los hombres (21% vs 11%) en términos generales y es aun mayor entre aquellas que se definen así mismas como moderadas. Estamos transitando una legislatura con muchas curvas y esto no ha hecho más que empezar. 

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Rafael Ruiz es consultor y analista de datos en asuntos públicos en Logoslab.

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