Bipartidismo, corrupción… y tú más

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Verónica Barcina Téllez

Se conoce como turnismo al sistema que funcionó en España desde 1881 hasta 1923 durante la Restauración borbónica. Se basó en la alternancia en el gobierno de dos partidos monárquicos, el conservador de Cánovas y el liberal de Sagasta, que limitaba el pluralismo político tomando como modelo el sistema británico. La formación de gobierno dependía en gran medida de crisis políticas o del desgaste del partido gobernante. Sólo los dos grandes se “turnaban” y el sistema parecía funcionar con uno de inspiración liberal conservadora a la derecha y el otro de inspiración liberal progresista a la izquierda. 

El Partido Liberal–Conservador de Cánovas y el Partido Liberal–Fusionista de Sagasta pretendieron representar a todas las tendencias políticas existentes en la sociedad, excluyendo a aquellas que no aceptaban la monarquía “constitucional”, como carlistas y republicanos, y las que rechazaban los principios de libertad y propiedad propios de la sociedad burguesa, como era el caso de socialistas y anarquistas. Eran las dos caras de la moneda monárquica de los borbones que otorgaba apariencia moderna y democrática a un sistema político absolutista, ya saben: “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.

La última y reciente restauración borbónica, impuesta por el dictador Franco, es una copia actualizada del modelo turnista que se conoce como bipartidismo. El turnismo bipartidista actual está cimentado en el poder de las élites financieras y empresariales, las mismas que esquilmaron al país durante el franquismo y otras de nuevo cuño, y en la marcial militancia de los medios de comunicación y de la Justicia constituidos en guardia pretoriana de un statu quo que sostiene a la monarquía como garantía de control de los límites impuestos a la Democracia en España.

Si se pusiera en marcha y resultase creíble la comisión, aunque sea un poco, debería continuar con la monarquía y, para tener credibilidad y por higiene democrática, debiera juzgarlos a todos la justicia europea, no la española

El Partido Popular, de ideología neoliberal conservadora, hoy extremista y radicalizado, se alterna en el poder con un PSOE de ideología liberal moderada desde Suresnes, y no admiten más alternativas que ellos mismos, como han dejado claro desde el 15M hasta el fin de la cacería política, mediática y judicial que ha acabado con Podemos y Ciudadanos como alternativas. Tras la tempestad, ha vuelto la calma, y la rutina, a dos partidos cuyas praxis de gobierno apenas difieren en detalles menores.

El parecido de ambos no sólo se muestra en sus políticas, alejadas de la ciudadanía y centradas en favorecer a toda costa los intereses de las élites, sino también en el modo de ejercer la oposición y de considerar la res pública como algo sobre lo que tienen derecho de pernada. El bipartidismo intercambia sus roles y sus argumentarios, idénticos, cada vez que uno de los dos cede el turno al otro, llegando al extremo esperpéntico e inaceptable que se vive hoy a cuenta de los casos Koldo y Ayuso relacionados con el tráfico de influencias y de mascarillas. Idénticos ataques, idénticas defensas.

De ponerse en marcha una comisión para investigar la corrupción (¡menudo sarcasmo populista!), se escucharán las mismas acusaciones en los dos bandos y se utilizarán los mismos argumentarios por las dos bandas. Si se pusiera en marcha y resultase creíble la comisión, aunque sea un poco, debería continuar con la monarquía y, para tener credibilidad y por higiene democrática, debiera juzgarlos a todos la Justicia europea, no la española. Cuarenta y dos años de corrupción bipartidista y España suma y sigue: González, Aznar, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Feijóo (éste ya desde antes de gobernar) y la Casa Real (opaca e inviolable) han llenado de corrupción España y la tapan bajo el “Y tú más” que la ciudadanía traduce como el falaz “todos son iguales”.

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Verónica Barcina Téllez es socia de infoLibre.

Se conoce como turnismo al sistema que funcionó en España desde 1881 hasta 1923 durante la Restauración borbónica. Se basó en la alternancia en el gobierno de dos partidos monárquicos, el conservador de Cánovas y el liberal de Sagasta, que limitaba el pluralismo político tomando como modelo el sistema británico. La formación de gobierno dependía en gran medida de crisis políticas o del desgaste del partido gobernante. Sólo los dos grandes se “turnaban” y el sistema parecía funcionar con uno de inspiración liberal conservadora a la derecha y el otro de inspiración liberal progresista a la izquierda. 

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