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Librepensadores

El abuso de los poderosos

Ángel Díez

En los últimos meses estamos viendo como, día sí y día también, se publican nuevos casos de actrices que han sufrido el acoso, el chantaje y la violencia económica y moral, cuando no física, para que accedieran a algún tipo de sexo con productores, directores u otros hombres con capacidad para influir en el presente o en el futuro de esas actrices. Los casos son múltiples y bochornosos. Sin embargo, yo no lo veo sólo como un abuso de unos hombres sobre unas mujeres, yo lo veo esencialmente como el abuso del poderoso sobre el débil. Y eso, desgraciadamente, es universal y lo padecen todos los débiles independientemente de su sexo.

Quiero contarles un caso que viví hace muchos años, allá en 1973. Como ayuda para costearme mis estudios conseguí un trabajo de figurante en la obra Las troyanas, de Eurípides que se representaba en el teatro María Guerrero de Madrid, éramos cinco o seis chavales que en algunos momentos salíamos a escena vestidos de soldados griegos del período clásico, con una lanza y un casco de cartón piedra, que terminaba siendo bastante molesto, y nos colocábamos detrás de la escena como unos objetos más del escenario. Pues bien, en el camerino que teníamos para cambiarnos de ropa, cada día subían algunos actores de medio pelo medio pelocon la intención de obtener algún tipo de sexo de algunos de nosotros. Yo no tenía ningún interés en hacer carrera en la escena, de hecho, no volví a trabajar más, pero algunos de aquellos compañeros que sí soñaban con hacer una carrera como actores fueron presa de aquellos actores de los cuales no recuerdo a ninguno.

Todas esas cosas son violencia de quien tiene más poder, aunque sea un poco más, ejercida contra el que se encuentra por debajo; es la misma violencia que ejercen ahora muchos jefes que valoran el compromiso de sus empleados por el hecho de si hacen o no horas extras gratis; es la misma violencia que ejercen los bancos con sus clientes que no pueden hacer frente a sus pagos; es la misma violencia que ejercen los fondos de inversión inmobiliaria con los inquilinos mayores que ocupan y pagan fielmente sus pisos en barrios, otrora humildes, que al revalorizarse los buitres quieren echarlos para obtener más beneficios; es la misma violencia que se ejerce en los juzgados cuando una persona normal tiene que litigar contra algún poderoso y sus caros bufetes de abogados; es la violencia del señorito sobre la chica de servicio, sin que la señora y mamá del infante acosador, aunque lo sepa, haga nada por evitarla... es la violencia de siempre, la del poderoso aunque quien la ejerza sea un pobre imbécil ligeramente más poderoso que su víctima y que es a su vez víctima de quien está por encima de él.

Quizás me acusen de falta de empatía con las mujeres víctimas, pero mi empatía es con todas las víctimas. Solo pretendo con la libertad que me dan los años exponer honestamente mis ideas basadas en mi experiencia, la vivida y la leída, y ésta me dice que la lucha por los derechos no tiene sexo ni edad, que todos juntos tenemos que pelear por un mundo mejor, que antes de ser hombre o mujer debemos ser ciudadanos responsables y que solo juntos podremos conseguir conservar e incrementar nuestros derechos cívicos y sociales, solo juntos podremos construir un mundo más justo, más humano, más solidario y más igualitario para todos, un mundo mejor para nuestros hijos y nuestros nietos. Lo otro, lo de dividirnos por género, por raza, por religión o por tendencia sexual, sólo consigue eso, dividirnos y que los poderosos sigan manteniendo sus redes de poder y de abuso. _______________

Ángel Díez es socio de infoLibre

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