LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
Por qué una familia rica con tres hijos puede acceder al bono social eléctrico para familias vulnerables

Librepensadores

De acceso y movilidad: derechos y privilegios

Laura Febré Diciena

Hace unas semanas se difundió por las redes sociales una noticia. En ella se hablaba de la multa impuesta a una mujer por publicar en Facebook la foto de un coche de policía estacionado en un aparcamiento reservado para minusválidos. Como era de esperarse, los comentarios de protesta no tardaron en surgir; la mayoría de ellos dirigidos a la represora ley mordaza que permite que quien denuncia injusticias producidas por los cuerpos de seguridad del Estado sea quien acabe pagando el pato. Hace unos días –por suerte– la cosa quedó resuelta cuando quitaron la multa a la vecina de Petrer. En esta noticia resolutoria se incluían los comentarios del concejal de la policía local que excusaba el comportamiento de los oficiales diciendo que “estaban acudiendo a una llamada urgente”. Bien, hablemos de esto.

Mi madre es discapacitada. Esta condición le otorga algunas prebendas que algunos parecen considerar un privilegio: puede colarse en las largas filas de los parques de atracciones y dispone de la tarjeta europea de estacionamiento para personas con movilidad reducida.

Ante tan afortunada situación, no ha faltado quien protestara indignado o intentara cortarnos el paso en las tediosas colas de Disneyland. Una actitud tal vez comprensible, por parte de gente que afortunadamente –supongo- desconoce las dificultades que después supone tener que subir a mi madre al vagón de la atracción o, como ocurre en ocasiones, que finalmente no sean accesibles para ella y tenga que esperar pacientemente mientras el resto del grupo disfruta de ellas.

Dejando de lado el mundo del ocio, quiero creer que la situación es muy parecida con respecto a los aparcamientos de minusválidos. La legislación vigente parece estar más avanzada que la conciencia social y a lo largo de los años la –supongo– ignorancia de la gente nos ha llevado a acumular toda una serie de experiencias y anécdotas relacionadas con estos lugares a las que con toda seguridad se podría dedicar un libro entero de relatos.

Los precedentes son los siguientes: cada vez que mi familia y yo hemos visto a alguien aparcado o aparcando en un espacio reservado para personas de movilidad reducida, hemos ido inmediatamente a decirle con seriedad y corrección que aquel no era el lugar en el que le correspondía aparcar. Estas acciones han dado lugar a una variopinta colección de respuestas y excusas que no tienen desperdicio:

– Son varios a quienes hemos encontrado mientras salíamos nosotros del aparcamiento y han querido aludir a un clásico ojos-que-no-ven, atajando: “A ti qué más te da si ya te vas”.

– En otra ocasión quisieron dar a mi padre un contraargumento de peso: “A ti lo que te pasa es que no follas bien por las noches”. Buscando a continuación el apoyo de mi madre: “¿A que tengo razón? ¿A que no folla bien por las noches?”.

– Hay también una sección especial para los rápidos y furiosos: “Sólo era un momento, volvía en unos minutos”.

– Algunos se han atrevido a cuestionar la legitimidad de tu identidad como interlocutor: “¿Y tú quién eres para decirme nada? ¿Eres policía? ¿Acaso eres del ORA?”.

– En momento más cargados de racionalidad hemos tenido a familias enteras (hija, madre, abuela) gritándonos “¡gilipollas!” y que “¡encima serán de Podemos!” o “¡qué poca vergüenza, mira de lo que se aprovechan!”.

– Y, volviendo al cuerpo policial cuya acción en Petrer origina este artículo, también en una ocasión un agente de policía decidió multar a mi madre porque “el vehículo era demasiado grande”. Quizá la próxima vez nuestra furgoneta adaptada sea también demasiado verde.

Quiero pues, invitar a todas estas personas, aparcadores voraces y apresurados, a que salgan un día a pasear atendiendo a cuántos lugares podrían entrar sin escalón de por medio, o cuántos pasos de cebra tienen uno de esos escalones disfrazados de rampa, o a si podrían pasar sentados en una silla de ruedas por el espacio que queda entre dos coches.

El cambio hacia otra movilidad en las ciudades: hay "avances", falta un urbanismo contra la 'cochecracia'

El cambio hacia otra movilidad en las ciudades: hay "avances", falta un urbanismo contra la 'cochecracia'

Tal vez con un par de ejercicios así se darían cuenta de que disponer de un aparcamiento reservado para personas de movilidad reducida no es ningún privilegio sino el derecho que tras muchos años se han ganado estas personas a acceder a una vida normal, y que sus “sólo cinco minutos” de aparcamiento suponen para mi madre la diferencia entre –por ejemplo– salir del coche sobre la acera o tener que hacer un recorrido en su silla de ruedas en la carretera hasta encontrar la próxima rampa, que suponen la diferencia entre añadir dificultades o no al ejercicio de la cotidianidad.

Y aunque seguro que la emergencia en Petrer impidió a la policía aparcar un par de calles más allá, quiero invitarles también a ser un ejemplo de comportamiento cívico al elegir el lugar donde aparcar en una urgencia o no.

Sin duda hay una gran diferencia entre una legislación que permite reducir los obstáculos cotidianos para una vida digna y lo que algunos parecen considerar un privilegio; como lo hay entre justicia social y limosna. Si no basta hacerlo visible para que cambie la conciencia social, ¿será quizá necesario abrazar el ideario de Malcolm X para reclamar el reconocimiento de este derecho?

Más sobre este tema
stats