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La adivina providencia

Jesús María Frades Payo

Las sucesiones en las dirigencias de los partidos y jefaturas de los estados muestran mucha casuística según recorremos la geografía y repasamos la Historia. Desde los nombrados a dedo, aún lo habitual, hasta los votados, pasando por los que se imponen por las botas y lo atribuyen a la gracia de Dios, hay ejemplos para todo. Y algunos execrables, que son padecidos injustamente. Pero algunas veces sucede un revés al que no hay derecho si se hace el ejercicio de ponerse en la cabeza del corrupto afectado para “sufrir”, dado lo que se ha maquinado en conciliábulos con apariencia de sanedrines.

Existen procesos de sucesión esperables como estos dos primeros. El pasado día 25 de noviembre se conmemoró el 5º Aniversario de la muerte de Fidel Castro, a quien le sucedió en la presidencia de Cuba su hermano Raúl. No solo por eso se llama castrismo al régimen dictatorial, pero pudo oírse a este, cuando se nombró a Díaz-Canel, calificar de “fidelista” entre otros más sorprendentes como “único”, al PCC. El cambio generacional todavía no se había hecho y a Raúl se le nombró por estar en la Cumbre del poder tras haber estado en él desde la cumbre de Sierra Maestra, no por nepotismo stricto sensu.

Un caso más antiguo y que tuvo relevancia en nuestra piel de toro, este sí de nepotismo de manual aunque muy propio en la época, fue el de la estirpe de Napoleón que se convirtió en toda una dinastía. Con sus trabajos, intrigas y conquistas colocó a sus hermanos Luis, José y Jerónimo como reyes de Holanda, Nápoles y España, y Westfalia respectivamente, varios de los cuales tuvieron sucesión de sangre, y así Luis II y luego rocambolescamente Napoleón III, hermano del anterior que, señalo a mis correligionarios republicanos, empezó como presidente de la República francesa. Pero el más señalado en cualquier dinastía que se precie, de advenedizo o no, es el que desde espermatozoide in útero tiene nombre y cargo in péctore. Luego, nada más nacer, ya fue nombrado rey de Roma el sucesor pero jamás reinó, y a sus 4 años proclamado emperador como Napoleón II pero sin imperar, tras sucumbir su padre en esa ciudad donde tiene la guarida el fugado catalán.

Sobra decir que la única manera de que todos participen, acertando o no en la decisión de un nombramiento de este tipo, es mediante la elección democrática, pero he de cuidarme de comentarios maliciosos. Algunos de mis correligionarios citados se diría que están en permanente erección monumental como homenaje a Perogrullo, pues los días pares al alba y los impares al ocaso nos recuerdan que los reyes no se eligen, salvo los del 6 de enero de entre una terna eterna, y solo son Magos.

Trataré dos casos chocantes de partidos españoles en los que la elección indebida, preparada, dirigida, por fortuna para los suyos y también para todos, se truncó. Guerra, hacedor de la Constitución, advierte que el art. 6 expone el deber de que la estructura y funcionamiento de los partidos sean democráticos. Lástima que hasta el PSOE tardase tanto en leerlo.

El primer ejemplo es el del cuaderno azul de Aznar, conocido como las camisas de igual tono que antaño defendió o la mochila que cantaba Pedrito Fernández. Esa libreta tuvo el papel de que su papel fue la tabla (celulosa también) sobre la que escribió el nombre de su elegido entre la terna que se “autopresentó” para sucederle: Rodrigo Rato. Y tal como el whatsapp primero de Moisés, el “mensaje” fue roto porque Rato lo rechazó. Hubo otra subida a la 7ª planta del monte Génova para un nuevo “mensaje” pero repetido. Rato debía estar ya mirando de soslayo al becerro de oro. El mismo Aznar cuenta en uno de sus libros ambos rechazos y que, tras haber vuelto al oráculo del cuaderno para escoger a M., el hoy condenado por corrupción se le presentó para aceptar el puesto, pero tuvo que oír lo que los despechados ante una invitación a bailar dicen en las discotecas tras el acercamiento de quien rehusó: “yo no doy segundas oportunidades”.

Fue al E del meridiano 0 donde sucedió el otro asunto. Pujol, el eterno patriarca de la derecha catalana, – la mayor responsable de lo que allí hay, pues ha gobernado más años que la derecha en España- encumbrado hasta el límite al que Buzz Lightyear nos espoleaba, llegando a ser proclamado “Español del Año” por el Abc, moldeó a su deseo, cual Pigmalión, a un galán, Mas, mas no como delfín sino más bien como orca, pero cuando lo tuvo preparado tuvo que esperar a mandar por el tripartito. Gobernó después su región 6 años hasta que los jefes de la CUP dijeron que no y como buenos asamblearios hicieron votar a sus huestes, las cuales azarosamente empataron, de modo que los jefes dijeron sin disfraces que no. Pujol quería realmente pasar a la Historia y que su apellido se perpetuara en el Boletín, no solo en los anales como los nombres de los 8 únicos presidents que ha habido o en los archivos de los juzgados como los de 4 de ellos condenados por graves delitos contra las libertades y la democracia. Por ello, pensó en su Oriolito, su 5º vástago, al que había que ir preparándolo cuidadosamente hasta presentarlo en “sociedad”. A diferencia del Comandante, “la Historia lo absorberá”. Cuando le llegó su 7º día, allá por 2001, el delfín era más inexperto que joven, superándolo Mas en todo. La “sagrada famiglia” no cejó en su empeño y lo crio en su guarida colmándole de cuidados y reservándole su parte de la partija del “negoci” floreciente de Florenci hasta que, siendo Mas jefe de la oposición en 2003, él llegó a diputado regional. Oriol alcanzó la cima, antes de dar el salto mortal, en 2012 al ser elegido secretario general de Convergència. El camino hacia el Palau para ser Pujol II estaba ya alfombrado. Pero ¡ay!, a sus 46 años pasó problemas con la ITV y la pegatina que le pusieron fue la del número del chabolo al ser condenado a prisión 2 años y medio pero no se sabe por qué a los 65 días salió de la mano de Justicia de la Generalitat.

Fue en los dos casos recordados algo providencial, y que el lector le asigne a su gusto la acepción. Tenemos que agradecer eternamente, aunque no militemos ni votemos a esos partidos, que la Providencia adivinase de qué camadas salían tales especímenes. Tanto a Rato como a Pujol -y a su estirpe, pero esto es de otro título- según va girando la maquinaria de la Justicia, vamos viendo que las condenas les llegan y se le amontonarán.

En ocasiones pienso qué habría sido de este país en el caso de que Rato hubiese aceptado el puesto. Quizá lo que hemos visto de corrupción sería un juego de niños al lado de lo que, desde la presidencia y para el presidente, podría rapiñarse. Y Cataluña ¿funcionaría con el 3% de lo presupuestado o algo más para ejecutar las obras e inversiones porque el “Molt Hereu President” se llevaría el resto?

Jesús María Frades Payo es socio de infoLibre

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